A diferencia de la literatura, con el teatro nos tenemos que
conformar con tener un conocimiento muchas veces fantasmal. La historia
literaria casi siempre conserva los textos celebrados en otros tiempos, y es relativamente
fácil llegar a ellos. No pasa lo mismo con el teatro, pues las representaciones
son comentadas por críticos que las presenciaron, que dan cierta idea de ellas,
y hablan de las cualidades de los actores o del director. Pero la imaginación
sufre un poco pues todo se le escapa cuando trata de tomar algo con sus manos.
Por suerte, este libro reúne una muestra de los bosquejos de uno de los grandes
escenógrafos de México –y uno de los más prolíficos. Son ejemplos de 62 años de
trabajo, de más de seiscientas obras. Entonces, la imaginación ya no sale de
las cuatro paredes que le imponen estas elegantes escenografías. Como que se
engolosina paseando por sus patios y sus habitaciones, por los espacios de La bohème, de Salomé, de Mame. Ignoro casi
todo de la historia del teatro, pero alcanzo a vislumbrar que los autores
especializados acaso abordan la dramaturgia e indican cuándo se estrenó la
obra, en qué teatros y cuántas representaciones alcanzó. Las puestas en escena,
ésas pasan muchas veces sin ser recreadas. Aquí, por ejemplo, se ponen los
bosquejos, fotografías, maquetas, pero sin contar las historias. No importa,
sirven como momentos, puntos en un camino, que esperan ser narrados. Me detengo
en varios de ellos, para tratar de evocar las puestas que no pude ver. Por
ejemplo, Yo y mi chica, puesta en el
Teatro de los Insurgentes por Manolo García, con Julio Alemán, en 1987. La
crítica de teatro Malkah Rabell fue a verla y escribió que la escenografía
llegaba “en paquete” con la obra, desde los Estados Unidos, pero que David
Antón no dejó de recrearla. Esas obras trasnacionales que se contratan, que son
una especie de franquicia, ¿dejarán espacio a los escenógrafos mexicanos?, ¿a
los diseñadores de vestuario? Es un fenómeno que vale la pena contar. En 1997,
David Antón se encargó de la escenografía de Fama. No se aprecian en las imágenes del libro los movimientos de
los paneles, la variedad de cambios. Traer espectáculos similares a los de
Broadway, con elenco latinoamericano, con versiones en español. Ahora bien, no
le gusta a David Antón ser el protagonista, pues dice que el escenógrafo no es
la estrella de la obra. Pero sopla el tiempo por el teatro y disuelve las
representaciones que muchos vieron. Y quedan los trazos que estaban detrás. Y
entonces, se invierten los papeles. La escenografía sale a escena a decir su
papel protagónico. ¿Qué se puede decir de ellas y de su papel principal? De las
escenografías salen todas las historias. Detrás de una de sus puertas va a
salir una mala noticia, o una salvación. Deben de saber todo del futuro, porque
contienen todas las posibilidades para los personajes. Nada las debe de tomar
por sorpresa. A veces, son un estado de ánimo. Y por eso son recurrentes en los
sueños y en las evocaciones. Si los espacios se deforman es porque también son
un mensaje que se extrae de la propia obra. En gran medida, el teatro mexicano
ha tomado realidad gracias a la incansable perfección de David Antón.
En los andamios del
teatro. Las escenografías de David Antón,
presentación de Édgar Ceballos. México, Escenología Ediciones, 2013.
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