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miércoles, 27 de diciembre de 2006
Individualizacion racional frente a la naturaleza (Impresiones de la obra de Alberto Kalach)
Toda individualización de la realidad supone una abstracción, una separación que aleja al objeto de todo lo otro. Este procedimiento, cuando viene de fuera es, necesariamente, un acto de conocimiento, la exclusión teórica de los nexos del objeto y del fluir de la realidad tiene que culminar con la restitución del objeto a sus relaciones reales; aunque se trate de la restitución de un objeto que ha sido negado y relativizado (¡carcomido!) en un proceso dialéctico de conocimiento. Pero un discurso puede individualizarse por sí mismo: desde dentro; se separa, de hecho, y toma conciencia de su existir, para luego devorar todo a su paso. Esto lo hace casi todo discurso: ni el discurso libertario (ni el democrático) deja de ser, en este sentido, completamente totalitario. Porque cada discurso intenta reformular el mundo desde su epicentro no conformándose con su propia circunstancia: comienza a devorar hacia el pasado y hacia el futuro. Toda la voracidad necesaria para lograr su espacio en el mundo.
Hay formas del discurso que nacen en el poder necesariamente (requieren acumulación previa): el arquitectónico, el cinematográfico; su existencia es por sí sola la demostración de su influencia. No así la poesía, el teatro, que nacen y se dirigen a la marginalidad (pero a una marginalidad relativa: son requeridos por el poder cuando los necesita y los saca de su cloaca para que fulguren bellamente a la luz del día. ¡Y ya! Vuelven a la oscuridad que se les ha impuesto.) En este sentido, me impresiona la obra del arquitecto Alberto Kalach: se trata, sin duda, de un discurso que se autoaniquila; es el pensamiento de una bella durmiente que se despierta para ver que ha sido devorada por la naturaleza, para verse convertida en una racionalidad carcomida por el ser natural, arquitectura geológica si se conviene en que es la continuación racional de las fuerzas naturales. Discurso que requiere del poder para ocultarse: parece que las necesidades del poder por ostentarse de manera aplastante han terminado (González de León, principalmente) y que ahora busca la integración con las fuerzas elementales de la naturaleza. He pasado frente a sus edificios: se necesita tiempo para notar la existencia del bloque, del peso de lo habitable. No es racional ni vernáculo: es una deposición de lo que se aleja de las fuerzas naturales. La contemplación de la naturaleza desolada crea un vacío, así este tipo de arquitectura: es la creación de un vacío (la ocultación del volumen en la perspectiva, la acumulación del espacio arquitectónico en la porción de campo visual oculta detrás del vacío). Tal vez ese vacío que observo en su estructura (los departamentos del Parque México, la casa en Contadero) sea el aspecto político: una omisión puesta en primer plano. Al observar los bocetos de Kalach (realizados en acuarela) noto que la creación privilegia lo ya creado: el creador no es tal –o parece que intenta negarlo– sino un continuador porque, al emerger, el discurso arquitectónico no se mira a sí mismo (o parece no mirarse) y se desarrolla continuando las fuerzas que lo depositaron ahí. La aparente o voluntaria inconsciencia es la dirección del discurso, ¿por qué el poder vive aquí latentemente? ¿Por qué no quiere mostrarse ahora de manera destructiva y represora? Los buenos modales democráticos hacen que el poder se recluya: las imponentes Torres Punta Ixtapa lo son no porque impongan materialmente sino porque ocultan su fuerza, aquella que la hace emerger de la tierra. El poder prefiere ahora esto: emerger conjuntamente de la tierra con la maleza. ¡Qué bueno que eligió meterse él solo a esta trampa! En el arte, el poder está acotado: es sólo una fuerza más en las manos del creador. ¡Así se divertía en las praderas, tocando la ocarina y viendo a sus ovejas antes de ser decapitado en las guillotinas! Es arquitectura de poder (no hay salida: el arquitecto no puede hacer otra cosa), pero con una resolución inteligente: el poder extirpado y mostrado frontalmente, el vacío interno del poder exhibido, atrapado luego de que quiso ocultarse detrás de la naturaleza.
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