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viernes, 6 de octubre de 2017

Ensayos literarios, de José Carlos Mariátegui


Escribo estas breves notas bibliográficas para protegerme del tiempo y de la vida. Curiosamente, las escribo con bloques de vida y de tiempo. Pero no son míos, son otras vidas y otros tiempos, lo que quiere decir que los tomo para transportarlos a este espacio. Formo líneas que se diluyen poco a poco. Me sirven por un momento para ocultarme de mi tiempo. Son reflexiones que no necesariamente tienen actualidad, de preferencia no: la fabrican y la imponen, pues me cuesta trabajo tocar el presente, amasarlo para formar con él cualquier cosa. En fin, veo que a ustedes no, que fluyen tan bien en el tiempo presente. Pienso todo esto porque José Carlos Mariátegui (1895-1930) tenía una naturalidad para pensar lo contemporáneo que es como si tuviera para él una distancia suficiente para situarlo en el devenir de los fenómenos. Hoy consideramos que fue el primer marxista de América. Esto significa que trabajó con los hechos de su tiempo y les dio un significado, dialogó con la realidad y formó con ella categorías atravesadas por la historia. En este caso, escribió sobre los fenómenos más inmediatos. Lo hizo para dividir el cuerpo del alma y luego volver a juntarlos. Dijo, por ejemplo, que la maquinaria del arte puesta en marcha por las vanguardias es independiente de los resultados que ofrecieron. “Toda revolución tiene sus horrores. Es natural que las revoluciones artísticas tengan también los suyos”, escribió. Así que se debe de separar la mirada que ve los objetos artísticos de la que ve el torrente que los arrastra. Y, hasta cierto punto, realizar la misma operación sanitaria entre la vida y el autor. Pero esto es importante: hasta cierto punto. Si Rilke escribió que “los versos no son sentimientos, como creen muchos, sino experiencias”, Mariátegui inmediatamente desconfía. ¿Entonces alguien como Rimbaud cómo se explica? Sería una protuberancia monstruosa del arte. Pensar que la vida se va sedimentando dentro del artista también es falaz, pues todos seríamos artistas por el hecho de vivir. Por otra parte, esto no quiere decir que exista en este pensador peruano una preferencia por las formas puras. Por el contrario, le gustaba encontrar en los libros una “fe apasionada y creadora”. Veía esa fe en algunos autores que ya no leemos. Por ejemplo, Waldo Frank (1889-1967), de quien prácticamente no se consiguen libros en español. Él hizo este llamado a los intelectuales hispanoamericanos: "Debemos ser amigos. No amigos de la ceremoniosa clase oficial, sino amigos en ideas, amigos en actos, amigos en una inteligencia común y creadora… Tenemos el mismo ideal: justificar América, creando en América una cultura espiritual.” De la misma manera, en la construcción de un pensamiento americano, Mariátegui incluía a los Estados Unidos. Es el mismo pensamiento que más adelante incluiría Pablo Neruda en el capítulo “Que despierte el leñador” de su Canto general. “El leñador” que debe despertar son los Estados Unidos, para que dejen de talar este planeta. Como se ve, no hemos hecho el suficiente ruido que lo despierte…

José Carlos Mariátegui. Ensayos literarios. Sobre Joyce, Breton y las vanguardias europeas. Buenos Aires, Mardulce, 2012.

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