Sé que Jules Renard (1864-1910) llevó un diario en que
anotaba sus reflexiones acerca de la escritura. No sé, por otra parte, qué
extensión tenía ese diario ni qué otros temas trataba en él. Con las frases
dedicadas al oficio bastan para admirarlo y compartir sus incertidumbres.
En este libro se recogen anotaciones que van de 1887 a 1910, las cuales por
suerte no son aún tan conocidas, por lo menos en nuestro idioma, así que las
podemos citar con bastante éxito en conversaciones y en textos. Miren si no:
“Para ver, primero hay que despojarse de todo el rococó que tenemos en los
ojos”. Porque el tema central de este autor es la verdad. Desafortunadamente,
la literatura no es buena compañía si uno es tan aficionado a la verdad.
Nuestros ojos literarios depositan demasiadas cosas sobre la realidad, lo cual
nos impide verla adecuadamente. Está bien, olvidemos toda esa palabrería que nos imposibilita ser testigos del mundo, ¿qué encontramos entonces? Un brote mínimo de
verdad, una pequeña ganancia obtenida del mundo, ¿y qué es lo que hace el
artista con ella sino volverla mentira? Entonces, ¿cuál es el propósito de
tanta pasión por la verdad? ¿Será acaso una obsesión por encontrarla, y, una
vez realizado este acto, erradicarla? Es más bien que la verdad es una
fragancia que embellece la literatura, un perfume indefinible pues no se puede
saber qué tanto penetra en el arte, y nos dedicamos, como lectores, a discernir
entre las frases. Nos sacamos la comida de la boca para estudiarla, opina el
autor acerca de los que analizamos la literatura. Ni modo, esta desagradable
ocupación nos produce mucho placer, incluso un doble placer. Descubre también que la belleza en las
frases largas, apenas se adivina, no se deja atrapar con facilidad, por eso aconseja renunciar a ellas definitivamente. Las tajantes sentencias de Jules Renard conllevan un peligro: están demasiado cerca del silencio.
Entonces, dice, uno puede estar preñado de ideas toda la vida y no parir nada.
Por suerte aquí hay muchos aforismos que son como tickets para el mundo del pensamiento refinado, si es que uno
quiere aprovechar la entrada. Ese pensamiento consistiría en perseguir
la naturalidad, la cual es paradójicamente lo más artificial, lo más complejo.
Es decir, pensaba que la literatura no era una forma de podar aquello que
naturalmente somos. Por el contrario, sería un punto de llegada para los
artistas que por principio buscan la afectación y la retórica deslumbrante.
Pero decíamos que la preocupación central de este autor era la verdad.
Desafortunadamente, en su caso, es una modesta posesión personal. Y por más que
uno lo quisiera seguir, va solo por su camino. Pues él decía: no se trata de
ser el primero, sino de ser único.
Jules Renard. Notas sobre el oficio de escribir: Extractos del Diario de Jules Renard, tr. de Abel Vidal.
Barcelona, José J. de Olañeta, ed., 2015. (Col. Centellas, 105)