Otras entradas

sábado, 7 de mayo de 2022

Las intermitencias de la muerte, de José Saramago




 

Uno de los aspectos en los que la humanidad no ha destacado particularmente ha sido en el terreno de las utopías. El oficio de imaginar otros mundos ha tenido momentos de refinamiento, pero la imposibilidad de ponerlos en práctica a veces no ha sido culpa de las utopías sino de sistemas que usurpan su lugar. Preferimos voltear a los cuentos fantásticos, en donde tampoco los deseos del hombre han tenido buenos resultados. Esperamos muchas veces en la vida encontrar aquella lámpara que contiene el genio que nos concederá tres deseos. Pero reservemos siempre el último de ellos para anular el fracaso de los dos anteriores, pues con seguridad nuestras ambiciones ejecutan planos arquitectónicos sumamente imperfectos. Mejor volver a la realidad previa al momento en que la echamos a perder. No conozco mejor constructor de mundos con el material de las suposiciones que José Saramago (1922-2010). Cuando leí Ensayo sobre la ceguera, a momentos me decía: No habrá inteligencia que pueda continuar esta novela. Pero los hechos continuaban ocurriendo, como en la realidad, uno detrás de otro, en un devenir inverosímil. Que la Muerte deje de trabajar es uno de nuestros deseos, que se tome días de vacaciones, que vaya a la Oficina de Asuntos Laborales y le contabilicen sus años de sabático. Pero ella (la Muerte humana) trabaja y trabaja sin descanso. En esta novela de Saramago, simplemente ocurre en determinado país, y comienzan a verse de inmediato las consecuencias. Existen dos vertientes principales: la económica y la metafísica. La industria de la muerte es vigorosa, da empleos, y no se puede detener. Como los animales siguen muriendo, las pompas fúnebres se entretienen mientras dando sepultura a pajaritos, perros y gatos. La Muerte animal, por suerte, no se detiene. Por alguna razón, sólo la parte de la maquinaria laboral que nos toca a los humanos. En el terreno metafísico, la Iglesia y la Filosofía son otras de las afectadas, pues precisamente existen en virtud de la Muerte. Sin ella, no sirven de nada Dios ni las discusiones sobre la existencia. Y mientras esto ocurre, se acumulan los moribundos y los ancianos en montones, en una premonición de una pesadilla para los economistas, los cuales miran cómo el descanso de la Muerte es simplemente incosteable. Ya que la Muerte, en esta novela, aparece como un personaje más, la historia tiende a asemejarse a alguna leyenda medieval. Se transfigura, escribe cartas, decide avisar a las personas con una misiva que el término de sus días ha llegado, sin plazo. Por desgracia para la Muerte, ella sabe poco de nosotros. Trabaja tanto que no se ha tomado la molestia. Si en sus días de descanso, quizá se diera la oportunidad de acercarse a alguna exposición o a algún concierto. Se asombraría de que Ella es la protagonista de un alto porcentaje de ellas. El porcentaje restante se trata de obras en que aparece ella, pero disfrazada de algo más, como de Amor o de Esperanza. Que se enamore de la Vida, que deje escapar a algún artista de sus manos de vez en cuando, para que no tengamos de ella esa mala imagen de tecnócrata del universo.

 

José Saramago. Las intermitencias de la muerte / As intermitencias da morte (2005), tr. Pilar del Río, 12ª reimp. México, DeBolsillo, 2020.

 

No hay comentarios: