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domingo, 2 de octubre de 2022

Niño perdido, de Ilán Lieberman

  



 

¿Por qué relaciono la obra artística de Ilán Lieberman con la impertinencia? Quizá se deba a que se interesa por todo aquello que cotidianamente tratamos de ignorar: los volantes que nos extienden en la calle con el fin de pedirnos dinero, las hojas pegadas en las paredes del metro que exhiben los rostros de los niños extraviados, la publicidad urbana que nos ofende pero que olvidamos rápidamente. Frente a los músicos callejeros, los sexoservidores, los campesinos, los indígenas y otras manifestaciones de la inexistencia social se despliega el trabajo de este creador. En muy pocas palabras dije ya cosas que se contradicen entre sí, porque no son iguales las manifestaciones de los excluidos –las personas que recurren a los medios a su alcance para intentar una simpatía con una sociedad indiferente– que los espectaculares con sus rostros gigantes que se meten por las ventanas a husmear en nuestros gustos. Comparten algo: la indiferencia de los transeúntes ante estas manifestaciones. Nada tan contaminante como la publicidad del Partido Verde, aun así no la vemos. Lo mejor será intensificarla, pero también descontextualizarla. En eso consistió precisamente otro de sus proyectos: en una casa del Centro Histórico repetir el rótulo que sirvió para las elecciones de 2009: “PENA DE MUERTE PARA ASESINOS Y SECUESTRADORES”. Otra obra consistió en: fotografiar el mismo espacio urbano (un espectacular en medio de la calle) a lo largo de varios meses, para mirar el paso de la publicidad, que se presenta, nos invade y luego se va sin dejar rastro en la memoria. Toda proporción guardada, Monet pintó treinta veces la catedral de Rouen, con diferentes matices y grados de luz. Por nuestra parte, evitamos a toda costa mirar grandes porciones de ciudad, esa enorme Gorgona de lo cotidiano que nos ha petrificado (la imagen es de Italo Calvino). El trabajo de Ilán Lieberman consiste en logar que todo aquello que no queremos ver entre a la conciencia por otros métodos. Este creador se acerca cuidadosamente al transeúnte y le extiende una invitación (a ésta sí hay que acudir porque es elegante, tiene un diseño bien hecho y promete que habrá brindis de honor). Así, la víctima se convierte en espectador y verá con gusto y curiosidad lo que bajo otras circunstancias le repugnaba. Qué interesante es la gráfica de los excluidos, sólo que no se le había visto desde una óptica adecuada. Dicho de este modo, parecería que al llevar estas manifestaciones al territorio de la élite artística se las enaltecería. Sin embargo, no es así. Lo que en realidad ocurre es que el territorio del arte también se transforma; es un espacio que pretende quitar la barrera entre el museo como espacio burgués de la contemplación. Sólo que el terreno que separa hoy el arte de los demás discursos es extenso, así que lo deseable es el frotamiento de ambos mundos, la reflexión que nos pide explicar por qué entra al espacio del arte todo aquello que no entra a casi ninguna parte. Miro el catálogo de esta muestra, Niño perdido (lápiz sobre papel, 2005-2009): Ilán Lieberman decidió reproducir a mano, con ayuda de un microscopio, los rostros de cien niños extraviados. Rostros que algunos han mirado vagamente mientras esperaban el metro. Las hojas originales informan sobre el nombre, la estatura, la complexión, el cabello, los ojos, las señas particulares y la fecha de extravío. No sé si esa imagen borrosa de su rostro ha ayudado a salvar a uno de ellos. Como han pasado tantos años, los miro sin esperanza de nada, no los miro para salvarlos, cómo podría. Lo que era urgencia se convirtió en parte de un proceso artístico que desprendió poco a poco su rostro de cada uno de sus destinos. Las preguntas de tipo existencial, las que tienen que ver con la desgracia, deben de separarse también aquí. Lo que hay ante el artista es una hoja con puntos, porque ya sean fotografías, dibujos a mano o imágenes digitales, son documentos que ocultan una tragedia particular. Mi inquietud, o la inquietud de quien mire esta serie de retratos, es inútil porque han pasado los años, y los rostros han cambiado si es que han crecido. Sus retratos me recuerdan que no sirve de nada mirarlos. No sabemos siquiera sus circunstancias. Quizá aflore una inquietud, lo cual está bien, ya que mientras su anuncio era contemplado en las calles no provocaban nada. Aislar una inquietud, una sensación que no sabe a dónde conducirse, en qué puerta tocar. Esta serie se acabó en 2009, desde entonces han ocurrido tragedias más localizables en el tiempo. Murieron 49 niños quemados en una guardería, en Hermosillo, Sonora, el 5 de junio de 2009. Los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecieron entre el 26 y el 27 de septiembre de 2014. No hablaré aquí de las causas que se enarbolan alrededor de estas tragedias, sólo que la imagen ha servido de articuladora: los rostros, ya sea sonrientes, difuminados, inexpresivos, todos son la demostración de una existencia. La reflexión en torno de la imagen puede llevar por varios caminos, ya que algunos piensan que detrás de la fotografía técnica no hay nada: es una red hecha de puntos en medio del vacío que a su vez encubre otro vacío, teniéndonos que conformar con la imagen como única realidad, sobre la que se puede crear cualquier realidad. Sí, sería una afirmación de la posmodernidad en torno a la imagen. Hay páginas que crean rostros: un click y un rostro nuevo, otro click y otro rostro. Rostros sin vida, los cuales usurpan con su mirada un lugar en la existencia, que existieron por el tiempo que tuvimos a la vista la página que los creó. Sin embargo, por más que se les pode, el contexto vuelve a crecer sobre estas imágenes. En el caso de los jóvenes desaparecidos en Ayotzinapa, la pugna en torno a sus destinos ha sido más ardua: una sociedad ha tenido que pugnar con más énfasis sobre una realidad adversa para comenzar a tener una respuesta. Son rostros que preguntan por qué, y ahora mismo hay numerosas personas tratando de buscar las palabras para enunciar una respuesta. En el caso de estos niños, la pregunta necesariamente ha de quedar trunca así como su respuesta. No sabremos qué ocurrió con sus destinos. Naturalmente, debe de existir una ventanilla a dónde ir a tocar para preguntar acerca de esta rama del destino. Ya lo hizo uno de los prologuistas (Fabrizio Mejía Madrid), existe una serie de respuestas imprecisas en torno a estos rostros que miran al futuro de frente, atónitos, sin que tengan una noción clara de qué es el futuro. Los niños son sustraídos en gran medida por uno de sus padres sin el consentimiento de su pareja, la quinta parte de ellos fue robada por una camioneta sin placas para ser comprados por parejas que los adoptan ilegalmente. En algún momento de su vida sabrán que tienen rota una parte de su pasado. En el caso de los desaparecidos de Ayotzinapa, es el poder que quiso imponer la aceptación de una “verdad” que tapaba lo que realmente ocurrió. Los niños de la guardería ABC son promesa rota en plena raíz. En ninguno de esos casos la explicación individual basta: su desaparición es resultado de un Destino colectivo, y lo es a un grado en que desaparecer es un verbo que se convierte en un sustantivo, comienza a andar, a tomar una forma histórica concreta, pues la Desaparición ha tomado otras formas en distintos momentos históricos. En un ensayo de 1912, Alfonso Reyes se refirió a los desaparecidos. Eran tiempos más poéticos, en que desaparecer tenía algo de misterioso y estético a la vez, en que el escritor podía cantar una elegía a la estadística que era manifestación de las fuerzas “oscuras e inanimadas que trabajan en la entraña de la sociedad”. Los Desaparecidos de hoy no tienen ese privilegio de la desaparición estética. Sus rostros fueron tomados en un momento en que no sabían que un día cercano tendrían que faltar. Y sin embargo, son rostros que nos parecen atónitos. Miran, no obstante, hacia un tiempo verbal circundante, el pasado, el copretérito, el futuro improbable, para saber si a su alrededor el mundo se ordenará finalmente para otorgar una respuesta.

 

Ilán Lieberman. Niño perdido. México, RM, 2009. 

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