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jueves, 23 de marzo de 2017

Por qué duele el amor. Una explicación sociológica, de Eva Illouz



Tan inherente al amor lo sentimos, que no se nos hubiera ocurrido preguntárnoslo antes. Pero es cierto, no en todas las épocas el amor se ha revestido de dolor. En tiempos de Jane Austen, por ejemplo, no ocurría así. por el contrario, había todo un camino establecido para el cortejo. Pero en algún punto, las convenciones sociales dejaron de funcionar. Antes, la mujer debía de dar su consentimiento para que un hombre la cortejara, pues de otro modo no se atrevería a dar un paso que lo comprometiera socialmente. La liberación femenina, la paulatina igualdad de géneros, etc., le han otorgado a la mujer una libertad mayor en las relaciones de pareja. Por otro lado, le han quitado al hombre el lugar del proveedor, de “padre de familia”, para establecer relaciones más igualitarias. Sin embargo, por esa misma razón, los códigos sociales para enamorarse, han dejado de funcionar, lo cual llena de insatisfacción a las mujeres. Nunca se sabe cuánto durará un romance, qué paso dar, qué decir en las citas… Durante un cortejo, el camino más rápido para alejar a un hombre consiste en que una mujer diga que está enamorada. Esas palabras son casi un conjuro para terminar una relación. Como la mujer tiene un límite biológico para consumar un romance –en caso de que quiera hijos–, sale del mercado del amor años antes que los hombres. Por esta razón, ellos tienen una ventaja mayor, un “capital sentimental” que crece con el aumento de su experiencia sexual. Como Marx ante la mercancía, la autora utiliza un razonamiento parecido al ver el amor y el cortejo como partes de un mercado, en donde cada uno es a la vez consumidor y mercancía. Deseante y objeto de deseo. Todo esto en un mundo en donde, por definición, se ha acabado el misterio entre los entes. Lo que quiere decir que la racionalidad ha colonizado el mundo sentimental. Las soluciones de la modernidad son el consenso racional: “Pide permiso para dar un beso, pide permiso para tocar, pide permiso para desabrochar la blusa, pide permiso para colocar el dedo dentro de la vagina”. Aunque parezca un chiste, es la petición de un colectivo feminista Antioch College, de 1990. El paso siguiente en la igualdad es la medición, es decir: tratar de contabilizar el compromiso, darle un valor cuantitativo al cariño y decidir si ambas partes están igualmente comprometidas. Es decir: que los enamorados –si es que lo están– deben de responder a un discurso supuestamente igualitario que proviene de fuera. La moderna psicología, escribe la autora, trata de convencer al sujeto de que el problema es uno mismo, sin considerar el entorno social que lo atiborra de ansiedad. Parece ser que los antiguos elegían a sus parejas con cálculos menos exhaustivos que hoy, y tenían bastante menos problemas de ansiedad.

Eva Illouz. Por qué duele el amor. Una explicación sociológica / Why Love Hurts. A Sociological Explanation, tr. de María Victoria Rodil, 2ª ed. Buenos Aires, Katz, 2014.

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