Este es un libro
de una encantadora ingenuidad. Su autor, un profesor de Literatura, presenta el
producto de sus reflexiones en torno a la poesía. Reflexiones enunciadas con
alegre desenfado y con las cuales aborda muy variados temas, desde las
adivinanzas hasta el surrealismo en la obra de Octavio Paz. Todo ello sin dar
muestras de que le importe el qué dirán ni las refutaciones que le pueda dar
una realidad un poco más compleja de lo que supone. Cuando habla de las
adivinanzas, afirma que contarlas es una costumbre que se va perdiendo, pero
sólo veinte páginas más adelante concluye que lejos de desaparecer “actualmente
parece adquirir mayor vitalidad”. A los universitarios, público lector de la
colección “Poemas y ensayos”, les alegrará leer una frase como la siguiente:
“La adivinanza está sufriendo también otra transformación: la del doble
sentido… las que inclusive se promueven en programas cómicos de televisión como
Puro loco que transmitió durante mucho
tiempo el Canal Trece en México”. Por desgracia, no queda muy claro si la
televisión ha ayudado o no a este género popular, aunque en otro pasaje parece
dar una pista: “la adivinanza, por tradición, ha sido un juego intelectual que
practica el pueblo y constituía… una de las escasas diversiones entre los
habitantes adonde, por diversas razones, todavía no llegaba la radio y la
televisión”. De este modo devanaban los siglos los cortesanos en Provenza
mientras llegaban los entretenidos programas de televisión. Por suerte no hemos
vivido esos tiempos aburridos. Pero pasemos rápidamente por estas páginas en
que el autor llama al refrán “antecedente de la literatura posmoderna” y en que
atribuye a Abraham Lincoln la frase “No dejes para mañana lo que puedes hacer
hoy”, para llegar a su tema fuerte: la poesía. En esos capítulos se encuentra
diversión en grandes cantidades, por desgracia en dosis mayores de las que
puede asimilar este texto. Nos enteramos, en sustancia, de que la poesía le
sirve a sus autores para legitimarlos. Bien, ese malvado género, la poesía, ha
sido desenmascarado por el profesor Calderón. Los poetas sólo quieren poder
político, vestirse bien y tener becas. Y tener becas le impide al poeta
escribir con libertad y ser independiente. Naturalmente, para lograr este
silogismo, el autor tiene que ignorar la diferencia entre estado y gobierno,
pues las becas son estatales y no tienen como requisito ser alabanzas del
poder. El mecenazgo estatal de las artes fue propuesto por Justo Sierra porque consideraba
esta actividad como una utilidad social. Uno de los primeros becados fue Diego
Rivera, de quien no se puede decir que no haya sido un artista independiente.
Ni entonces ni ahora se han impuesto contenidos a los creadores como condición
para que se les beque. ¡Bah!, pero esas son minucias que no entran en la
argumentación de este autor. Sí en cambio, le interesa dejar en claro que los
críticos (con estudios académicos, por favor) deben de guiar el gusto del
pueblo. No es el primer libro de esta calidad que publica “Poemas y ensayos”,
por lo que esperar los siguientes títulos agita grandemente nuestra curiosidad.
Mario
Calderón. Lenguajes en la poesía mexicana
(Entre el canon y el folclore). México, UNAM, 2015. (Col. Poemas y ensayos)
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