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martes, 29 de junio de 2021

Una casta reseña a una antología de poesía sexual (Antología de la poesía sexual. De Rubén Darío a hoy, de Simón Latino)


Esta antología es parte de una colección de “cuadernillos de poesía” que eran editados en Buenos Aires por Simón Latino. Me imagino su escritorio lleno de manuscritos y cartas, dado que es notorio que estaba en contacto con los autores de su tiempo. Les pedía poemas inéditos, recibía libros por correspondencia de todos los países de habla hispana y portuguesa, y estaba al tanto de las publicaciones más recientes. En las últimas páginas, estos libros tenían una sección de notas en que trataba temas varios; por ejemplo, criticaba con un par de líneas los libros más recientes. Por suerte, en este número, el 40 de estos “cuadernillos”, Simón Latino responde una petición de la revista Américas, de la OEA, en que solicitan un reportaje sobre su labor editorial. Ahí dice que desde 1943 los edita a pesar de que la gente le decía: “La poesía no se vende”. Sin embargo, llegó a hacer tirajes de hasta 40 mil ejemplares. Como Simón Latino no es muy entregado con su propia vida, busco sus datos en la red para enterarme de que en realidad era un abogado colombiano. Su nombre, tenía que ser, es el seudónimo de Carlos H. Pareja (1898-1987). Estudió derecho de minas en México porque no existía esa especialidad en su país. En Colombia tuvo una famosa librería que fue destruida por el gobierno en 1948, luego de que él fuera encarcelado. Se trasladó a Buenos Aires, en donde dio clases y editó su serie de cuadernillos poéticos. Luego viajó por otros países (México entre ellos) antes de irse a vivir a Canadá, en donde murió. En esta selección incluye notas críticas y poemas de 127 autores, de los cuales diez son mexicanos, el más antiguo Salvador Díaz Mirón y el más nuevo Enriqueta Ochoa. Decía que estaba muy enterado de los poetas de su tiempo, pero da por muerto a Salvador Novo: lo enmarca entre las fechas 1904 y 1956. Otra cosa de la que me imagino que no estaba tan enterado el editor era de la vida sexual de sus antologados: no habla de la homosexualidad del mismo Novo ni de García Lorca. Lo más emocionante de esta antología fue buscar a los autores de los que no había recibido noticia, autores muchas veces que dejaron de escribir, que tuvieron una vida tan apasionante como olvidada o aquellos que eran apenas una apuesta y que aparecen aquí debidamente elogiados: son los casos de Enriqueta Ochoa y Rosario Castellanos. Está Miguel Hernández, naturalmente, pero apenas unas páginas antes se encuentra seleccionado Joaquín Entrambasaguas, quien además de poeta era censor del franquismo. A su criterio literario debemos que haya mandado destruir la edición completa de un poemario de Miguel Hernández, El hombre acecha, el cual pudo editarse por un ejemplar que se encontró, en 1981. Para tranquilidad de Simón Latino, debo decir que descubrí dos autoras tan apasionantes como desconocidas: la venezolana Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1976) y la portuguesa Adalgisa Nery (1905-1980). Las dos poseen espíritus poco comunes. Por desgracia, no hay un Simón Latino contemporáneo para acercarnos obras de estas escritoras…

 

Simón Latino (comp.). Antología de la poesía sexual. De Rubén Darío a hoy. Buenos Aires, septiembre de 1959. (Cuadernillos de Poesía, 40)

 

[Dos poetas presentadas por Simón Latino]

 

I. Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1976)

 

Caballo de fuego

 

Me acerqué a candelas de bosques intensos

y una chispa leve en mí escondió el viento.

 

La chispa me dio caballo de fuego.

Lo colmé espontánea de forraje nuevo.

 

Corría en mis venas, se paraba en seco.

El desgaritado le llamó mi acento.

 

Le busqué mimosa y abracé su cuello

si a ajustarle iba el bozal más recio.

 

Tornábalo adusto fogoso deseo.

Lo herraba mi mano con su calor tierno.

 

¡Caballo encendido, le grité en secreto,

no te puse sueltas y yo gusté el freno!

 

El caballo un día salió por mi aliento

y volvió cansado del hueco paseo.

 

El sol le tiñó el pajonal seco,

mas él perseguía lo que hierve fresco:

 

borlas de verdor después de febrero,

con son y garúa y quemado suelo.

 

Escarbaba fijo aquel casco terco.

Suave se movía mi almácigo eterno.

 

Vibro hoy sin sentirme jazmín ni lucero,

en el alma enhiesta un sabor terreno.

 

Libre del nevazo que sigue al incendio.

Disfrutando aroma sin daño de tedio.

 

A cálida hambre di forraje fresco.

Trepidante brío sembré de sosiego.

 

No muero en ceniza ni dejado leño.

Y así me has tomado, amor de universo

 

II. Adalgisa Nery (1905-1980)

 

Poema de amor

 

Óyeme con tus ojos

porque mi queja es muda.

Acaríciame con tu pensamiento

porque mi cuerpo está inmóvil.

Bésame con tus manos

porque mi boca te espera.

Háblame con el silencio de los momentos de amor

porque los oídos de mi vida

se abrirán como las flores

en la húmeda e infinita madrugada.

 

 

Poema segundo

 

Quiero acariciarte infinitamente para hacerte sufrir;

quiero que sepas, más todavía,

lo que es la gloriosa alegría del amor

y el desaliento profundo del vivir.

Quiero que mi cuerpo sea para tus sentidos

como el pensamiento

constante que domina y aprisiona

en todos los momentos.

Quiero que tu nostalgia viva

en tu mirada, recordando mi voz

en el ancho silencio de la noche

y en las mudanzas del día.

Quiero que únicamente te liberes de tu inquietud

cuando me sientas abandonada y tímida

perdida en tu cuerpo

para el amor sin límite…

(tr. C.S. Vitureira)

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