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miércoles, 4 de mayo de 2016

Lenguaje en libertad. El Colegio Nacional celebra a Octavio Paz, de Eduardo y María José Mejía


 
Los colegas de Octavio Paz en El Colegio Nacional son llamados para participar en el centenario de su ilustre miembro. Cada uno trae su parlamento para participar en una larga mesa redonda, o en una extensa serie de brindis. Aunque los participantes son notables y hablan de su festejado desde distintas áreas del conocimiento –los hay arquitectos, científicos y poetas–, hubiera deseado más imaginación en los maestros de ceremonias. El orden alfabético, siendo el más democrático, es asimismo el más aburrido, y el que hace que la sala se vacíe a la mitad de la sesión. Tengo también otras objeciones para los invitados así como para sus textos. En primer lugar, la presencia de Jorge Cuesta con una importante crítica al libro Raíz del hombre, y que está justificada por una nota al pie: “Cuesta falleció antes de que se instituyera El Colegio Nacional. De haber seguido con vida, seguramente hubiera estado entre los Miembros (sic) fundadores.” ¡Qué bien!, un ejercicio de imaginación. Sólo que entre los Miembros fundadores se encontraban por lo menos dos personas que no hubieran soportado a Cuesta. El primero de ellos, Diego Rivera, que unos años antes había visto irse a su esposa, Lupe Marín, en los brazos de este poeta, a vivir a Córdoba, Veracruz. Salvador Novo (otro que no perteneció a El Colegio Nacional) incluso escribió unos sonetos altamente descriptivos de la cornamenta del muralista. Y qué decir de Antonio Caso, el gran filósofo de quien Cuesta se burlaba sin misericordia, pues lo sufrió como profesor en las clases de la Preparatoria. De hecho, salvo Jaime Torres Bodet, los Contemporáneos no formaron parte de esta institución. Pues no... ni siquiera contando a Samuel Ramos podría decirse que este grupo esté debidamente representado en El Colegio, como sí lo está el Ateneo. Pero hemos olvidado a nuestro festejado. Algunos de los invitados a hablar puede ser que no hubieran aceptado este honor, en caso de haber podido decidir. Los textos de Antonio Castro Leal, Jaime García Terrés, Samuel Ramos y Jesús Silva Herzog no pasan de ser unas notas bibliográficas sin valor. Todo lo contrario los textos de Carlos Fuentes y Vicente Rojo, cartas personales, cotidianas y alumbradoras. Frases que dibujan un arco espléndido, en el caso de Fuentes. Los textos de Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Eduardo Matos Moctezuma, Luis Villoro, Ramón Xirau y José Zaid están hechos de conocimiento y dedicación por la obra de Paz. Destaca Fernando del Paso, cuya admiración por el autor de El laberinto de la soledad no impide la independencia intelectual y crítica. Finalmente, Teodoro González de León traza un museo de Octavio Paz, un edificio imaginario que contenga su obra, con sus temas predilectos, en una museografía amplia con salas que vayan del arte tántrico a la obra de Marcel Duchamp. Algo así se hubiera podido proyectar en un índice, pero por desgracia, la Imaginación es la única hada a la que no le llega invitación para las sesiones solemnes.

Eduardo Mejía y María José Mejía (comps.). Lenguaje en libertad. El Colegio Nacional celebra a Octavio Paz. México, El Colegio Nacional, 2014.

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