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sábado, 12 de noviembre de 2016

París, de Eugenio D’Ors




Para Uriel Vides

A veces, algo suena en el corazón y entonces hay que sacarlo del pecho y consultarlo como a un reloj de cadena. Abrirlo y ver hacia dónde señala la manecilla única de su brújula. Hay veces en que no señala a una persona o una idea fija, sino una ciudad. Bueno, ni modo, hay que hacerle caso porque de otro modo seguirá sonando insistentemente la misma hora, la hora de partir. Y si esa terca rosa de los vientos indica hacia París, entonces la inquietud es mayor. Me refiero fundamentalmente al viaje espiritual, ése que ni siquiera necesita de conocer París y lo convierte en una idea. Y la idea de París es necesariamente una empresa intelectual elevada, pues necesita de operaciones intelectuales vastas. Eugenio D’Ors (1881-1954), el filósofo catalán tuvo varias etapas en esa ciudad, las cuales comenzaron en 1906 y se continuaron por décadas. Su objeto de estudio se lo dio la experiencia: caminar por las calles y mirar la torre Eiffel, ir al teatro o bien asistir a las clases en la universidad, las cuales eran centro de reunión de la sociedad más elegante. El conocido método de descubrir lo eterno en los datos de la experiencia, y lo profundo en lo superficial. Basta con mirar la ciudad por arriba, los tejados, para saber algo de París. Ver la torre Eiffel y saber que se trata de un edificio republicano, que es el más alto de una ciudad que ama a la realeza. Lugar de descanso para los reyes, en donde en otro tiempo volaron sus cabezas. ¿El documento filosófico que mejor nos habla de esta ciudad? ¡La guía turística! Ella nos dice en dónde se pone esta tarde una obra de Aristófanes. ¡Vamos enseguida! No nos podemos perder la reacción de la sociedad más elegante ante la vieja comedia helénica. He aquí que incluso la acomodadora ha cedido al encanto de Aristófanes y ríe alegremente de Sócrates. De donde se extrae la certeza, ¡nuevamente!, de la eternidad de los griegos. Eternidad, palabra que, en París, forma parte de la sección de sociales. La Eternidad se muestra, llega vestida a la última moda, deslumbra como es su costumbre y es reseñada para deleite de los lectores. París es, sobre todo: reuniones, oportunidad para la murmuración y para el debate. La Universidad, llama la atención, es otro centro de reunión, a donde acuden lo mismo los turistas que los sacerdotes. “París aplaude”, “París enloquece”, “París va a comer”, ciudad siempre retratada como un gran Leviatán. Los acontecimientos (por lo menos en ese París de Eugenio D’Ors) se visten de gala para aparecer en sociedad, pues es ese monstruo de los mil catalejos el que determina el éxito social. Los Reyes títeres del colonialismo francés y los anarquistas que ponen bombas para exterminarlos, lucen bien peinados para la foto de estas crónicas en que el humor es la verdadera ética.

Eugenio D’Ors. París / Gloses al viure de París; Paris, Scenes and Secrets; Glosari, traducción de Carlos D’Ors e Isabel Lacruz Bassols, edición literaria, prefacio y selección de Carlos D’Ors. Madrid, Funambulista, 2008. (Col. Literadura)

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