Esta
edición tiene el gran descuido de no aclarar que el libro se publicó
originalmente en 1955. Betina Edelberg (1921-2010) era entonces una joven
escritora sumamente apreciada por Jorge Luis Borges. Pasando los años, fue
requerida para escribir la presentación a este volumen, reeditado en 1998.
Escribe ahí unas palabras profundas sobre el autor de Ficciones: que para Borges y sus contemporáneos el problema era
escribir después de Lugones. Nosotros, ahora, escribimos después de Lugones sin
el menor problema, su nombre no nos dice gran cosa, y no se nos ocurriría dejar
de escribir después de él, y no lo hemos dejado de hacer; ni siquiera nos hace
mella esta opinión de Borges: “Leopoldo Lugones fue y sigue siendo el máximo
escritor argentino”. Han venido tantas cosas después que no sabríamos siquiera
interpretar esa afirmación. Para los lectores de literatura argentina debe de
ser un jeroglífico incomprensible. Nos causa mayor problema la existencia de
Borges, frente a él sí hemos pensado más seriamente rectificar nuestra vocación.
Y aún así, escribimos, claro que con la suficiente conciencia de que no lo
deberíamos de hacer. Alguien debió de causar esa misma sensación en Borges, lo
cual le da un gran mérito al autor del que conocemos tan poco… Puedo decir que
leí sus poemas dedicados a las aves y que llevó a cabo un programa ambicioso:
hacer que las aves sean sólo aves y no símbolos de otra cosa. En este sentido,
sería el primer poeta en alejarse del Simbolismo, en tanto que nadie más lo
hizo, ni siquiera los autores que se sintieron influidos por él, como Ramón
López Velarde o José Juan Tablada. (Aunque Lugones fue primero un simbolista
que desdeñaba la mitología antigua). Borges se lanzó a la tarea de escribir una
breve monografía, para dar a conocer a su propio Lugones y su tiempo. Poco se
ha dicho que además, Borges es un espléndido teórico del Modernismo y que las
páginas que le dedica a esta corriente aquí son de lo mejor que se ha escrito
al respecto. Páginas hechas con amplio conocimiento de la literatura de la
época. No conocía esta frase luminosa: “Hoy las literaturas de lengua española
han traspuesto sus límites geográficos y merecen interés y respeto; esto es
obra del modernismo”. Borges siente ya lejano a Darío, pero le concede
importancia estética y afinidad con los lectores. Lugones, en cambio,
perfeccionista, no logró ninguna complicidad con su público. De algún modo, el
desarrollo de su obra es la biografía de muchos: las influencias de Hugo,
Baudelaire. Quizá por eso mismo, su gran empresa fue ser original,
curiosamente… Pero pretendió ser original usando dos herramientas más bien
conservadoras: la metáfora y la rima. Ejemplos de esta última: Esculapio –
apio, sarao – cacao, insufla – pantufla, etc. Hay más, mucho más de Lugones,
pero Borges no habla de la adjetivación, algo por lo que debiéramos saber de
él, pues su libro Lunario sentimental
influyó con su manera sorpresiva de adjetivar, a López Velarde. Por cierto, hay
lunas por todos lados en la obra de Lugones, tantas como en la poesía de
Borges. Es decir que la luna en los poemas de Borges muestran que el alumno
logró resolver el problema de escribir después de su maestro. Habría que
interrogarlos para que nos hablaran nuevamente de ese conflicto…
Jorge Luis Borges y Betina Edelberg. Leopoldo Lugones [1955]. Buenos Aires, Emecé,
1998.
1 comentario:
Qué cosa eso de que se pueda o no escribir o hacer cualquier cosa cuando alguien lo ha hecho "mejor". Como si ese "mejor" existiera realmente en una escala única de la cual otro tiene que ser irremediablemente parte. Como si hubiera un gran otro juzgador, castigador, al cual hay que rendirle cuentas y aceptar frente a Él humildemente que Borges, Lugones o Paquita la del Barrio lo hizo mejor y que, por lo tanto, uno no valía tanto la pena.
Y por otro lado, para bien o para mal, somos muy buenos evadiendo ese pensamiento tan tonto.
Lo que me devuelve a un asunto que siempre me ha parecido curioso: que tonto podía llegar a ser un escritor tan enorme como Borges.
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