La breve presidencia de Francisco I. Madero, que duró del 6 de noviembre de 1911 al 19 de febrero de 1913. Apenas un año y tres meses, pero que se tiene que volver a contar. En esta narración se evita caer en la interpretación común en que el “ingenuo” Madero no supo evitar su trágico final. Pero las circunstancias que relata Felipe Ávila se encuentran encadenadas. El entramado político que fue llevando a Madero por su camino y que retrata la complejidad de muchos pasajes. Por ejemplo, esa relación con Emiliano Zapata, pues ambos personajes se miraban con simpatía (Madero, se cuenta incluso, fue padrino de bodas de Zapata), pero los proyectos políticos los tenían que separar. Es cierto, desde el presente podemos recriminar a los personajes todo lo que queramos, pero es que hace mucho que cada uno de ellos mostró su juego. El general Bernardo Reyes, hace mucho que supimos que no estaba dispuesto a jugar un papel secundario. Madero, legítimamente, le ofreció la Secretaría de Guerra en caso de ganar la presidencia. Sabemos que la realidad política de Madero consistía en negociar con un ejército muchas veces adverso y con figuras como Reyes que buscaban el poder. Alfonso Reyes tenía una visión, naturalmente, muy diferente de su padre de la que ocupó en los hechos de la Decena Trágica. Relatados por él, esos días de febrero de 1913 se tornan míticos. Son mucho más sórdidos, vistos desde el punto de vista de los hermanos Madero y del vicepresidente, José María Pino Suárez. La Embajada de los Estados Unidos, en su apoyo a Victoriano Huerta y Félix Díaz, dibujaron una circunstancia que vuelve a ser repulsiva en este recuento. El detalle con que se cuenta la usurpación de Huerta y el asesinato de Madero es verdaderamente notable. La relación de confrontación entre las distintas facciones de la Revolución, lo que pasaba entre el gobierno de Madero y los zapatistas y los villistas, fue algo que siempre estuvo dentro de cierto rango. Nada que ver con el juego que trabama Huerta. Pero Madero no tenía otra opción… Además, Huerta se presentaba con los mejores triunfos militares, pues en julio 1912 se erigió como vencedor de la rebelión de Pascual Orozco, en el norte del país. Tampoco sabía Madero que Orozco se uniría más adelante a Huerta, para combatir a Zapata. En realidad, las subtramas de los protagonistas de la Revolución son complejas… Los personajes son héroes o traidores, según la página en que se abra el libro. Y el país que se mira a través de la narración de esta biografía es inestable. Finalmente, Madero no logra controlar las fuerzas que desata la Revolución. Eso, desde el punto de vista político. Pero como analista de la realidad política, Madero ha recibido poca atención: su análisis del país en el libro La sucesión presidencial es realmente fuera de serie. Se leyó por todos lados, y su campaña por México despertó una esperanza en los numerosos asistentes a sus mítines. Mientras leía entusiasmado esta biografía, pensaba dos cosas: que en poco tiempo, con la pasión de Madero, se despertaba un fervor político en México, que dio como resultado un breve periodo democrático; y que la selva de intereses adversos (la prensa vendida de México, el gobierno de EU, los diferentes niveles de oportunismo, etc.) logró sepultar un proceso que merecía una continuidad. El arduo trabajo biográfico de Felipe Ávila logra dar claridad a todo un periodo, en el que destaca el extraordinario trabajo narrativo de la Decena Trágica. Leí esta biografía con deleite porque me alumbró una época intrincada en la que fecuentemente me extravío.
Felipe Ávila. El padre de la democracia. Biografía de Francisco I. Madero. México, Debate, 2024.
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