Muy pronto se cumplirán cien años de la publicación de Contrapunto (1928), la célebre novela de Aldous Huxley (1894-1963). Célebre por poco tiempo, pues en 1932 apareció Un mundo feliz, la cual arrebató gran parte de su trascendencia. Sin embargo, se trata de un texto virtuoso en su entramado, pues el título se refiere precisamente a la técnica con que algunas obras musicales combinan diferentes voces, líneas melódicas que siguen su propia lógica pero que progresan en relación con las demás. En este sentido, la novela narra la historia de varios personajes, cada uno persistiendo en sus propias emociones, proyectos narrativos, intereses científicos o políticos, en sus infidelidades (la novela es, también, un sistema de personajes infieles). No sabemos qué ocurrirá con los destinos humanos en la compleja polifonía de nuestas vidas, así que la resolución de las personalidades siempre podrá ser sorpresiva. Me imagino que en Contrapunto se encuentra esa idea dostoyevskiana de que un solo ser humano puede encarnar todos los destinos, toda la gama de emociones y reacciones. Y como tampoco sé cuántos años después de publicada una novela se puede hablar de ella como si ya todos la hubiéramos leído, cometo la falta de tacto de hablar de Maurice Spandrell, diciendo que se convertirá (junto con Frank Illidge, un biólogo comunista) en el asesino de Everard Webley, un joven dirigente fascista. Antes de continuar, hay que decir que Illidge no es visto como un comunista heroico, sino como un joven resentido, una víctima de la manipulación, pues Spandrell es aquí el cerebro del crimen, alguien que busca en el asesinato una razón metafísica. Matar para pedirle a Dios una respuesta, una señal. Nuevamente, pienso en Dostoyeski, en la reflexión de Raskolnikov, que mata como matan los grandes hombres. Pero en su caso, no resiste, no está a la altura de nada. Y Spandrell, él no recibe ninguna señal divina. Recibe el silencio. Lo que adquiere bastante significado en una novela hecha de sonido. Después del estruendo protagónico y dramático de su papel en la trama, viene un declive, un pasaje melancólico. El crimen, ante los ojos de la conciencia. Hace unos días vimos el asesinato de un ultraderechista, Charlie Kirk, y vimos cómo al pensamiento de la derecha se le hacía agua la boca, pensando en que detrás de ese crimen estaba algún izquierdista o alguno de sus fantasmas favoritos. Así que parece que le darán vuelta a la página, porque la causal del crimen no los favorece. Volvemos, como hace un siglo, a momentos equiparables, a reflexiones homólogas. El reciente crimen hace necesario reforzar la idea de que el discurso de odio no es parte del pensamiento de izquierda. La novela de 1928 nos dirige a otros pensamientos muy diversos. Nos lleva a preguntarnos –según el escritor Juan Antonio Gaya Nuño– quién es el protagonista en esta novela en que cada uno de los personajes parece serlo en algún momento. Y resulta serlo, de manera pasiva, la víctima: Everard Webley. Parece que es difícil saber si existe un modelo para este personaje. Quizá, el enigma central no sea ése, sino dilucidar qué tipo de sociedad puede incubar el fascismo. Parece que no hemos terminado de resolver este problema.
Aldous Huxley. Contrapunto / Point Counter Point (1928), tr. Lino Novás Calvo. Barcelona, Edhasa, 2018.