Después de revisar este tomo de obras completas de Octavio
Paz, el dedicado a la literatura mexicana, podemos darnos cuenta de varias
cosas. En primer lugar, que no pretendió ser un historiador de la poesía
mexicana. A lo mucho eslabona momentos, hace organizaciones más bien
metafóricas de personajes, o “generaciones”, como frecuentemente dice. Que la
prosa le gustaba menos como tema (llama la atención que no estén aquí sus
prólogos a La noche de Tlatelolco y a
la Picardía mexicana, quizá en otro
tomo), también es notorio. Aunque están los ensayos dedicados a Villaurrutia y
a López Velarde, hay asimismo mucha “poética de ocasión”, como le dijo Raquel
Tibol con frase fulminante. Y que el gran interés de su vida fue sor
Juana Inés de la Cruz, el gran enigma, el fantasma siempre fugitivo de nuestra
literatura. Se entiende, como se observa en la polémica con Elías Trabulse, que
se sintiera dueño del tema que lo obsesionaba. Por alguna razón faltan sus
polémicas en torno al tema que lo enfrentaron con los ideólogos contemporáneos
de la iglesia, quienes se escandalizaron con este libro (se me borran las
motivaciones, pero recuerdo que pretendían conservar a la escritora como de su
propiedad exclusiva). Perseguir a sor Juana. Vano empeño, como ella misma
persiguió la verdad, la felicidad, la realización personal en la literatura.
Sí, la verdad, pues ése es el tema central de su poema Primero sueño, su agotamiento para buscarla en un mundo que no se
lo permitiría. Se tuvo que convertir en alma neutra, masculina, despojarse de
sí, como el alma del cuerpo, para volar. Entonces, esa actividad constante de
escribir equivalía a realizar meditados cálculos políticos entre virreyes y
prelados. Sor Juana se atrevió a más, ¡el conocido pecado de la
extralimitación!, y se enfrentó al poder, lo que la destrozó. Es emocionante el
pasaje en que Paz recoge los pétalos caídos y recompone la flor de su rebeldía,
para decirnos que sor Juana hasta el final perseveró en la escritura, y que, al
morir, se encontró en su celda el borrador de un poema. No podemos acercarnos
más, o no mucho más, y ella, ella no puede sospechar que la asediamos, por más
que lo intentemos. Es el retrato de la soledad de una época, la impotencia de
tener tan pocos asideros para esculpir una verdad aunque sea preliminar para
presentar ese espíritu con tantos dobleces. Hablando de fantasmas, en
demasiadas ocasiones el del comunismo recorre este libro, pues no se cansa de comparar
a la Nueva España con la URSS. Por otra parte, llama la atención que entre sor
Juana y Ramón López Velarde no haya nada digno de notar entre las preocupaciones
de Paz. Bueno, si no olvidamos mencionar a su abuelo, Ireneo Paz, un
emocionante retrato (y autorretrato) que nos hace preguntarnos por qué el autor
prácticamente borró el siglo XIX mexicano de sus intereses literarios.
Octavio Paz. Generaciones
y semblanzas: Dominio mexicano. Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la
fe. México, FCE, 2014. (Obras Completas III)