Los colegas
de Octavio Paz en El Colegio Nacional son llamados para participar en el
centenario de su ilustre miembro. Cada uno trae su parlamento para participar
en una larga mesa redonda, o en una extensa serie de brindis. Aunque los
participantes son notables y hablan de su festejado desde distintas áreas del
conocimiento –los hay arquitectos, científicos y poetas–, hubiera deseado más
imaginación en los maestros de ceremonias. El orden alfabético, siendo el más
democrático, es asimismo el más aburrido, y el que hace que la sala se vacíe a
la mitad de la sesión. Tengo también otras objeciones para los invitados así
como para sus textos. En primer lugar, la presencia de Jorge Cuesta con una
importante crítica al libro Raíz del
hombre, y que está justificada por una nota al pie: “Cuesta falleció antes
de que se instituyera El Colegio Nacional. De haber seguido con vida,
seguramente hubiera estado entre los Miembros (sic) fundadores.” ¡Qué bien!, un ejercicio de imaginación. Sólo que
entre los Miembros fundadores se encontraban por lo menos dos personas que no
hubieran soportado a Cuesta. El primero de ellos, Diego Rivera, que unos años
antes había visto irse a su esposa, Lupe Marín, en los brazos de este poeta, a
vivir a Córdoba, Veracruz. Salvador Novo (otro que no perteneció a El Colegio
Nacional) incluso escribió unos sonetos altamente descriptivos de la cornamenta
del muralista. Y qué decir de Antonio Caso, el gran filósofo de quien Cuesta se
burlaba sin misericordia, pues lo sufrió como profesor en las clases de la
Preparatoria. De hecho, salvo Jaime Torres Bodet, los Contemporáneos no
formaron parte de esta institución. Pues no... ni siquiera contando a Samuel
Ramos podría decirse que este grupo esté debidamente representado en El
Colegio, como sí lo está el Ateneo. Pero hemos olvidado a nuestro festejado.
Algunos de los invitados a hablar puede ser que no hubieran aceptado este
honor, en caso de haber podido decidir. Los textos de Antonio Castro Leal,
Jaime García Terrés, Samuel Ramos y Jesús Silva Herzog no pasan de ser unas
notas bibliográficas sin valor. Todo lo contrario los textos de Carlos Fuentes
y Vicente Rojo, cartas personales, cotidianas y alumbradoras. Frases que
dibujan un arco espléndido, en el caso de Fuentes. Los textos de Salvador
Elizondo, José Emilio Pacheco, Eduardo Matos Moctezuma, Luis Villoro, Ramón
Xirau y José Zaid están hechos de conocimiento y dedicación por la obra de Paz.
Destaca Fernando del Paso, cuya admiración por el autor de El laberinto de la soledad no impide la independencia intelectual y
crítica. Finalmente, Teodoro González de León traza un museo de Octavio Paz, un edificio
imaginario que contenga su obra, con sus temas predilectos, en una museografía
amplia con salas que vayan del arte tántrico a la obra de Marcel Duchamp. Algo
así se hubiera podido proyectar en un índice, pero por desgracia, la Imaginación
es la única hada a la que no le llega invitación para las sesiones solemnes.
Eduardo Mejía y María José Mejía (comps.). Lenguaje en libertad. El Colegio Nacional
celebra a Octavio Paz. México, El Colegio Nacional, 2014.
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