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viernes, 28 de enero de 2022

Fama y oscuridad, de Gay Talese



 

Por estos días, Gay Talese (1932), uno de los padres del “periodismo literario”, festeja sus noventa años de vida. De sus textos, los periodistas y los escritores pueden extraer grandes moralejas. Pero eso no quiere decir que las extraigan o que las sigan. De hecho, Talese tiene la idea de que el periodismo se encuentra desvirtuado. Algunas de las principales razones es el uso desmedido de la grabadora (que le permite al reportero dejar de prestar atención a su entrevistado) o lo poco rentable que es para un autor la investigación profunda en sus temas. La prosa tallada con dedicación tendría en contra la prisa de las redacciones. De ahí que la sensación de que el tiempo pasa vertiginosamente entre las páginas de esta recopilación de sus textos no sea más que una más de sus argucias como escritor. Me llaman la atención varias de sus ideas. Por ejemplo, considera que un reportero no debería de poner lo primero que uno de sus personajes le contesta. Por el contrario, se atreve a detener la conversación y le pregunta a su entrevistado: “¿Está seguro de que quiere contestar eso? ¿No quiere tomarse un tiempo para pensarlo bien?” A fin de cuentas, la crónica es una foto para la posteridad. Si esta idea se trasladara al fotoperiodismo sería muy mal juzgada. En ese ámbito se valora por sobre todo la objetividad y la espontaneidad. Nada de retoques. No se debe de pasar a la realidad por la sala de maquillaje. Esto deriva en una discusión en torno a la objetividad que no nos lleva a ninguna parte. O nos lleva a una visión muy estrecha del ejercicio periodístico. La protagonista de este libro es la ciudad de Nueva York, pero una ciudad que fue hace tiempo. El autor habla del lejano momento en que, allá por los años 50, un animal de dimensiones lovecraftianas se posó definitivamente sobre las aguas del estrecho que separa Staten Island y Brooklyn. Entonces, los viejos barros neoyorquinos sintieron la primera de las inmensas pisadas del puente Verrazano-Narrows, siempre proyectado, siempre cancelado. Su construcción terminó con barrios enteros, los vecinos se fueron para siempre, pero el autor tuvo la paciencia de preguntar sus historias y de colocarlas en uno de sus capítulos. En otro colocó las ideas y su evolución en torno a la construcción de los puentes. Un capítulo más contiene la vida de los trabajadores que hicieron posible esta obra de ingeniería. Y no falta aquel que se refiere a la atracción del vacío, a las muertes que ocurrieron durante la edificación del (entonces) puente más largo de los Estados Unidos. Lamento tanto no tener más herramientas para dar idea –aunque sea en forma de maqueta– de la ingeniería de Gay Talese. Para hablar de sus grandes reportajes que le dieron fama: su hipnótica no-entrevista a Frank Sinatra, el personaje que pasa a lo lejos, enojado y resfriado, por las páginas de una crónica que deja plasmada su personalidad. O de su exhaustivo conocimiento de las profesiones exóticas que se dan en Nueva York: la vida de las 200 adivinas de la ciudad y las necesidades que satisfacen a sus clientes (compuesto en un 80% por mujeres que tienen problemas en torno al amor). Puesto que todo en esta vida está regido por la ley de la oferta y la demanda, Nueva York necesita de más adivinas. Así que las más viejas dan clases para nuevas médiums en la zona de la Calle Setenta y Ochenta de Manhattan. Dan, o daban, según se hayan modificado la renta de la ciudad, la credibilidad en esta profesión y la necesidad de amor entre los neoyorquinos.

 

Gay Talese. Fama y oscuridad / Fame and Obscurity (1970), tr. Emma Barzini. Madrid, Grijalbo, 1975.

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