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jueves, 2 de septiembre de 2021

El capital, libro I, capítulo VI (inédito), de Karl Marx


 

A estas alturas de la vida, no sé cómo leer a Karl Marx (1818-1883): si comparando las numerosas traducciones de un mismo pasaje, o bien acompañado de alguno de sus expositores. Tal vez sea mejor leer a los más modernos, los que intentan devolvernos un pensamiento que sobrevive a los naufragios aparentes. O quizá, intentar el regreso a los primeros que lo leyeron, los que estuvieron cerca de su pensamiento y su acción. U olvidar todo lo anterior, aunque sea imposible, y decirle adiós a todos antes de entrar cuenta propia en el bosque (no llegaré muy lejos por mi propio pie) con solo un lápiz. Mi lectura personal es una mezcla de todas las anteriores, aunque para entenderlo bien me falten bastantes referencias. Él dejó escrito este texto como un puente que comunicaba el primer volumen del Capital con el siguiente: un resumen de sus ideas en torno a la mercancía. La mercancía vista en cuanto mercancía es ya un sueño delirante, de donde se extraen derivaciones interminables. Lo cual nos hace mirar todo como una mercancía con sus diferentes formas de valor: el amor, la literatura, el placer e, incluso, el estilo literario. Refiriéndose al estilo, Louis-Ferdinand Céline dijo: “Es lo que vendo”. Si esto es así, convendría hacer crítica del estilo en cuanto mercancía, pero yo quisiera ahora algo ligeramente distinto, que es: mirar el estilo de Marx en cuanto manera de pensar: qué tiene de particular su percepción del mundo y cómo eso se cuela en una manera de escribir. ¿Es posible verlo? ¿Un pensamiento que puede influir artísticamente así como Nietzsche lo hizo sin querer en numerosos artistas? El pensamiento nietzscheano es un fluido que puede dejar la formulación verbal para circular por otros tipos de arte, como la pintura o la escultura. En el caso de Marx, me figuro una influencia eminentemente verbal, una forma de concebir el flujo del pensamiento como una transfiguración de lo particular en lo abstracto, y visceversa. Un método que conceptualiza una fuerza existente en la realidad y la sigue aun cuando tome una forma abstracta: la existencia del plusvalor depende de que esta noción se extraiga de la realidad, se introduzca nuevamente en ella, se conserve invisible y se manifieste continuamente al grado de que releer la realidad sin tomarla en cuenta la figure incompleta. El dinero, del mismo modo, contiene una suma de valores de cambio concretados en una sustancia simbólica. Naturalmente, hay una concepción del mundo en que el hombre pugna por la libertad (en constante pugna por concebirla, inicialmente) contra una sociedad que lo impide. No lo impide conscientemente: ella sigue sus propias leyes y, al seguirlas, hace de un ser humano su objeto. Eso es siempre claro al hablar de marxismo, pero quizá, para seguir esos “fluidos” del ser, se requiera de la poesía, de cierto tipo de poesía en movimiento, es decir: en transformación. Una constante lucha en que el escritor pretende descomponer el ente en fuerzas, pero ellas (no queda de otra) se resuelven para manifestarse en forma de existencia.

 

Karl Marx. El capital, libro I, capítulo VI (inédito) (1971) / Das Kapital, erstes buch, der produktionsprozess des kapitals. Sechstes kapitel, resultate des unmittelbaren produktionsprozess, presentación de José Arico, traducción y notas de Pedro Scarón. 8ª ed. México, Siglo XXI, 1980.

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