No es el último tomo de las obras completas de Alfonso Reyes el de lectura más apasionante. Él mismo, en una de tantas páginas dedica uno de sus artículos a explicar la falta de interés de los nuevos tiempos por el autor del Fausto. Eso no quita que Reyes se haya visto en él cotidianamente, como en un deseado espejo, aquel que sería bueno que lo reflejara. Si uno pudiera ser como Goethe: universal, curioso, importante en todos los campos, enamorado y galante correspondido, centro de todas las reuniones, consentido del príncipe… En fin, yo no haré la comparación de ambos personajes. Los dos se sumergieron en la Antigüedad para empaparse de referencias. Sólo que este aspecto de la obra de Reyes tal vez sea, en efecto, el más desconocido, el que requiere de más esfuerzo para ser comprendido. Sin embargo, Harold Bloom parece completar esta idea, cuando dice en su Canon occidental que de los grandes autores de occidente Goethe es el menos cercano a nuestra sensibilidad: es un autor más importante para los muertos que para los vivos. Sería más importante para Reyes que para nosotros. No sé si me caerá un rayo fulminante después de escribir estas palabras. Como quiera, no soy digno de ningún tour por el Infierno, esas cosas le van mejor a la aristocracia poética. Tampoco es mi intención preguntarme cómo escribió sus libros sobre Goethe, qué tradujo, qué fuentes tuvo, sobre qué autores parece navegar con tanta seguridad. Mejor abro el libro al azar, como un oráculo, para preguntarle si quiere decirme algo en concreto. Parece que nada nuevo… En la página 421 dice que quiere insistir en el papel de la simetría en Goethe. Casualmente, me había llemado la atención el mismo tema cuando leí el primero de los tomos de Reyes, Reyes, también simétrico: sería fácil sustentarlo. Sus primeros enayos y los últimos se parecen, su obra parece dar una vuelta para comenzar donde empezó, como en una especie de culminación. Decía Reyes en su juventud que simetría es superstición: invocación a los poderes de los números, intento de hacer de la idea una perfección inmóvil. En ese sentido, la idea de “obras completas” es una manera de hacer de la idea que fluye un texto definitivo. Aquello que fue en otros tiempos la inquietud de la vida se convierte en una imagen de la muerte. O al menos en joya que debe de irse a extraer de pesados tomos. Se pierde aquella sensación que la idea que se va forjando. Sin embargo, en el momento indicado esa idea aparentemente glaciar puede volver a fluir. ¿Cuál sería la enseñanza de Goethe? Al menos una: ante cada fenómeno nuevo, dar con una nueva representación moral. No morir cada vez que el mundo cambia, sino que aquello nuevo que se agrega al yo haga variar la sustancia preexistente. Es a lo que llamaban entonces “el Espíritu”, la construcción de esa cultura a la que se agregan siempre nuevas sustancias, incluso las más dañinas. La meta sería mantener fuerte el espíritu aun cuando se le agregue una cucharadita de Historia Universal cada mañana. Hay más consejos, numerosos consejos, en este libro, por ejemplo: cada paso debe de ser al mismo tiempo un paso y una meta. Conclusión alfonsina: se debe de dialogar con el presente luego de un baño en la cultura universal.
Alfonso Reyes. Vida de Goethe / Rumbo a Goethe / Trayectoria de Goethe / Escolios Goethianos / Teoría de la sanción. México, FCE, 1993. (Obras completas, XXVI)