Nada más bonito que hacer la biografía de un cocker spaniel, el más bello entre todos los perros, el más cariñoso, el más entrañable. Hablo así porque de niño traté con uno, al que extraño desde entonces, porque murió envenedado cuando yo tenía ocho años, y que se llamaba Balú. Me gustaría hacer su biografía, pero luego de tantos años, recuerdo muy poco de él. Me gustaría hacer biografías de perros y gatos, de algunas plantas también. Tengo una en mi balcón que estoy seguro que tiene una personalidad única. Tengo la costumbre de hablar con ella, y sé que le gusta que la acaricien y la tomen en cuenta. El gran João Guimarães Rosa escribió sobre un burrito, no su biografía sino un solo día de su vida. Largas páginas, porque su vida era realmente interesante (se llama “El burrito pardo”, y está en su libro Campo general y otros relatos). En el caso de Virginia Woolf (1882-1941), al escribir esta biografía sus intereses eran otros. Dice la experta Marta Pessarrodona, en el epílogo al libro, que la novelista inglesa más que escribir sobre un perro quería sentir como él. Quería saber qué significa ser un perro, y eligió uno de los más notables, Flush, el cocker spaniel de la gran poeta del siglo XIX, Elizabeth Barrett Browning (1806-1861). Ser un perro es bastante interesante, aunque eso causa que dejemos de enterarnos de muchas de las cosas de su dueña. Flush se interesa más en los espacios, los olores, los otros perros, los viajes, el regazo de su dueña… Nosotros quisiéramos saber un poco más de Elizabeth. Sabemos que un día tomó entre sus brazos a Flush y dejó la casa paterna para huir con su prometido, el poeta Robert Browning. Lo sabemos porque Flush tuvo una gran emoción de conocer Italia, a donde ambos esposos huyeron. Pero este pequeño perro no supo que el padre de Elizabeth nunca le perdonó haberse casado… Virginia Woolf quiso saber también qué se sentía ser niña (adulta ya, había olvidado ese periodo), quiso saber qué se sentía ser hombre (lo escribió en su novela Orlando). Uno debe de aprender, si quiere especializarse en este tipo de biografías, que los periodos de la vida de los animales y las plantas son muy diferentes a los nuestros. En el caso de Flush, la vida en Italia fue importante, pero también fue la época en que llegó a la vejez, poco después de los diez años. Elizabeth le dedicó a Flush bello poema de agradecimiento por haber estado a su lado siempre, sin importar que ella, enferma, estuviera en una habitación cerrada y casi sin luz. Pero como Flush no tenía ningún interés por la poesía, no aparece en estas páginas, ni parece haber sido relevante en su vida. Fue bastante más importante para él su secuestro, pues por los días en que era joven, se acostumbraba robar a los perros para pedir rescate a sus amos. Flush sufrió tres secuestros, pero para comodidad de los lectores, la autora de la biografía decidió convertirlos en uno solo.
Virginia Woolf. Flush / Flush: A Biography (1933), tr. Rafael Vázquez Zamora, epílogo de Marta Pesarrodona, 2ª ed. Barcelona, Destino, 2004. (Col. Destinolibro, 66)