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domingo, 21 de enero de 2024

Tiempo de saber, de Julio Scherer García y Carlos Monsiváis

  



 

Este libro contiene textos de Julio Scherer García y de Carlos Monsiváis. El primero amplía aspectos que había tocado en sus memorias periodísticas, Los presidentes, especialmente en el cerco del poder en torno a Excélsior y la manera en que Gobernación se encargó de financiar Excélsior Libre, un periódico dedicado a combatir el periodismo impulsado por Scherer. Por otra parte, el texto de Monsiváis… una crónica sobre la relación del poder y la prensa a lo largo de dos siglos. Desafortunadamente, se lee como una historia inconclusa; no hay quien haga la valoración, en unas pocas cuartillas, de lo que ha ocurrido en los medios los siguientes veinte años. El desprestigio autocultivado a conciencia por los medios corporativos, los youtubers que valiéndose de una conexión a internet han sitiado a la comentocracia, la censura calderonista, la cobertura de la contrarreformas energética y educativa en tiempos de Peña Nieto, el periodismo aparentemente independiente, la complicidad de los medios en la Guerra Jurídica, el actual cerco informativo de la prensa corporativa, pero especialmente: los medios condenados a reconocer los intereses que los guían y la guerra por la “objetividad” (por objetividad, los medios comerciales entienden: imponer su agenda particular). En su texto, Monsiváis narra los principales periodos y extrae conclusiones generales, como la idea de México en la Era del PRI: país de una sola lengua y de un solo discurso nacional; la irrupción de las escuelas de Comunicación y el fin del periodismo narrativo, la sustitución de “prensa” por “medios” en el sistema de información en el país, la caricatura como editorialización (con certeros análisis de algunos grandes caricaturistas). Es cierto que Monsiváis se centra en el periodismo impreso, práctica que ha desembocado en el mar de lo digital, por lo que hoy más que nunca se habla de “medios de comunicación”. Cada etapa de la vida en México establece una correlación de fuerzas. Pienso en el caso del Alemanismo retratado por Monsiváis: era en que se difunde el “hamiltonismo social” (acumular el capital en unas manos para luego repartirlo, ideología que llegaría hasta prácticamente 2018), la prensa que da cuenta de Alemán que preside no sólo un país sino las grandes celebraciones de sociedad, bodas, fiestas, inauguraciones. La sociedad como una gran foto de familia retratada por el sociólogo Charles Wright Mills, que devela los diferentes tipos de poder que no siempre quieren aparecer en las imágenes. La prensa de sociales era poco estimada por la alta sociedad, pues la consideraban un exhibicionismo propio de los nuevos ricos. A lo largo de las páginas se demuestra históricamente que el pueblo (la opinión pública) se ha informado en contra de los medios de comunicación y no gracias a ellos. La mayoría de los medios comerciales de hoy no dejarán una imagen diferente a las páginas frívolas del alemanismo que omitieron la represión a veces brutal como la que señala Monsiváis: el 1 de mayo de 1952 los hermanos Mayo retratan un obrero asesinado, abrazado por su madre. Será más fácil encontrar la imagen en el vestíbulo del Teatro Jorge Negrete, reproducida por Siqueiros, que en la hemerografía de entonces.

 

Julio Scherer García y Carlos Monsiváis. Tiempo de saber. Prensa y poder en México. México, Aguilar, 2003.




 

sábado, 20 de enero de 2024

El ajolote, de Andrés Cota Hiriart



 

El ajolote es un anfibio de cuerpo alargado y ligero, “puede decirse que casi serpentoide”, dice el autor de este libro. Tiene, además, doce pliegues transversales en cada costado y una gran cola. Me encontré con uno de ellos y quise acercarme para analizar la verdad de estas palabras, pero el pequeño animal dejó su proverbial quietud para retirarse horrorizado al fondo de su pecera. No miran fijamente como buscando una respuesta en los demás (por lo menos, éste no lo hizo). Esta característica –la velocidad– también se encuentra consignada en el volumen de Andrés Cota Hiriart. De dichos animales, casi lo único que yo sabía era lo que narra Julio Cortázar en su cuento “Axólotl”, publicado en 1956: que su figura es silenciosa e inmóvil, y de cuerpecito rosado y translúcido. Lo que quizá no sabía Cortázar era que aquellos que miró en el Jardin des Plantes de París eran seguramente descendientes de los 34 ejemplares vivos que llegaron a aquella ciudad en 1864, enviados desde Xochimilco en tiempos de Maximiliano. Auguste Duméril, profesor del Museo de Historia Natural, se interesó en ellos y escribió un texto titulado Reproducción en la colección de reptiles del Museo de Historia Natural, de ajolotes, batracios urodelos de branquias persistentes, procedentes de México (Siredon mexicanus vel Humboldtii), que nunca antes se habían visto vivos en Europa (1865). Tal vez el ajolote tenga tantos biógrafos como Tólstoi o Napoleón. De las diferentes ramas de esa extensa bibliografía, ¿por cuál subiré? Mientras que Cortázar se interesó por algunos aspectos de la psicología del ajolote, el ilustre doctor Duméril estudió la reproducción del ajolote, al cual le dedicó sus últimos años. Pero parece que la regeneración corporal es lo más fascinante: pueden perder los ojos, la mandíbula, cualquiera de sus patas o incluso un pedazo del corazón, y volverá a regenerarse con una rapidez admirable. La esperanza de arrancar ese secreto al ajolote ha llevado a varios gobiernos a invertir cantidades enormes en investigación. El secreto de activar en los genes humanos esa capacidad hace soñar, pero no mucho tiempo, ya que se trata de un sueño todavía lejano de alcanzar. Así que es mejor soñar con sus movimientos silenciosos, con su piel que se escurre de las manos. Tiene razón el autor en que parece una pieza arqueológica sumergida en el lodo, pieza que inexplicablemente no ha perdido su brillo a pesar de su antigüedad. Es cierto que tiene algo de irreal, que parece más ficticio que otros animales y que despierta una sensación inaprensible como él. Si pudiera, me gustaría conocer al Ambystoma velasci, cuyo nombre es un homenaje al pintor José María Velasco, que lo describió por primera vez. En vez de eso, guardo un billete de 50 pesos, con la efigie del ajolote. Y me entero de que el Banco de México no emitirá más de estos billetes porque la gente prefiere coleccionarlos que gastarlos. Tengo un ajolote en casa, pero hecho de cartón. Lo miro, lo miro, sin esperanza de mirar el mundo desde sus ojos.

 

Andrés Cota Hiriart. El ajolote. Biología del anfibio más sobresaliente del mundo (2016), ilustraciones de Ana J. Bellido, 2ª ed. México, Elefanta, 2022.

lunes, 15 de enero de 2024

Mujer en papel. Memorias inconclusas de Rita Macedo


Cecilia Fuentes recopiló las anotaciones de su madre, Rita Macedo (1925-1993), las ordenó y reconstruyó una personalidad que no acaba de quedar armada ante nosotros. Hay más pliegues en su vida de los que podemos sospechar. Yo ya la había visto pasar por varias películas, pero ciertamente no me había detenido a contemplarla hasta que me despertó la curiosidad con su serie de recuerdos. Escribió sus memorias, ¿pero para qué las escribe uno?, ¿para creerlas? Muchos conocidos míos la recuerdan, la vieron en las clases de José Luis Ibáñez, coincidieron con ella… Algo siempre atrajo a los extraños. Como aquellos “hippies” con los que coincidió en el Festival de Venecia y a los que pidió aventón para llegar al cine. Se miraron unos a otros y levantaron los hombros. Está bien… y la llevaron. ¿Se habrán extrañado de esa mujer distraída y elegante que no reconoció a los Rolling Stones? Esa narrativa centrada en su encanto, en su elegancia, que sólo sale de sí misma para sorprenderse con otro ser digno de admiración que fue Carlos Fuentes. Cecilia, que cosió los fragmentos de su madre para poder conocerla mejor, se dio cuenta de que le había mentido en aspectos de su vida. Gracias a sus recuerdos supo que Carlos Fuentes siempre fue un padre preocupado por ella, que no la había abandonado como se lo decía Rita. Nuevamente: las memorias, un señuelo construido pacientemente por la actriz para decirnos: esto soy, pero al mismo tiempo evadiéndose para poder suicidarse, con lo que esta angustiante labor de conocerla perdería sentido forzosamente. Entonces, esa bolsita de té que son sus palabras comenzó a disolverse en mí (su lector) y me hizo volver la vista a la pantalla. La pantalla… ese espacio que es la prueba de la existencia. Entonces, me tuve que preguntar: en el caso de los actores, ¿son sus personajes un reflejo, un espejo?, ¿son los seres ficticios puerta de entrada para las personas reales (tan evasivas)? Los padres de Rita Macedo cortaron su relación con ella, fueron ausencias definitivas. Y ella misma pareció desprenderse de sus hijos, quienes han decidido perdonarla, o no. Pero comprenderla… Cuenta ella que en los inicios de su carrera también se prostituyó. Relata que, en vez de ir a convivir con Pedro Infante mientras filmaban Pueblo, canto y esperanza (1956), se alejaba a leer algún libro de Kafka. Sí, mirar la vida a través de la lente de sus actuaciones. No sé si ella habrá sido un personaje de Usigli, de José Rubén Romero o de Pérez Galdós. Personas con problemas burgueses, escenas de duelos de silencios y de apartes. La tentación de la cámara opaca las dotes histriónicas, posar antes que actuar. Qué bueno que existe la cuarta pared y que todo ocurrió hace setenta años, porque ya no podremos irrumpir en la historia para decirle a Manolo Fábregas que nos parece evidente que no ama a su esposa, Rita Macedo, tanto como al amante de ella, Rubén Rojo. Tampoco importa que dejara colgado el disfraz de Andara en el camerino, la prostituta que sigue por los caminos al padre Nazarín. La época le construyó a Rita Macedo una personalidad llena de puertitas, de claroscuros en el espíritu, de fatalidades de un destino que cobra en el sindicato único de trabajadores de la industria cinematográfica. Las palabras de este libro atraen para que uno naufrague en una filmografía fascinante, para que siga a una actriz de rostro inolvidable, que fue musa de un novelista y de varios directores notables. Rita Macedo es un personaje tan atractivo que la autora de estas memorias la persiguió casi hasta el fin, para tratar de entenderla. Me gustaría saber si hay algo más profundo en la personalidad de un actor que la actitud de eternidad ante la cámara de cine.

 

Cecilia Fuentes (recopilación y ed.). Mujer en papel. Memorias inconclusas de Rita Macedo (2019). México, Trilce, 2020.