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lunes, 6 de febrero de 2023

Las esculturas del África negra, de Denise Paulme

  



Ya sé que el arte africano fue parte germinal de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX; y que Matisse, Braque y Picasso coleccionaron máscaras africanas y que las consideraban piezas de arte. Sé, igualmente, que los museos de Europa han albergado numerosas obras provenientes de saqueos a dicho continente, y que sólo recientemente ha comenzado el fenómeno de la repatriación de este patrimonio. Leo en la revista virtual Mundo Negro (14/03/22) que sólo el museo parisino Quai-Branly-Jacques Chirac es depositario de 70 mil piezas. El libro que ahora reviso fue escrito antes del inicio de las guerras de independencia de las naciones de África, por una de las mayores autoridades en el tema, Denise Paulme (1909-1998), quien seguramente festejaría que estas sorprendentes obras de arte regresen a sus lugares de origen. Siento curiosidad por un aspecto del futuro de estas obras: al regresar a sus países, muchas cosas habrán cambiado. Por ejemplo, quizá algunas técnicas habrán sido olvidadas, algunos mensajes contenidos en su factura y en su forma serán difíciles de descifrar. La propia autora explica que la paulatina curiosidad turística por el arte africano ha llevado a muchos artesanos a preferir lo vistoso por sobre lo auténtico, desvirtuando y empobreciendo en muchos casos la creación artística. Por otra parte, aquello a lo que llamamos África por comodidad es un mundo tan rico que es imposible conocer. El arte en su circunstancia…, pero también el arte saqueado, el arte que viajó contra su voluntad a los salones parisinos de hace más de cien años y que fue interrogado por los artistas de entonces. Mi curiosidad quiere saber por los puentes entre esas manifestaciones y los movimientos artísticos que inspiraron. El saqueo se dio, pero tuvo la virtud de que fue el modo en que pudo darse un diálogo que de otro modo quizá no habría sido posible. El África negra: una serie innumerable de reinos, técnicas tan diversas como asombrosas. Vasijas, máscaras y esculturas, cuyas posibilidades apenas vislumbré. Sin embargo, la autora, antes de pasar revista por las diferentes técnicas y materiales del arte africano, se refiere al primer objeto que el hombre decoró: su propio cuerpo. Así que el arte de las rastas, los tatuajes, los aretes y los diferentes maquillajes forman un extenso repertorio estético que se ha convertido igualmente en una manifestación de la vida actual. Desde los primeros viajes por el continente, los viajeros notaron esa proclividad a los grandes pendientes, a las vistosas trenzas y la ropa adornada con cortezas de árboles y pieles de monos. El marino holandés Jan Huygen van Linschoten (1563-1611), a su paso por Gabón, en 1599, se asombró precisamente del rojo con el que los nativos pintaban sus cuerpos con tukula, un polvo producto de una madera roja que produce ese color. Mezclado con aceite de palma, forma una pasta que se amasa como un pan, que se guarda en cajas rectangulares sobriamente talladas y que se saca sólo para ocasiones especiales. Como un polvo que concentra las posibilidades del maquillaje, el colorante textil y la pintura para esculturas, así guardaré el vislumbre de un continente, con la esperanza de abrir algún día su espectacular belleza.

 

Denise Paulme. Las esculturas del África negra / Les sculptures de l’Afrique noire (1956), tr. Francisco González Aramburu. México, FCE, 1962. (Col. Breviarios, 165)

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