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viernes, 2 de agosto de 2019

Letras sobre un dios mineral. El petróleo mexicano en la narrativa, de Edith Negrín



Confieso no saber nada acerca del petróleo, siendo un tema central. Ignorancia imperdonable, ya que todo lo que me rodea tiene que ver con él. Ya sé que duerme (quizá no ha pegado las pestañas), desde tiempos impensables, bajo la tierra. No tengo más que estirar la mano para tocarlo, y aun mientras escribo siento su materia bajo mis dedos desde hace años. En fin, no importa que seamos viejos conocidos si es que no sé mirar detrás de las diferentes en que se me presenta. Sólo hasta este instante me doy cuenta de que le debo la comodidad de no pisar la tierra. Arropa los pasos, calienta y enfría los alimentos, etc., etc., y si no quiero terminar por escribir una oda elemental a su presencia angelical y maligna, me debo detener ahora mismo: sólo mirarlo y preguntarme por su origen, por el camino que recorre hasta venir a morir ante nuestras necesidades. Si se sigue el pensamiento de Marx, es decir, si se le deja de ver como un producto acabado que esconde aquellas relaciones que lo trajeron hasta aquí, veremos entonces su origen, el lejano pozo en que duerme (ya dijimos que en realidad no ha dormido nunca), y lo veremos ser el origen de un complejo proceso que lo somete a transformaciones y a temperaturas elevadas que lo hacen sudar ensoñaciones delirantes. Este libro traza el recorrido de una de ellas, la novela (hubiera preferido algo de pasión en el texto, pero la autora eligió un indiferente desgranamiento de las obras que estudia), y establece que el petróleo fue, primero, un descubrimiento de los autores extranjeros. Las obras literarias alimentaron primero la imaginación lejana, llegaron estadounidenses, ingleses y hasta checos (¡el autor de El Gólem, Gustav Meyrink, tiene un cuento dedicado al petróleo de Tampico!). Fueron extranjeros los primeros cronistas de la codicia; destaca uno de ellos –Jack London– porque vino a México a mostrar su lado oculto, pues si bien era “socialista”, concebía este pensamiento como el bienestar para unos cuantos: “El socialismo no es un sistema ideal, planeado para lograr la felicidad de toda vida, ni de todos los hombres; está pensado para la felicidad de ciertas razas similares. Está ideado así para fortalecer estas razas afines, para que sobrevivan y hereden la tierra cuando se extingan las razas inferiores, más débiles… Es la ley.” Aunque este texto fue escrito en 1899, este autor vino a México en 1914 a mirar el país con los anteojos de esos prejuicios. Puede decirse que el ciclo de novelas dedicadas a este tema comienza con el descubrimiento narrativo del petróleo (tal vez con Mapimí 37, de Mauricio Magadaleno, en 1927) y culmina con los narradores que vivieron el 68 (Héctor Aguilar Camín, el más sobresaliente, con su novela Morir en el Golfo, de 1986). Con pocas excepciones, se trata de una rama narrativa muy poco conocida (y, a juzgar por las conclusiones de la autora, con frecuencia de poca calidad). Quizá sólo Rosa Blanca de B. Traven y La cabeza de la hidra, de Carlos Fuentes, pero las demás obras pertenecen a un submundo que fluye, igual que el petróleo, bajo tierra. Por otra parte, el reportaje sobre la expropiación, Robo al amparo de la ley, del inglés Evelyn Waugh, escrito por encargo contra Lázaro Cárdenas, puede ser “la página más racista y despectiva que se ha escrito sobre nosotros” (y por ello, de deliciosa y morbosa lectura, sólo que la edición mexicana es casi inaccesible). La impresión general que deja la lectura de este libro –repaso de obras narrativas que difícilmente serán reeditadas– es que existe poco diálogo con muchos de estos textos: muy poca verdad en los personajes, ideología en vez de pasiones. Pero guardan algo de vida, sólo que es necesario desenterrarla, narrar la existencia de estos enterrados escritores.

Edith Negrín. Letras sobre un dios mineral. El petróleo mexicano en la narrativa. México, El Colegio de México-UNAM, 2017. (Col. Estudios Sobre Energía)

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