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lunes, 27 de marzo de 2017

“Cine y Anticine”. Las cuarenta y nueve entregas, de Efraín Huerta

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Pienso que a Efraín Huerta se le ha caído casi definitivamente el membrete de “periodista”, y que su oficio de “poeta” tendrá siempre la mayor fuerza gravitacional. Es natural, pues la poética de la ciudad, del amor, del relajo y de la soledad, tiene suficiente fuerza como para brillar por mucho tiempo. Pero es una lástima que siga siendo tan desconocido su trabajo cotidiano de periodista cinematográfico. Este libro reúne las 49 entregas firmadas por él en el diario D.F.: La Ciudad al Pie de la Letra, publicadas en 1950 y 1951. Son columnas ligeras, en el sentido de que muy pocas veces desarrollan un tema y casi siempre se diversifica en anécdotas sobre las personalidades del cine nacional. Se nota que el autor tenía toda la familiaridad del mundo con los directores, actores, productores, etc., pero al paso del tiempo, las notas han perdido esa sustancia que sólo da la actualidad. Sin embargo, leyendo se pueden reconstruir ciertas ideas fijas del periodista. La necesidad de una actitud crítica y poco complaciente con el cine mexicano, por ejemplo. El blanco de muchos de los chistes de Huerta es Ernesto Cortázar, quien seguramente era un malo y prolífico director de cine (aunque fue un magnífico compositor, lástima que eso no se note en estos escritos). Por el contrario, los elogios máximos tienen un solo destinatario, Luis Buñuel, y su película Los olvidados. Desafortunadamente, no sé nada del diario que publicó originalmente estos textos (en el prólogo sólo se dice que el director era el cronista de toros Pepe Alameda); sin embargo, debió de haber sido un periódico notable pues me imagino que Los olvidados fue una obra incomprendida en su tiempo. Así que es digno de notarse cómo es que Huerta fue uno de los primeros en dejar por escrito la admiración a una obra que fue acusada de denigrar a México (y que hoy es una pieza considerada patrimonio de la humanidad). El Indio Fernández asimismo es valorado (y criticado al mismo tiempo). En medio de un estilo más bien amable, se deja ver un autor implacable y poco dispuesto a cambiar sus ideas llevado por la amistad. Los nombres que aparecen son los de personas con prisa, que persiguen los pasos de su propia fama. No todos han llegado hasta nosotros, pues, ya sabemos, la fama tiene pocas butacas. Pero se retrata la competencia, el ansia de contratar una estrella, de lanzar un nuevo rostro o de tener un buen guión (es decir, comercial). Las historias del cine mexicano, escribe Huerta, eran extraídas de una novela premiada, de un cuento plagiado, de una canción mala pero de moda, de un folletín escabroso, de una comedia radiofónica, de una leyenda improbable, de un reportaje policiaco o de una biografía convencional. Tal vez era cierto… Curiosa la prestidigitación del tiempo, que con esos elementos produce las obras deleitosamente consumidas décadas más tarde.

Efraín Huerta. “Cine y Anticine”. Las cuarenta y nueve entregas, prólogo de Raquel Huerta-Nava. México, CUEC-UNAM, 2014. (Col. Miradas en la oscuridad)

jueves, 23 de marzo de 2017

Por qué duele el amor. Una explicación sociológica, de Eva Illouz



Tan inherente al amor lo sentimos, que no se nos hubiera ocurrido preguntárnoslo antes. Pero es cierto, no en todas las épocas el amor se ha revestido de dolor. En tiempos de Jane Austen, por ejemplo, no ocurría así. por el contrario, había todo un camino establecido para el cortejo. Pero en algún punto, las convenciones sociales dejaron de funcionar. Antes, la mujer debía de dar su consentimiento para que un hombre la cortejara, pues de otro modo no se atrevería a dar un paso que lo comprometiera socialmente. La liberación femenina, la paulatina igualdad de géneros, etc., le han otorgado a la mujer una libertad mayor en las relaciones de pareja. Por otro lado, le han quitado al hombre el lugar del proveedor, de “padre de familia”, para establecer relaciones más igualitarias. Sin embargo, por esa misma razón, los códigos sociales para enamorarse, han dejado de funcionar, lo cual llena de insatisfacción a las mujeres. Nunca se sabe cuánto durará un romance, qué paso dar, qué decir en las citas… Durante un cortejo, el camino más rápido para alejar a un hombre consiste en que una mujer diga que está enamorada. Esas palabras son casi un conjuro para terminar una relación. Como la mujer tiene un límite biológico para consumar un romance –en caso de que quiera hijos–, sale del mercado del amor años antes que los hombres. Por esta razón, ellos tienen una ventaja mayor, un “capital sentimental” que crece con el aumento de su experiencia sexual. Como Marx ante la mercancía, la autora utiliza un razonamiento parecido al ver el amor y el cortejo como partes de un mercado, en donde cada uno es a la vez consumidor y mercancía. Deseante y objeto de deseo. Todo esto en un mundo en donde, por definición, se ha acabado el misterio entre los entes. Lo que quiere decir que la racionalidad ha colonizado el mundo sentimental. Las soluciones de la modernidad son el consenso racional: “Pide permiso para dar un beso, pide permiso para tocar, pide permiso para desabrochar la blusa, pide permiso para colocar el dedo dentro de la vagina”. Aunque parezca un chiste, es la petición de un colectivo feminista Antioch College, de 1990. El paso siguiente en la igualdad es la medición, es decir: tratar de contabilizar el compromiso, darle un valor cuantitativo al cariño y decidir si ambas partes están igualmente comprometidas. Es decir: que los enamorados –si es que lo están– deben de responder a un discurso supuestamente igualitario que proviene de fuera. La moderna psicología, escribe la autora, trata de convencer al sujeto de que el problema es uno mismo, sin considerar el entorno social que lo atiborra de ansiedad. Parece ser que los antiguos elegían a sus parejas con cálculos menos exhaustivos que hoy, y tenían bastante menos problemas de ansiedad.

Eva Illouz. Por qué duele el amor. Una explicación sociológica / Why Love Hurts. A Sociological Explanation, tr. de María Victoria Rodil, 2ª ed. Buenos Aires, Katz, 2014.

lunes, 13 de marzo de 2017

Erotismo de autoayuda. Cincuenta sombras de Grey y el nuevo orden romántico, de Eva Illouz

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No sabía nada acerca de Cincuenta sombras de Grey, y así hubiera seguido si no es por la socióloga Eva Illouz, quien leyó con detenimiento la novela de E.L. James. En este caso, un mal libro necesitaba un lector inteligente. De otro modo, el significado del conocido best seller se habría diluido sin dejar huella. ¿Qué se puede decir de él? En primer lugar, se trata de un fenómeno de prosumo: es decir, que los consumidores forman parte de la producción de la mercancía. Eso se debe a que la novela de E.L. James es una fanfic, una forma de narrativa interactiva en que los lectores comentan conforme el autor va presentando sus avances, por medio de una página de internet. De este modo, los lectores tienen la capacidad de influir en la mercancía que van a consumir. Si esta historia en que una joven cumple con su jefe una fantasía de erotismo sadomasoquista se convirtió en uno de los libros más vendidos de la historia (y quizá el que ha vendido ejemplares de manera más rápida), se debe a que ofrece una respuesta a las inquietudes de sus lectores. Dice Illouz que, a diferencia de la alta cultura, los textos populares no sólo plantean un problema sino que también lo resuelven. Por otro lado, gran parte de los libros más vendidos de hoy se pueden situar dentro de la gran ideología de nuestro tiempo: la autoayuda. Básicamente, ésta consiste en creer que la emoción es capaz de modificar la realidad. Es decir, la autoayuda es la puesta en práctica de una fantasía. Los pensamientos y los deseos del yo se hacen reales. No es necesario escarbar mucho para dar con frases que exhortan al cambio individual para lograr el cambio colectivo. Pero ya que el mundo no puede cambiar con la autoayuda por más intensa que sea la fantasía, las lectoras de E.L. James buscan una respuesta más inmediata. El problema central del amor actual es el fin de los rituales amorosos en las sociedades modernas, lo cual es una fuente de incertidumbre. ¿Cómo relacionarse, qué seguridad tener en una relación si no hay nada escrito, o más bien, si todo vestigio de deber ser ha sido borrado? Cincuenta sombras… plantea el BDMS (combinación de iniciales: Bondage y Disciplina, Dominación y Sumisión, Sadismo y Masoquismo), una práctica que lleva el dolor y los roles de poder hasta el límite en una relación consensuada. En la intimidad se puede permitir la dominación que en la vida cotidiana está prohibida; puesto que la sumisión de una mujer está mal visto en sociedad, ella puede optar por serlo dentro de su propia fantasía. Lo curioso es que esta nueva forma de vivir la sexualidad es una restauración de fantasías románticas de las que seguimos siendo fieles consumidores.

Eva Illouz. Erotismo de autoayuda. Cincuenta sombras de Grey y el nuevo orden romántico / Die neue Liebesordnung. Frauen, Männer und “Shades of Grey”, tr, de Stella Mastrangelo. Buenos Aires, Katz, 2014.

lunes, 6 de marzo de 2017

Homo Audiens. Conocer la radio: Textos teóricos para aprehenderla, de Virginia Medina Ávila y José Botello Hernández


 
Quizá la radio sea el medio que de por sí es más poético. Más que el cine, el libro o el Internet. Una voz solitaria recorriendo el espacio para llegar a unos oídos atentos. Puede ser que ya en la antigüedad alguien haya imaginado esta posibilidad. De hecho, los oráculos son más o menos el antecedente de una transmisión radiofónica. Y los programas de radio guardan algo de ese halo de verdad. Pero lo poético se acaba pronto; apenas se sabe que la radio es una forma de transmisión por ondas electromagnéticas y que se encuentra dentro de un espectro, lo que provoca que tan delicada forma de comunicación se llene de inmediato de leyes, abogados, empresas, anuncios, investigaciones socioeconómicas, teorías, ¡ah! y sobre todo profecías sobre su fin. Las nuevas generaciones no oyen radio, tantas cosas comienzan a sustituirlo. Pero esas predicciones llevan algo más de cincuenta años ensombreciendo esta actividad, y en realidad la radiodifusión ha encontrado su lugar a lado de otros como los diarios (ésos sí parece que serán sólo virtuales en el futuro, con podcasts que serán parte de la oferta radiofónica), la televisión, etc. En este libro lleno de sugerencias, que es producto de un seminario académico dedicado íntegramente a la radio, me entero de varios aspectos. En primer lugar de la utilidad estratégica que la investigación de la radio ha tenido dentro del poder. El gobierno estadounidense pagó al sociólogo austriaco Paul Felix Lazarsfeld (1901-1976) por monitorear todo tipo de opiniones y reacciones del público de radio. Sus preferencias, horarios, gustos musicales, ganas de bailar, grado de credulidad, deportes favoritos… No sé si en México existieron este tipo de mediciones, las cuales serían fascinantes para la evocación. Pues podríamos imaginar un hogar cualquiera los jueves a las seis de la tarde con una gran claridad. Cuando el gobierno de los EU vio la reacción del público ante la famosa adaptación radiofónica de La guerra de los mundos y supo que antes del primer corte comercial ya se habían aterrado 1,200,000 radioescuchas, supo que este fenómeno no tenía que pasar inadvertido. Nos queda la idea de que gran parte de las palabras que salen del aparato de radio mueren sin ser comprendidas. Tendríamos que hacer una encuesta. Pero también podemos ayudarnos de un medio mucho más susceptible de ser releído –el Internet– y sabremos que aún así el fenómeno de los rumores es tanto o más preocupante que en tiempos de Orson Wells. Me entero de los conceptos de arte sonoro del filósofo Rudolf Arnheim, pero sobre todo de los ensayistas pioneros que trataron el tema de la radio, Alfonso Reyes, Salvador Novo, Gaston Bachelard, y especialmente el maravilloso Bertolt Brecht. Le dice medio de información y no de comunicación, pues no permite el intercambio de datos, sino la yuxtaposición de un oído y una boca. Y la sociedad burguesa que produce esta relación es feliz con la radio. Miren: la burguesía presenta las cosas y las situaciones sin mostrar sus consecuencias, se esfuerza por mostrar fenómenos que no tienen consecuencias y que no provienen de nada. Todo esto dentro de una idea de cultura cuya culminación ha terminado. Y la radio –Brecht veía claramente las consecuencias– educaba un público, pero no le daba el papel de educador jamás. Que la radio oiga. Es una petición sensata, y justo por eso, continuamente hecha a un lado.

Virginia Medina Ávila y José Botello Hernández. Homo Audiens. Conocer la radio: Textos teóricos para aprehenderla. México, UNAM-FES Acatlán, 2013.