Otras entradas

viernes, 13 de mayo de 2022

La balada del viejo marino, de Samuel Taylor Coleridge

  


 

Entre los beneficios que ha traído a la humanidad el dolor de muelas, no debe dejar de mencionarse la poesía de Samuel Taylor Coleridge (1772-1834), cuyo uso del opio para tratar los fuertes dolores le abrió la puerta de las alucinaciones a la edad de 24 años. En un corto periodo de tiempo, escribió sus mejores poemas, cumbre lírica que no pudo alcanzar antes ni después: Kubla Khan (escrito en 1797 y publicado en 1816) y La balada del viejo marino (1798). Este último fue dado a conocer sin su nombre en un libro llamado Baladas líricas, y sólo hasta 1817 se publicó en un volumen en que se reconocía su autoría. Fue entonces que agregó en los márgenes una glosa que acompaña, desde entonces, los versos del poema, mismo recurso que usaría mucho tiempo después Pablo Neruda en su libro Canto general (1950). Del corazón de este libro surge una rama que lo une de otro modo con el poema de Coleridge. En La balada…, un viejo marino interrumpe a tres jóvenes que se dirigen a una boda. Sólo uno de ellos se detiene a escuchar su historia: el viaje durante el cual mató sin motivo a un albatros que acompañaba amistosamente a la tripulación. Es un poco extensa tu historia, anciano, pero en esencia sabemos que el viento se detuvo y que la sequedad del cielo hizo delirar a todos los marinos; que más adelante, vieron llegar entre sus alucinaciones, una nave sobre la cual venían la Muerte y la Vida-en-la-Muerte, quienes se jugaron a los dados las vidas de los tripulantes. Tú, viejo marino, sólo tú fuiste ganado por la Vida-en-la-Muerte, y tu castigo fue ver a tus compañeros derrumbados por el hambre y la sed, mirándote con odio y sin fuerzas para poder hablar. Sólo hasta que llovió, luego de días, el marino pudo rezar, y los ángeles descendieron para ocupar los cuerpos de sus compañeros, los cuales lo condujeron hasta Inglaterra. Todo eso –el viaje, el asesinato del albatros, el delirio– es la emanación onírica de un dato que Coleridge leyó en el libro de George Shelvocke, Un viaje alrededor del mundo a través del Gran Mar del Sur (1826): la historia de un marino que, hacia 1809, mató un albatros negro a su paso por el estrecho de Magallanes. De ahí que Pablo Neruda escribiera su poema “Corazón magallánico”, para su Canto general, pero convirtiendo ese viejo marino en Fernando de Magallanes. Lo realmente sorprendente es que el escritor Robert Fowke, en el libro El viejo marino real (2010), se haya dado a la tarea de buscar en los mares de papeles del mundo el destino del marino que históricamente mató al albatros negro en Chile, Simon Hatley, para descubrir que, en algún momento de la vida, en un mismo barco, viajaron los tres personajes reales que inspiraron a los más reales personajes de ficción: el viejo marino, Robinson Crusoe y Lemuel Gulliver. Por su parte, Charles Baudelaire convirtió el albatros en el símbolo del poeta: aquel que camina torpemente cuando camina por la tierra pero que vuela por los cielos cuando despliega asombrosos versos. Las bellas traducciones de Nelly Keoseyán y Jaime Siles esbozan un mar inmenso que se despliega alrededor de este poema.

 

Samuel Taylor Coleridge. Una visión en dos sueños: La balada del viejo marino / Kubla Khan, ilustraciones de Gustave Doré, tr. y pról. Nelly Keoseyán. México, Fondo de Cultura Económica, 2005.

––––. La balada del viejo marino / The Rime of the Ancient Mariner, tr. y pról. Jaime Siles. Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2021.

No hay comentarios: