La reseña
no es lugar para las confesiones. Aún así… Debo decir que hace muchos años, fui
al Centro Cultural San Ángel, y junto a mí se sentó nada menos que Octavio Paz.
Tenía yo alrededor de veinte años, y a pesar del miedo pude intercambiar unas
cuantas palabras: “Me emocionó su ensayo sobre Luis Cernuda. Ayer leí su libro sobre
el Modernismo, de hecho aquí lo tengo”, y busqué en mi mochila, pero no, ya
había sacado Cuadrivio y en su lugar
estaba la obra de Cervantes en editorial Aguilar. “¿Me lo firmaría de todos
modos?” Pero no, el poeta me dijo que sólo si se trataba de un libro de él. “Me
honra mucho que usted quiera que le firme un libro de Cervantes, pero no
puedo”, me dijo con gran amabilidad. Mi diálogo con Octavio Paz no ha sido, a
lo largo de la vida, ni complaciente ni confortante. Frecuentemente le contesto,
meto mi voz en sus soliloquios. No hago más que responder a la seguridad con
que se expresa en sus ensayos. Sin embargo, en este libro baja la voz, se nota
algo más a gusto hablando de su propia poesía, sin el tono arrogante de sus
ensayos. Se trata de la edición de las seis conferencias que pronunció en 1975
en El Colegio Nacional sobre su propia obra poética. El camino que construyó lo
vuelve a andar pero ahora para explicar por qué están esos artefactos poéticos
en donde están. Hay humildad del autor ante su obra, y la confesión de ciertos
aspectos, detrás del telón, que no son evidentes. Se autodefine
“post-surrealista” y realiza la afirmación de una poética en que el tiempo se
detiene, quiere cristalizar el instante, como si hubiera quedado dentro de una
gota de ámbar, para ser contemplado por aquellos que vengan después. Y sin
embargo, encuentro más fascinación en el recuento de todo aquello que pasa.
Mixcoac, pero el que se ha desvanecido; las calles, pero las que ya no son. La
metafísica de la ciudad, la vivisección, ¿o disección?, del poema. Eso depende
de si se considera al poema algo vivo o algo que potencialmente vive al ser
releído. No está ni vivo ni muerto. Como si el tiempo se descongelara al pasar
por los ojos del lector, continuara su fluir por un momento nuevamente. El tema
del poeta es, en extensos pasajes, “el tiempo fijo”, y la posición de Paz se
puede ver desde distintos puntos, por ejemplo, su actitud ante la poesía. Dice
que tanto Ortega y Gasset como Vasconcelos le sugirieron dejar la literatura
para dedicarse a la filosofía. Y Paz, ¿eligió una poética que incluía la filosofía?,
¿o por el contrario, una poesía de la imagen, arte sin ideas? Pienso que optó
por la segunda vía, la poesía como construcción, arte-en-sí que es técnica,
aunque la filosofía sea la disciplina que vive en la “habitación vecina”. En el
centro de esta poética florece la palabra como flor, medita sobre sí misma,
pero para hacerlo usa al hombre, se encarna y se modifica, nos modifica para
pensarse, una dialéctica en que el hombre se ve superado, es precedido por la
palabra y la palabra quedará modificada, trascendiendo al hombre, quizá a la humanidad,
pues encuentro en este pensamiento una presencia idealista en que la palabra
rodea al hombre y no al revés. Me extraña que no se haya hablado más de este
libro, inédito hasta esta edición. Hay en él muchos temas, pero de la misma
manera que en la dualidad del hombre y la palabra, en otra que aquí se
presenta, la de filosofía y poesía, es esta última la que recubre y sirve como un
todo estructurador a las palabras del poeta.
Octavio Paz. Cuarenta años de
escribir poesía. Conferencias en El Colegio Nacional, pról. y ed. Enrico
Mario Santí. México, DGE. El Equilibrista-El Colegio Nacional-Conaculta, 2014.
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