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Esta antología muestra a un autor que es un equilibrista
entre la poesía y el periodismo. Efraín Huerta tenía que ir de sus poemas
descarnados a sus artículos cotidianos. Y para ello se transformaba en otra
persona. Bueno, eso me pareció al leerlo. Menos militante de lo que pensé, más
centrado en discurrir sobre el cine o sobre la ciudad. Un lector generoso al
que le gustaba hablar bien de las obras y un poco también de sus autores. Casi
no aparecen aquí la columnas dedicadas a los libros y tampoco las últimas que
escribió, mucho más anecdóticas. Por ahí están los textos periodísticos hechos de
aforismos que seguramente tomaron la forma de los poemínimos más adelante. Están
sus inquietudes, pero las del diario. Quién sabe si con ellas se formarán
convicciones. Comenzó siendo el adversario de los Contemporáneos, hasta que los
aludidos fueron a quejarse con el director del periódico. Claro que tuvo que
desdecirse porque poco a poco comprendió esa poética individualista que chocaba
con sus ideas nerudianas. El extremismo de la juventud se fue transformando en
generosidad con los años. Entonces vinieron las columnas sobre libros, gracias
a las cuales se trasluce su casa, seguramente llena de novedades, de
dedicatorias. En el volumen está la constancia periodística, contenido que me llena
de desesperanza porque las grandes frases se combinan con las que no tienen
sentido para los lectores futuros. Frases lapidarias metidas en la página 25,
segunda columna, y que no concluyen, pasan a la página 34, cuarta columna,
debajo de un anuncio. Aunque sin embargo, seguro llegaron a su destino, como
cuando fueron la crítica sin atenuantes contra el Indio Fernández. Pero lo
mismo están los elogios sin reservas a Rosaura Revueltas o María Félix. Una
columna profesional de cine, hecha por un conocedor y un crítico que tiene
ideas propias sobre la categoría que debería de tener el cine mexicano. “Por
fuera, el cine es un paraíso de magia y sueños; por dentro, el cine es un
infierno de caprichos y de necesidades del tipo más mortífero”. Sí, el afuera
le pertenece a la poesía, Blanca Estela Pavón, los sueños y todo eso. El
adentro le pertenece al periodismo. Pero ¿y la ciudad? Ésa tiene un adentro y
un afuera. Pero el poeta une el sueño y la realidad como el tallo une la flor
al suelo. Hay un momento de este autor que se parece tanto a Ramón López
Velarde, cuando hace periodismo “poético” sobre la ciudad de México, casi las
versiones periodísticas de sus poemas a la ciudad. Hay algo casi lírico en sus
descripciones de Chapultepec o de las sinfonolas. Orfeo perdió la batalla
contra la RCA, y se pierde en la lejanía. Así, de la ciudad de este poeta se
van los antiguos dioses y quedan los camiones y las prostitutas mal
maquilladas. El volumen casi se desborda, pero tiene un prólogo comprensivo y
abarcador. Si hubiera sido menos amoroso con el autor, habría quedado un
volumen más pequeño. Pero me dio la impresión de que había que aprovechar la
oportunidad de los cien años, celebrados en 2014. Me pregunto si tendremos la
oportunidad de saber más de ese “otro Efraín” que ignorábamos, o si la
costumbre editorial seguirá del lado de la poesía.
Efraín Huerta. El otro
Efraín. Antología prosística, edición y selección de Carlos Ulises Mata. México,
FCE, 2014. (Col. Letras Mexicanas)
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