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jueves, 12 de enero de 2023

Vanguardias artísticas ruso-soviéticas, de Jorge Juanes



 

Todavía es común pensar que el arte es algo que se contempla. Lo es menos pensar que también es arte contemplar la contemplación. Con esto empieza un desdoblamiento quizá infinito que no sabemos bien a dónde nos lleva. Pero quedémonos en un primer momento, aquel del asombro en que el espectador de arte se da cuenta de que quizá el marco de un cuadro y hasta el mismo espacio en que se encuentra expuesto es parte del arte. Comienza una operación mental que concluye tarde o temprano que no hay adentro ni afuera en aquello que conocemos como arte. Se escucha, entonces, dentro de la sala de exposiciones el ruido de la calle, la muchedumbre que recién hizo una revolución. El mecanismo artístico es un engranaje de un proceso histórico, por lo que se propone ahora estudiar los materiales con que produce la belleza y el proceso de su construcción. Por distintos medios llega a las mismas conclusiones a que el capitalismo llegaba: a la estetización de la vida cotidiana. Las vasijas, los rascacielos y la moda necesitan transmitir la buena nueva; y aquello que en Occidente conocemos como futurismo o art-déco, en la URSS tiene un reflejo deformante que se conoce como constructivismo, rayonismo, suprematismo y otros muchos de los cuales suplico una licencia para no tener que explicar qué cosa son. Por ahí están los manifiestos que certifican su novedad y su particularidad. Baste decir que no son obras originales, dado que son similares a otras obras de otras vanguardias, sólo que el contexto las convierte en únicas. Podemos ver expuesto un cuadro de sólo pintura negra. Si es suprematista el creador, lo llamaremos Negro puro, pero si lo vimos décadas antes en un museo francés, en tiempos del Romanticismo, se llamaba entonces Combate de negros en una cueva, durante la noche. Como ya dije, no importa. Simplemente, es necesario que el arte tenga su manifiesto adjunto. De todas maneras, ya dijimos que no hay adentro y afuera. La obra está dentro de su ideario, y viceversa. Lo verdaderamente peculiar (me parece) de las vanguardias estudiadas en este libro es la gran presencia de las mujeres. Es demasiada la información, no me llevaría a ningún lado tratar de entender escuelas y memorizar nombres. Así que elegiré uno solo, el de Alexandra Ekster (1882-1949), artista que vivió en París, en donde conoció a Apollinaire, Picasso y Braque, entre muchos otros artistas. No fue sólo pintora, ya que hizo arte en cada manifestación en que se interesó: el vestuario, el cine, el diseño gráfico… Parece cubista, o futurista (que de otro modo se debe de decir en el vocabulario de la vanguardia soviética), y la ropa que diseñó para representaciones teatrales y dancísticas pareciera mezclar el espíritu de Chagall con los diseños de la Bauhaus. No manejo el glosario de la vanguardia para explicar su mundo, así que sólo diré que, en sus cuadros, los colores parecen flamas intensas que bailan, que adquieren formas y logran convertirse en ciudades, orquestas de jazz, paseos dominicales… Ella pensaba que la gente de la ciudad se vestía de colores aburridos, con “anonimato burocrático” e impersonal, a diferencia de los trajes tradicionales de los campesinos, llenos de color. Fue un trago de color para el alma gris de las ciudades.

 

Jorge Juanes. Vanguardias artísticas ruso-soviéticas. México, Conaculta, 2015. 

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