Con este
libro aprendí varias cosas de los primates. Por lo menos, que no son los mismo
los simios y los changos. Los simios no tienen cola y son los más parecidos al
hombre. En tanto que los changos, más lejanos del ser humano, tienen cola.
Algunas son prensiles y les permiten colgarse de los árboles. Pero muchos no
tienen esa facultad, lo que hace que changos y simios estén indistintamente
sobre, entre y debajo de las ramas de los árboles. Aparentemente, los
académicos de la lengua también están por las ramas en el caso de los primates.
Chango, dice el Diccionario de la Real Academia, es un mono. Bien, leamos qué
cosa es un mono: “Animal del suborden de los simios”. Es un poco confuso, porque
en otros idiomas, la diferencia tiene que ver con la cola. Los mexicanos, sin
tener nociones de primatología, sabemos que los gorilas son simios pero no
changos. Será que los académicos no son muy afectos a los changos, sobre todo
porque han sido usados como parodia de los saberes humanos. Las antiguas
academias se ofendieron enormemente cuando se insinuó que esa fauna estaba
hermanada con nuestra especie. Miramos los ojos de un simio intentando ver el
lejano advenimiento de la humanidad, y lo que observamos es la mínima
conciencia rodeada de océanos de animalidad. Y sin embargo, hemos aprendido a
querer a los primates, siempre sabiendo que no es sano para ninguna de las dos
especies acercarse demasiado. Los
primates de Buffon presenta los textos e ilustraciones que este Conde francés
(1707-1788), guardián de los Jardines Reales en tiempos del rey Luis XV,
realizó en torno a los primates. Textos y dibujos forman parte de su Enciclopedia a la que dedicó cincuenta
años de su vida, para la cual requirió de corresponsales en el mundo que le
enviaban sus investigaciones así como ilustraciones de plantas y animales.
Desafortunadamente, el resultado no es bueno para los primates y tampoco para
los aficionados a estos mamíferos. Buffon prefería los elefantes y consideraba
que los monos no eran más que unos gesticuladores. Eso tal vez se explique
porque en el siglo XVIII sólo unos cuantos monos llegaron a Europa, pero morían
rápidamente a causa del clima y de la alimentación. Frecuentemente, eran unos
animales deprimidos por la soledad y la reclusión y eran raros los que vivían más
de un año en cautiverio. El primer gorila cazado vivo se llamaba Pongo, llegó a
Londres hasta la lejana fecha de 1877, y se convirtió en toda una novedad para
la sociedad victoriana. Darwin, quien sentía más afecto por los simios, fue a
visitarlo… pero a Pongo no le cayó bien el ilustre científico. La amistad entre
los primates y la ciencia debería de esperar un poco más. Las mentes sensibles
de nuestro tiempo, acostumbradas a humanizar a los animales, no disfrutarán
mucho de la lectura de este libro. Se enterarán de que el conde Buffon no
quería nada a los gatitos, y que incluso los usaba para darlos de comer a
carnívoros más grandes.
Jorge
Martínez Contreras. Los primates de
Buffon. México, Siglo Veintiuno Editores, 2015.
1 comentario:
En una visita en París, fui al que era el Jardín del Rey, ahora, Jardín de las Plantas (no entiendo el pleonasmo). Ahí fui a correr alrededor de este majestuoso jardín que tiene un invernadero con ¡plantas nativas mexicanas! Seguí corriendo saludando a todos: "salut!", "bonjour!", jeje... es que era mi primera vez corriendo en Francia.
Continué mi camino hasta toparme con la "Maison de Buffon". Simplemente, increíble. Ver la fachada de esta casa donde estuvo habitando el Padre de la Historia Natural del siglo XVIII, hizo que se me enchinara la piel. Por cierto, era muy amigo de Catalina La Grande y Maria Antonieta.
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