Sé muy poco del Universo, pero confieso que entre más intento conocerlo creo entenderlo menos. Así que prefiero ignorar ciertas cosas. No tuve que elegirlo como mi hogar, creo que no tiene vicios ocultos pero al menos no tengo firmado ningún contrato por vivir en él –al menos, que yo sepa. Agradezco las constantes cosmológicas, de las cuales no estoy consciente, pero sé que si se alteran mínimamente sería muy difícil continuar viviendo en este sitio. Todo aquí es muy estable, los días y las noches se suceden regularmente. Y cuando dejo de ver a alguien por algún tiempo sé que alguno de los dos ha envejecido una millonésima de segundo más que el otro, pero eso no importa. Es tan despreciable esa cantidad que no importa… Nosotros mismos somos una cantidad infinitesimal formada después de un punto. El doctor Gámov escribió varios libros sobre este tema hace bastantes años, e incluso lo que a él le sorprendía se ha quedado bastante atrás en el camino de las sorpresas. Para ser sincero, no entiendo mucho de sorpresas en el tema de la infinitud. Así que me conformo con medio entender este libro de divulgación, en que el protagonista, mr. Tompkins, tiene sueños reveladores luego de asistir a las conferencias de un profesor de Física. Gracias a estos relatos sé que si quisiera extender en un plano la superficie de la mitad de una naranja, en algún momento se tendría que romper. Pero si quisiera extender una papa de una caja de Pringles, se formarían una serie de “arrugas” sobre el plano. Esto se debe a que son dos formas de curvaturas: en el caso de la naranja, se trata de una curvatura positiva, y en el segundo, de una curvatura negativa. Esto significa que un cuerpo de curvatura positiva tiende a ocultar menos superficie; en cambio, una curvatura negativa, gracias a sus arrugas, esconde más espacio. Por otra parte, la naranja no puede extenderse infinitamente pues una esfera tiene que volver a cerrarse sobre sí misma. Desafortunadamente, las papas Pringles no existían cuando se escribió este libro, pero tienen una forma ideal para mostrar que esta forma geométrica curva, llamada paraboloide hiperbólico, se puede extender infinitamente. De hecho, es probable que el Universo tenga esta forma: que entre todos los tipos de galletas o de botanas, sea parecido a una de estas papas. Quiere decir que las líneas que uno proyecta sobre el infinito no regresarían al punto de partida, como ocurre en una esfera, sino que se perderían para siempre en la distancia. Que el universo se expande y se expande. Son mis rudimentos cosmológicos, bastante antiguos porque desde que el doctor Gámov escribió este libro el universo se ha expandido inimaginablemente, además de que los conocimientos científicos se han modificado mucho. Incluso, es notorio que mientras fue escribiendo su libro, el autor cambió de opinión con respecto a la forma del universo: en el primer capítulo era esférico, y más adelante ya era paraboloide hiperbólico. Ignoro qué forma ha adquirido desde que lo dejamos en su sitio. Pero me parece importante decir que el traductor de este libro es un poeta, Juan Almela, mejor conocido como Gerardo Deniz. Desafortunadamente, conozco poco su obra, pero siempre es buena noticia encontrar un poeta, especialmente en un lugar tan enorme como el universo.
Tepic, 7 de diciembre
G. Gamov. En el país de las maravillas. Relatividad y cuantos / Mr. Tompkins in Wonderland (1940), tr. Juan Almela Castell. México, FCE, 1958. (Col. Breviarios, 134)
No hay comentarios:
Publicar un comentario