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sábado, 17 de febrero de 2024

Vidas en el aire, de Bertha Zacatecas



Bertha Zacatecas, socióloga y periodista, fue esposa del filósofo Josu Landa. Cuando entré a la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM, ella acababa de morir, y Josu, que me contó de ella, le había dedicado poco antes su Treno a la mujer que se fue con el tiempo, poema que ganó en 1996 el premio Carlos Pellicer de obra publicada. Bertha tuvo tiempo de reunir sus entrevistas en torno a la radio, poco antes de morir, las cuales había publicado en una columna en el diario El Financiero. Aunque comenzó a interesarse por los asuntos sindicales, poco a poco se interesó en el mundo de la radio, y entrevistó a sus protagonistas con mucha cercanía e interés. Aunque tengo el libro desde entonces, y siempre me ha servido de consulta, por primera vez lo leo de corrido. Sería inútil tratar de referir incluso una pequeña parte de todas las historias que se cuentan en sus páginas. Hay cancioneras de bolero, crooners, locutores, empresarios, productores, compositores… Está Pedro de Urdimalas, que convenció a Ismael Rodríguez de ir a un café de chinos para contarle la historia de Pepe el Toro y la Chorreada, lo que desembocó en una de las grandes películas del cine mexicano. Las protagonistas de las radionovelas cuentan su experiencia, el triste éxito de ser desconocidas en la calle aun cuando no había nadie que no las conociera por su voz. Como los personajes y los programas pasan por el libro como parte de largas evocaciones, hay que cazarlos al paso. ¡Ahí va el nombre de Toño Escobar, extraordinario músico, a quien le he seguido la huella durante años, para sólo encontrar unos pocos datos! Amparo Montes recuerda su programa Bon soir, seguramente patrocinado por el perfume del mismo nombre, y que duró diez años. Era un programa en que Amparo cantaba canciones de amor, Manuel Bernal decía poemas, y el público mandaba cartas con sus historias de amor para ser leídas al aire. Y el tema musical era una canción de Antonio Escobar. “Bon soir, madame, así le habló, y yo no sé qué contestó…” El locutor Edmundo García, voz de la antigua XEB, recuerda a Escobar, cuando en los años 30 era el pianista de la orquesta de Rafael Hernández. Eran los días en que Margarita Romero y Wello Rivas estrenaron Perfume de gardenias en esa estación. Aunque es una canción cuyo perfume no termina, no se sabe que comenzó a escucharse en 1936 en la “B grande de México”, como la bautizó Edmundo García. Si le sigo la pista a Escobar es porque se trata de uno de los grandes músicos olvidados de México: trajo a nuestro país al menos tres ritmos, la conga, el porro y el merengue. Eso, porque durante una gira a la República Dominicana con las hermanas Águila (era esposo de una de ellas), se convirtió en el músico favorito del dictador Leónidas Trujillo. A esas figuras de la radio quise seguirles el paso después de Bertha Zacatecas, a algunas pude llegar, aunque tiempo después, a otras ya no fue posible. Entre los que sí, recuerdo a Lupita Palomera y Fernando Fernández, porque vivían a dos calles de mi escuela, el CCH Sur. Algunas veces fui a tocarles la puerta y platicar con ellos. Aquí recuerda que fue el primer cantante de radio que fue a cantar a un cabaret, el Waikikí. Aunque sus compañeros lo criticaron entonces, hoy lo recordamos por sus películas en que enamoraba con boleros a una hermosa rumbera, Meche Barba. Hace mucho que no veo esas películas, pero creo recordar que enseñan algo de que el amor florece en medio de la desdicha.

 

Bertha Zacatecas. Vidas en el aire. Pioneros de la radio en México, presentación de Raúl Trejo Delarbe. México, Diana, 1996.

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