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domingo, 6 de agosto de 2017

Cartas persas, de Montesquieu

No pensé que leyendo las Cartas persas conocería a un amigo dieciochesco, aristócrata e irónico. A Montesquieu lo veía de vez en cuando entre las listas de autoridades de la ciencia política, entre los precursores de no recuerdo qué temas, como una autoridad importantísima. Confieso que ignoraba la amenidad de su prosa. Este libro debe de ser considerado entre las novelas, pues el autor se disfraza de Usbek, un noble persa que viaja a París por nueve años, para describir la Francia del siglo XVIII. Por suerte, lo hizo en tiempos en que no existía la corrección política, ya que, por alguna razón, hoy es casi imposible criticar una cultura ajena. Podemos ridiculizar la nuestra con toda la amplitud que queramos pero las demás no. No está bien visto burlarse de los pueblos africanos, los musulmanes o los orientales. Lo que quiere decir que hemos olvidado una de las grandes lecciones del siglo XVIII y es que el hombre es ridículo se pare donde se pare y se disfrace de lo que se disfrace. En estas Cartas Usbek se asombra de la vida de las mujeres francesas, de los sacerdotes y sus ideas religiosas y de los políticos, pero no se da cuenta de los prejuicios con que llega a conocer París. Para él es motivo de sorpresa que las mujeres parisinas no tengan eunucos que las vigilen. Algo interesante habrá encontrado, ya que su estancia se prolonga por nueve años. Hoy, un libro así seguramente sería tan repudiado como lo fue hace trescientos años. Ese libro escrito por un francés de hoy más o menos sería así: un noble iraquí viaja a Francia y manda sus impresiones irónicas a su país. Naturalmente, los franceses lo repudiarían por dejar en ridículo a Francia ante el Medio Oriente. Una Francia que, por otra parte, puede ser tan conservadora como lo fueron sus antepasados del XVIII. Por otra parte, hablar hoy del Medio Oriente requiere un tacto especial porque a causa de nuestra Historia contemporánea, no está esa parte del mundo para servir de blanco de las ironías occidentales, sobre todo por el porcentaje de muertos con que contribuyen al errático destino de nuestro planeta. Así que mejor tomar otros rumbos en estos comentarios. Leí hace poco que en la literatura de aquel siglo de la Ilustración, la personalidad es algo inmutable, algo que no se explora como estamos acostumbrados hoy: está más dominada por las leyes de la física que de la psicología. De ahí que las cartas sean una serie de apreciaciones generales y nada de psicologías personales. Lo cual es muy útil para retratar sociedades enteras, pues Montesquieu lo hace con una gran penetración. Finalmente, Alfonso Reyes piensa que los libros más profundos de la literatura son los de viajes, pues se necesita viajar para conocer las costumbres y los hombres. Así que este libro estaría al lado de Don Quijote, de la Ilíada y la Odisea, por esa persistencia en conocer los hombres de otros lugares.

Montesquieu. Cartas persas / Lettres persanes (1721), 2ª ed., trad. de María Rocío Muñoz. México, Conaculta, 2015. (Col. Cien del Mundo)

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