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sábado, 26 de marzo de 2016

Leopoldo Lugones, de Jorge Luis Borges y Betina Edelberg


Esta edición tiene el gran descuido de no aclarar que el libro se publicó originalmente en 1955. Betina Edelberg (1921-2010) era entonces una joven escritora sumamente apreciada por Jorge Luis Borges. Pasando los años, fue requerida para escribir la presentación a este volumen, reeditado en 1998. Escribe ahí unas palabras profundas sobre el autor de Ficciones: que para Borges y sus contemporáneos el problema era escribir después de Lugones. Nosotros, ahora, escribimos después de Lugones sin el menor problema, su nombre no nos dice gran cosa, y no se nos ocurriría dejar de escribir después de él, y no lo hemos dejado de hacer; ni siquiera nos hace mella esta opinión de Borges: “Leopoldo Lugones fue y sigue siendo el máximo escritor argentino”. Han venido tantas cosas después que no sabríamos siquiera interpretar esa afirmación. Para los lectores de literatura argentina debe de ser un jeroglífico incomprensible. Nos causa mayor problema la existencia de Borges, frente a él sí hemos pensado más seriamente rectificar nuestra vocación. Y aún así, escribimos, claro que con la suficiente conciencia de que no lo deberíamos de hacer. Alguien debió de causar esa misma sensación en Borges, lo cual le da un gran mérito al autor del que conocemos tan poco… Puedo decir que leí sus poemas dedicados a las aves y que llevó a cabo un programa ambicioso: hacer que las aves sean sólo aves y no símbolos de otra cosa. En este sentido, sería el primer poeta en alejarse del Simbolismo, en tanto que nadie más lo hizo, ni siquiera los autores que se sintieron influidos por él, como Ramón López Velarde o José Juan Tablada. (Aunque Lugones fue primero un simbolista que desdeñaba la mitología antigua). Borges se lanzó a la tarea de escribir una breve monografía, para dar a conocer a su propio Lugones y su tiempo. Poco se ha dicho que además, Borges es un espléndido teórico del Modernismo y que las páginas que le dedica a esta corriente aquí son de lo mejor que se ha escrito al respecto. Páginas hechas con amplio conocimiento de la literatura de la época. No conocía esta frase luminosa: “Hoy las literaturas de lengua española han traspuesto sus límites geográficos y merecen interés y respeto; esto es obra del modernismo”. Borges siente ya lejano a Darío, pero le concede importancia estética y afinidad con los lectores. Lugones, en cambio, perfeccionista, no logró ninguna complicidad con su público. De algún modo, el desarrollo de su obra es la biografía de muchos: las influencias de Hugo, Baudelaire. Quizá por eso mismo, su gran empresa fue ser original, curiosamente… Pero pretendió ser original usando dos herramientas más bien conservadoras: la metáfora y la rima. Ejemplos de esta última: Esculapio – apio, sarao – cacao, insufla – pantufla, etc. Hay más, mucho más de Lugones, pero Borges no habla de la adjetivación, algo por lo que debiéramos saber de él, pues su libro Lunario sentimental influyó con su manera sorpresiva de adjetivar, a López Velarde. Por cierto, hay lunas por todos lados en la obra de Lugones, tantas como en la poesía de Borges. Es decir que la luna en los poemas de Borges muestran que el alumno logró resolver el problema de escribir después de su maestro. Habría que interrogarlos para que nos hablaran nuevamente de ese conflicto… 

Jorge Luis Borges y Betina Edelberg. Leopoldo Lugones [1955]. Buenos Aires, Emecé, 1998.

1 comentario:

Balcon Manifiesto dijo...

Qué cosa eso de que se pueda o no escribir o hacer cualquier cosa cuando alguien lo ha hecho "mejor". Como si ese "mejor" existiera realmente en una escala única de la cual otro tiene que ser irremediablemente parte. Como si hubiera un gran otro juzgador, castigador, al cual hay que rendirle cuentas y aceptar frente a Él humildemente que Borges, Lugones o Paquita la del Barrio lo hizo mejor y que, por lo tanto, uno no valía tanto la pena.
Y por otro lado, para bien o para mal, somos muy buenos evadiendo ese pensamiento tan tonto.
Lo que me devuelve a un asunto que siempre me ha parecido curioso: que tonto podía llegar a ser un escritor tan enorme como Borges.