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sábado, 11 de febrero de 2023

Sangre roja: versos libertarios, de Carlos Gutiérrez Cruz

  


Carlos Gutiérrez Cruz (1897-1930) hubiera querido que enarboláramos su libro de versos Sangre roja (1924) como inspiración revolucionaria. En algo falló su anhelo, pues la posteridad lo ha colocado sobre la mesa taxonómica sólo para estudiarlo como un extraño espécimen. Pienso que eso se debe en gran medida a que este libro ha recibido una atención excesiva por la crítica literaria. Me imagino que fue un espíritu fuerte, una voz que sonaba alto entre las masas de los años 20. Sin embargo, la muerte sólo nos ha devuelto pedazos sueltos de una obra. Algunos no desdeñables como este haikú: “Bulliciosa y bélica / guardiana de la azotea” (“La bandera”). Pero como puede apreciarse, no es obra lírica suficiente para derrumbar el orden de cosas. Su obra intentó elevar más la voz e impeler a la naturaleza para que tomara partido entre las causas de los hombres. Así que, a diferencia de Nervo, no le dijo “hermano sol” al astro, sino: “compañero sol”. Y a la fuente le reclamó que no le diera de beber al sediento, sino que reservara sus aguas al dueño del jardín. No creo que los compañeros mineros se hayan sentido alentados por estos versos a hacer puñales para matar al patrón. Si en los días de lucha, José Revueltas pedía que le pasaran el compañero salero, era porque ese reducido instrumental retórico ya sólo se prestaba a estos reducidos usos domésticos de la militancia. Primero lo borró la muerte, a la edad de 33 años, lo cual le habría parecido una providencial coincidencia, ya que tenía a Cristo como figura primera del comunismo. Luego, lo borraron los poetas, los críticos y hasta los lectores. Me gusta su verso: “Sol redondo, colorado…”, pero del segundo al último verso de su poema ya no estoy tan convencido. Rosa García Gutiérrez, en su artículo “¿Hubo una poesía de la Revolución Mexicana? El caso de Carlos Gutiérrez Cruz” (Foro Hispánico 1, vol. 22, 2002) recuerda que en 1925 vino a México el poeta Vladimir Mayakovski, y que Diego Rivera quiso presentarlos pues consideraba que Gutiérrez Cruz era “el poeta revolucionario de México”, pero que el encuentro fue decepcionante para los dos. Mayakovski era ateo y el poeta mexicano, un peculiar heterodoxo. Para Rosa García Gutiérrez, este poeta sería una voz solitaria en su propuesta literaria; para el autor del prólogo de esta edición, hace falta una revisión todavía más profunda entre los autores de entonces. Sé que Hernán Laborde, secretario del PCM, fue poeta, aunque baudelaireano. La Revolución Mexicana fue fenómeno poético más adelante, hasta la obra de Miguel N. Lira. Lo que quiere decir que para reconocer esa poesía tendría que ampliarse la lente con que se mira la poesía mexicana. 

 

Carlos Gutiérrez Cruz. Sangre roja: versos libertarios (1924), intr. Jorge Aguilera López. México, Malpaís-Conaculta, 2014. (Col. Archivo Negro de la Poesía Mexicana) 

 

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