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sábado, 15 de abril de 2023

Clandestino. En busca de Manu Chao, de Peter Culshaw

      



 

¿Tan rápido quedaron lejos esas fiestas en que bailábamos a Manu Chao? Pero si apenas hace poco sonaba todo el día en la casa su música que nos acompañaba hasta las madrugadas. Caminábamos por la noche rumbo a una colonia desconocida, con cervezas en la mochila, y luego hablábamos de filosofía y de altermundismo. Hoy ya está un poco empolvada esa palabra. Antes, se encontraba entre los ideales que limpiábamos en las mañanas antes de regresar a la Facultad de Filosofía y Letras. Vuelvo a poner los discos de Manu, ¿y qué escucho? Canciones que parecen un radio sintonizado a la mitad de la noche, recuerdan un sendero a lo desconocido por entre las ciudades, parece que allá a lo lejos hay una batucada colectiva. Sí, ya sé que piensan, que ese tonito para hablar y para cantar es el de la izquierda fresa, que son los revolucionarios de Coyoacán. En eso no ha cambiado nada la derecha, haciendo siempre examen de admisión para aceptar quién puede pertenecer a las diferentes ideologías. Para la derecha, ayer como hoy, sólo hay dos opciones: riqueza para unos cuantos o pobreza para todos. Contra ese determinismo reflexionábamos, mientras que Manu organizaba giras por los países del viejo Tercer Mundo. Quizá andaba por Argentina, dando un concierto en beneficio de La Colifata, el programa de radio a cargo de los pacientes de un psiquiátrico. A lo largo de cuatro horas, los pacientes leen poemas, cantan una canción… para ello se anotan en un pizarrón y esperan su turno. Una tarde también Manu Chao esperó su turno para cantar, en el programa de La colifata, una canción gallega de cantina, “Carreteiro”. Esta música es como una maraña de lenguas y de pueblos. Se debe, quizás, a que el propio Manu está formado de esa maraña. Canta lo mismo una canción que le oyó a Bola de Nieve que la música punk de sus tiempos en París. La música llegó a su vida porque en una ocasión, su padre, el periodista Ramón Chao, fue a entrevistar a Roland Barthes. Al finalizar la entrevista, los dos se pusieron a tocar el piano, y el entrevistado le recomendó al periodista que se comprara un piano “para liberar la presión del intelecto”. Pocos días después, un piano llegó a casa de los Chao. Pero existía antes un vínculo de Manu con Latinoamérica y con la música: en la familia existía la leyenda de que Dolores, la abuela paterna, era la musa de la famosa danza habanera “Tú”, de Eduardo Sánchez de Fuentes. Es un personaje que parece que siempre se va, un poco inasible en su presencia y en su voz. Desaparece por largos periodos, pero de algún modo, se sabe de dónde viene: de 1988, tiempos del movimiento okupa en Francia, año en que Mano negradio a conocer su primer éxito, “Mala vida”, y su viaje culmina con el disco Clandestino, el más vendido en la historia del rock francés. El trabajo del biógrafo de Manu Chao consiste en perseguirlo por el mundo, por África, Estados Unidos, México… De la página 334 a la 352 se habla de su paso por México: escucha las canciones de Valentín Elizalde, conoce movimientos sociales, se entera de la represión del gobierno del gobernador Peña Nieto contra los pobladores de Atenco (recuerdo todavía el velorio de Alexis Benhumea), y califica esta atrocidad de “crimen de estado”. El libro habla de la actitud amenazante del gobierno de Felipe Calderón. Hasta hace poco nos enteramos de que efectivamente el nombre de Manu Chao estaba en una lista negra. Queremos limpiar el terreno de la Historia, y por lo menos los dos nombres mencionados arriba pertenecen a la basura histórica. Y dado que la música de Manu Chao tiene como materia el caminar, siempre hay la opción de volver a México. Al fin de cuentas, se despidió en el Zócalo con la canción de Fernando Z. Maldonado, “Volver”.

 

Peter Culshaw. Clandestino. En busca de Manu Chao / Clandestino. In Search of Manu Chao (2013), tr. Jules Vineyards. s.l., Libros del Kultrum, 2021.

 

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