Etgar Keret (1967) ha dicho que le gustan los finales felices, lo cual no significa que los cuentos de este libro lo sean. Por el contrario, sus personajes son llevados por la tristeza, la insatisfacción y adversidad. Sólo que el autor maquina con sus recursos para entregarles a sus propios personajes algunas perspectivas alentadoras. No en todos los casos, pues en algunos de estos cuentos queda una tristeza sobrante que discretamente podría ser barrida y escondida debajo de la alfombra. Mientras leía este libro me imaginaba al autor como un equilibrista entre dos abismos, el de la alegría y el de la tristeza. Precipitándose de un lado se podría caer en la puerilidad, y del otro, en el melodramatismo. Sí, caminar por el punto medio le da cierta elegancia para llegar al otro lado. Pero desafortunadamente, es posible llegar al otro lado y concluir un relato sin necesariamente entregar mucha profundidad, antes bien cierto aire caricaturesco e irracional a sus personajes, especialmente los niños. Ignoro en quién piensa este autor en el momento de escribir, no obstante parece que el público que lo consume es fundamentalmente el juvenil. No está mal, sólo que este libro tiene varios registros, algunos que denotan felicidad ingenua y otros una repentina y sombría tristeza. Dudé mucho antes de dedicarle unas líneas a este autor, pues por desgracia parece que no me encuentro dentro del blanco al que van destinados los dardos de estas narraciones. Hay un limpiador de jaulas de un circo rumano que acepta sustituir al hombre bala en su espectáculo (“La penúltima vez que fui hombre bala”); un joven que se entera, durante una visita a una exposición sobre la Noche de los Cristales Rotos, que su esposa abortó un hijo llevada por el hartazgo de su relación (“Yad Vashem”); hay también un joven que le pide a su amigo escritor que le escriba un cuento que “le ayude a llevarse a las chicas a la cama” (“Tod”). Que tengan elementos para ser cuentos interesantes no significa que lo logren ser. Quizá el principal defecto sea esa necesidad de aparentar ingenio sacrificando cualquier otra cualidad narrativa. En fin, no quisiera ser injusto, quizá buena parte de la calidad de un autor se deba a la cooperación de los lectores para construir los atributos de las obras a que se enfrentan. Pero dichos atributos tendrían que poder demostrarse textualmente.
Etgar Keret. La penúltima vez que fui hombre bala/ תקלה בקצה הגלקסיה(Falla en el borde de la galaxia, 2018), tr. Ana María Bejarano. México, Sexto Piso, 2019.