A lo largo de su vida, Alfonso Reyes practicó el periodismo, aunque
un periodismo muy alejado del actual. Pienso que casi cualquier editor
rechazaría textos como los que aparecen en estas páginas. Al mismo tiempo,
Reyes rechazaría los diarios actuales, y los cerraría casi de inmediato. Sin
ánimo de calificar nada, debe decirse que la tradición que él continuaba está
casi muerta hoy: un periodismo literario, una conversación inteligente con el
lector. Claro, había entonces más tiempo para colaborar en un juego semejante.
Prosa elaborada, con una tarde para las especulaciones no políticas. Y si son
políticas, vertidas en amplias columnas tabloides. Aquellos textos que llamamos
“el periodismo” de Alfonso Reyes es una proyección cartesiana de un deseo
editorial, de avenidas de textos rodeando una plaza pública. Y para nosotros:
un modelo. Un hombre informado que camina por la calle, enaltecedor
espectáculo. Naturalmente, el mundo no era entonces (1929) una tragedia. Los
lectores no abrían las hojas de un diario para enterarse si no han muerto. Ni
se recorrían las secciones de noticias internacionales para presenciar un
Apocalipsis cotidiano. Pero hablemos de estilo. Yo, al escribir, releo y borro,
rectifico, y la frase resultante aún duda, pero continúa: se le une la
siguiente, y trata de desarrollar algo. El periodismo no tiene tiempo de eso,
se piensa en el momento en que se escribe pues de otro modo pasa la oportunidad
de decir. Lo que Alfonso Reyes escribió se puede calificar de “periodismo”
porque se publicó en periódicos, porque lo apremió el tiempo. Pero su entraña
no necesariamente tiene contenidos periodísticos. Lo que significa que el corte
que disecciona su obra es necesariamente arbitrario. Escribió sobre periodismo,
sobre lo que se debe de entender por este género, pero también de su historia,
pues dejó páginas sobre la historia de los diarios europeos. Fue optimista en
un tiempo en que no era pecado serlo. Todavía era tiempo para las buenas
intenciones. Es el caso de su entrevista al hispanista judío Abraham S. Yahuda
(1917), al respecto de la esperanza de que el pueblo judío poblara Palestina.
En esa proyección del futuro se miran cabañas, un pueblo trabajador, escuelas,
zonas de recreo. Se pensaba que este pueblo sería un buen vecino, y no el
engendrador de un gobierno sangriento capaz de crímenes atroces. Es extraño
llamar a Reyes “periodista”; depende por completo del antologador. Quizá es que
estos zapatos le quedan demasiado pequeños, o bien: son tan grandes que entran
demasiadas cosas (¡prácticamente toda su obra!). Importa también si sus textos
son actuales. Y él, tan afecto a estas diversiones de la reflexión, nos diría:
“¿Y qué cosa no es actual?” Ah, quizá sí, es cierto: se abre un periódico de
cualquier año, y la actualidad es algo que pone la inteligencia del lector.
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