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sábado, 1 de febrero de 2025

El gran libro de Satán, de Jorge de Cascante



No sé qué opinión tenga Satán en torno a nuestra variada imaginación. A veces tenemos una muy mezquina idea del mal, reduciéndola a nuestra desventura personal. En otras ocasiones, hemos llegado a pensar que el Diablo es un aliado de los planes de Dios, encargándose de administrar la condenación eterna de las almas pecadoras. Reflexionar profundamente sobre el Maligno nos llevaría a quitarle la máscara, pues sería ilógico concebirlo como un enemigo de Dios, dueño de un inmenso reino de Ausencia del bien. Sería una demostración del fracaso de la Omnipotencia. En fin, literariamente tiene Satanás una larga tradición que lo muestra como un refinado caballero (o dandy) preocupado por nuestro destino. Secretamente nos ayuda, aunque tal vez seamos nosotros los que cavemos nuestro castigo. Somos culpables de no leer las letras pequeñas de nuestros contratos. La idea que tenemos de él obedece a nuestras diferentes épocas, de ahí que el Diablo de hoy sea naíf y muy limitado en cuanto a maldad. Nos lo imaginamos preocupado por nuestro destino individual y desinteresado del destino de la Humanidad. En ese sentido tiene una notable competencia de parte de cierto sector de los Empresarios Inmobiliarios Neoyorquinos postulados por el Partido Republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, o bien de alguno de los Notables Egresados del Massachusetts Institute of Technology que despacha de Ministro de Israel en Beit HaNassi. El Demonio tiene más aficiones literarias, lo cual lo hace más estimable. En fin, no indagaré en esa misteriosa relación de Satanás y Dios, pues como dice uno de los antologados en este libro: las guerras del mundo se han llevado a cabo siempre en nombre de Dios, y nunca en nombre del Diablo. Es cierto que extrañé la presencia de Goethe y, por nacionalismo, de El tercer Fausto, de Salvador Novo. Pero en cambio descubrí al menos tres autores que realizan una notable irrupción del mal en sus textos: Michael Chabon (“El Dios de la Risa Oscura”), Shirley Jackson (“El amante demoniaco”) y Sofía Rhei (“Sándwiches de pepino en pan sin corteza”). Hasta hoy, creo que mi cuento favorito sobre el Diablo es “Enoch Soames” (se incluye un fragmento); pero Bulgákov, pero Fernán Caballero, pero Nathaniel Hawthorne…, ellos deberían de gozar de todas las consideraciones del Demonio. Finalmente, cada uno de estos autores tiene una Teología de ocasión. Silvina Ocampo imagina que las leyes del cielo y del infierno son bastantes versátiles. Al final de tu vida, llegan los demonios y los ángeles y te llevan, a través de los corredores, al centro de tu vida. Te harán creer que eres niño y te harán elegir tus preferncias entre todos los objetos. Víctima de la Envidia, no puse comillas en el pasaje anterior, para que pareciera mío. Bueno, lo alteré un poco. Lo imporante aquí es que uno no sabe de qué depende la entrada al cielo o al infierno: “si eliges más cosas del cielo que del infierno, corres el riesgo de ir al infierno, pues tu amor a las cosas celestiales denotará mera concupiscencia”. Además de varios pasajes que despiertan más veces el pecado de la envidia, el libro incluye numerosos fragmentos de autores que se han referido a Satán, para que uno siga por su cuenta la documentación de esta sincera y duradera amistad.

 

Jorge de Cascante (ed.). El gran libro de Satán, ilustraciones de Alexandre Reverdin. Barcelona, Blackie Books, 2024.

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