Esa literatura de horror que tanto nos gusta, toma en
este libro un camino inesperado. Estamos acostumbrados a los autores que
tienden a sublimar sus miedos, y convertirlos en llamadas del más allá, en
amenazas de otros planetas o en resurrecciones de los muertos. Pero K.H. Strobl
(1877-1946), escritor en lengua alemana nacido en la ciudad checa de Jihlava, depositó
sus miedos a lo extraño en una combinación de espectros y extranjeros. Sé que
muchos de los personajes de este tipo de literatura (vampiros, zombies, momias)
representan el horror de los países colonizados. Pero por suerte, la ideología
de sus autores por lo común no pasa a mayores, por lo que casi no nos causa
terror. Strobl se afilió al Partido Nazi, deseoso de que la República Checa se
anexara a Alemania. Sus cuentos son muy cercanos a nuestro modernismo y bien hubieran
podido ser ilustrados por Julio Ruelas. De hecho, las ilustraciones de la
revista literaria que dirigió, El Jardín
de las Orquídeas. Páginas fantásticas (Der
Orchideengarten. Phantastische Blätter, 1919-1921) tienen algo de los
tiempos del Decadentismo, y se antojan exquisitas: caracoles babeantes,
jardines con humanos minúsculos, espectros dieciochescos, mandrágoras… ¡Qué
miedo! ¿A qué le temían tanto esos lectores alemanes? Bueno, se trata de la
primera revista dedicada a la literatura fantástica, así que se publicaron
cuentos de Poe, Maupassant, Dickens, etc., pero Strobl tenía una fantasía muy
centrada en aquello que no era precisamente alemán: los africanos, los pueblos indígenas
de América, los gitanos. Todos ellos son mostrados como seres irracionales, que
esconden intenciones homicidas, caníbales o demoniacas. Me llama la atención
este fragmento, al inicio de un cuento que transcurre en los bosques de Rumania
(“Take Marinescu”), se describe del siguiente modo a los gitanos: “Creo que los gitanos de esos bosques
tienen que salir del claustro materno con esos gestos pedigüeños; todos los
reflejos, todos los impulsos de la voluntad desembocan en ellos, duermen con
ellos, y si los enterraran vivos por un casual y despertaran en la tumba, lo
primero que harían sería extender la mano mendigando.” Es casi idéntico al
inicio de La gitanilla, una de las Novelas ejemplares de Cervantes:
“Parece que los gitanos
y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres
ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con
ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el
hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la
muerte.” Naturalmente, no es mi intención comparar el terror que causa en
Strobl el mismo pueblo que divierte a Cervantes, pues los separan además, tres
siglos. Pero llama la atención las terribles consecuencias de una idea
cultivada durante siglos.
Karl Hans Strobl. Lemuria
[cuentos extraños y malditos], tr. José Rafael Hernández Arias, il. Richard
Teschner. Madrid, Valdemar, 2016.
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