Recuerdo con mucha fidelidad el último discurso de Salvador Allende, pronunciado la mañana de su muerte. Lo tuve en disco cuando niño, y lo escuchaba como una canción favorita. Ahora que lo volví a leer, pero en su transcripción completa, volví a emocionarme al reconocer los pasajes que conozco, oía la voz de Allende, el trabajo mental de elegir las últimas palabras definitivas. Plantear una utopía, pero rápidamente, antes de que los carabineros destruyan la puerta del Palacio de Moneda y entren a asesinarlo, vislumbrar el futuro más allá del negro presente. Sí, las considero unas palabras tatuadas. Las palabras de donde se extrae el título de este libro, especialmente: “mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre…” La retórica de Salvador Allende es emocional, es su llave para intentar abrir el espíritu de su auditorio. Una llave que no le funcionó en ciertos casos, pues el gobierno de los Estados Unidos y el fascismo chileno (bastante más criminal que el mexicano) no fueron muy receptivos a su palabra. Pero operaron de una manera, si se quiere, menos retórica y más pragmática, creando la ilusión de que el capital extranjero no tuvo nada que ver con la política de Allende, y que la destrucción de privilegios no tuvo la misma importancia que el gusto de su gobierno por las “manías igualitarias”. Con estas palabras calificó el ensayista Alejandro Rossi su gobierno de tres años. Ese periodo era un festival cuyo desenlace lógico sería el necesario golpe de estado de Pinochet, porque sin represión no se llega a ningún lado. La “conclusión” de Rossi, en su ensayo “Guía del hipócrita”, es la siguiente:
“En el fondo –¿no es cierto?– no ha pasado nada en Chile, una pompa de jabón se deshizo, una fantasía duró un poquito más de lo normal, se acabó la fiesta y vuelve ahora el momento histórico que le corresponde. Es un regreso a la realidad porque, hablando en serio, Chile, entre 1970 y 1973, no existió (…) Creo fervorosamente en la pedagogía, pero también creo en la fuerza del miedo, de los hábitos y del bolsillo”.
Una fantasía que iba contra la historia. Menos mal que se acabó entonces. Aun cuando Allende no responda a esta descripción. Había en él fervor, se le puede llamar romanticismo, pero no estaba desligado de su actuación política. Por el contrario, el discurso que Allende leyó en la ONU en 1972 es notable. Explica el bloqueo financiero a su país y denuncia la agresión de las trasnacionales a su gobierno, incluso antes de que fuera gobierno. La International Telegraph & Telephone (ITT) planeó, junto con los fascistas chilenos, el asesinato del general René Schneider, garante militar de las elecciones en que ganó Allende. El presidente Eduardo Frei dejó actuar a la ITT en su territorio, aliarse con los grupos fascistas y disfrazarse de “grupo izquierdista” para matar a Schneider. Naturalmente, la retórica de la derecha tiene sus efectos, y muchos recuerdan al “soñador” Allende. Los otros, los intereses mercantiles, se disfrazan de Leyes Naturales y continúan actuando según su plan divino.
Salvador Allende G., Abrirán las grandes alamedas. Discursos, 1ª ed, 9ª reimp. Santiago de Chile, Libros del Ciudadano, 2013.