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domingo, 29 de mayo de 2016

Los primates de Buffon, de Jorge Martínez Contreras


 
Con este libro aprendí varias cosas de los primates. Por lo menos, que no son los mismo los simios y los changos. Los simios no tienen cola y son los más parecidos al hombre. En tanto que los changos, más lejanos del ser humano, tienen cola. Algunas son prensiles y les permiten colgarse de los árboles. Pero muchos no tienen esa facultad, lo que hace que changos y simios estén indistintamente sobre, entre y debajo de las ramas de los árboles. Aparentemente, los académicos de la lengua también están por las ramas en el caso de los primates. Chango, dice el Diccionario de la Real Academia, es un mono. Bien, leamos qué cosa es un mono: “Animal del suborden de los simios”. Es un poco confuso, porque en otros idiomas, la diferencia tiene que ver con la cola. Los mexicanos, sin tener nociones de primatología, sabemos que los gorilas son simios pero no changos. Será que los académicos no son muy afectos a los changos, sobre todo porque han sido usados como parodia de los saberes humanos. Las antiguas academias se ofendieron enormemente cuando se insinuó que esa fauna estaba hermanada con nuestra especie. Miramos los ojos de un simio intentando ver el lejano advenimiento de la humanidad, y lo que observamos es la mínima conciencia rodeada de océanos de animalidad. Y sin embargo, hemos aprendido a querer a los primates, siempre sabiendo que no es sano para ninguna de las dos especies acercarse demasiado. Los primates de Buffon presenta los textos e ilustraciones que este Conde francés (1707-1788), guardián de los Jardines Reales en tiempos del rey Luis XV, realizó en torno a los primates. Textos y dibujos forman parte de su Enciclopedia a la que dedicó cincuenta años de su vida, para la cual requirió de corresponsales en el mundo que le enviaban sus investigaciones así como ilustraciones de plantas y animales. Desafortunadamente, el resultado no es bueno para los primates y tampoco para los aficionados a estos mamíferos. Buffon prefería los elefantes y consideraba que los monos no eran más que unos gesticuladores. Eso tal vez se explique porque en el siglo XVIII sólo unos cuantos monos llegaron a Europa, pero morían rápidamente a causa del clima y de la alimentación. Frecuentemente, eran unos animales deprimidos por la soledad y la reclusión y eran raros los que vivían más de un año en cautiverio. El primer gorila cazado vivo se llamaba Pongo, llegó a Londres hasta la lejana fecha de 1877, y se convirtió en toda una novedad para la sociedad victoriana. Darwin, quien sentía más afecto por los simios, fue a visitarlo… pero a Pongo no le cayó bien el ilustre científico. La amistad entre los primates y la ciencia debería de esperar un poco más. Las mentes sensibles de nuestro tiempo, acostumbradas a humanizar a los animales, no disfrutarán mucho de la lectura de este libro. Se enterarán de que el conde Buffon no quería nada a los gatitos, y que incluso los usaba para darlos de comer a carnívoros más grandes.

Jorge Martínez Contreras. Los primates de Buffon. México, Siglo Veintiuno Editores, 2015.

1 comentario:

José Campillo dijo...

En una visita en París, fui al que era el Jardín del Rey, ahora, Jardín de las Plantas (no entiendo el pleonasmo). Ahí fui a correr alrededor de este majestuoso jardín que tiene un invernadero con ¡plantas nativas mexicanas! Seguí corriendo saludando a todos: "salut!", "bonjour!", jeje... es que era mi primera vez corriendo en Francia.

Continué mi camino hasta toparme con la "Maison de Buffon". Simplemente, increíble. Ver la fachada de esta casa donde estuvo habitando el Padre de la Historia Natural del siglo XVIII, hizo que se me enchinara la piel. Por cierto, era muy amigo de Catalina La Grande y Maria Antonieta.