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lunes, 10 de abril de 2017

Dormir al sol, de Adolfo Bioy Casares


 
Esta novela trata sobre un tráfico de almas. Algo extraño. Pero más o menos lo que ocurre es que el doctor Samaniego, el médico de un hospital frenopático, logra extirpar el alma, la cual se encuentra en una glándula del cerebro. Tal como lo creía Descartes. Así que Adolfo Bioy Casares (1914-1999) le dio seguimiento a esa idea, y pensó en una época en que la ciencia pudiera localizar el lugar exacto del alma en el cuerpo y así poder curarla. Extraer el alma y sumergirla en la animalidad, es decir: ponérsela a un perro como en un baño de inconsciencia. Y entonces, exponer las consecuencias en una vida cualquiera, en un barrio cualquiera. Pero la manera de resolver la historia es, como acostumbra el autor, darle la vuelta como un calcetín. Es decir, comenzar el relato con normalidad, con la cotidianidad de la vida, para que, en algún momento, esa vida se tope con lo extraño, con esa otra realidad que se ha gestado en la oscuridad. Más o menos es una constante de su narrativa. Por lo que puede ser considerado un escritor de ciencia ficción, más que un autor fantástico. Curiosamente, por más que su tema sea el enfrentamiento del alma con lo extraño, no es un autor misterioso. Quizá tenía una claridad muy poco afín a sus intenciones. Y eso que intentaba algo sobrecogedor, la complicidad de todos los personajes para conducir al protagonista al encierro y quizá a la muerte. No sé si eso se le debe de agradecer o no al autor. Pero hay algo más, algo que me gustaría llamar “cervantino”, en esta novela. Se debe a que, conforme avanza la historia, nos vamos percatando de que estamos ante un manuscrito y de que el protagonista le relata a alguien su historia. Sólo llegar al final nos podrá decir a quién le escribe y desde dónde. Por qué medio le hizo llegar estas hojas a su destinatario, y si es que finalmente llegaron. Lo que quiere decir que el manuscrito tiene su historia propia, que es lo que Cervantes también propone en el Quijote. Ahora bien, hasta cierto momento, el narrador sabe todo de su historia, hasta que sabemos la circunstancia en que escribe su manuscrito. Y el narrador reflexiona sobre el problema en que se encuentra, encerrado, con riesgo de perder su alma y ser sumergido en la animalidad, esa promesa de felicidad del doctor Samaniego. Pero no hay mayor reflexión sobre el alma y su naturaleza. En esta novela, el alma contiene la memoria, se va con ella cuando se le arranca del cuerpo. Por ello, los personajes se llevan sus recuerdos cuando transmigran quirúrgicamente. Ciertamente, la novela no se desborda ni deja misterios sin aclarar. Acaso, el gran misterio es el de saber las relaciones de todos los personajes entre sí. Aquellos que parecen tramar contra el protagonista guiándolo hasta el frenopático para que el médico de almas experimente con su esposa. Pero hay cierta decepción al comprobar que todo aquello que era oscuro se ilumina sin consecuencias realmente perturbadoras.

Adolfo Bioy Casares. Dormir al sol (1973), prólogo de Claudia Piñeiro. México, Emecé, 2015.

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