No pensé
que leyendo las Cartas persas
conocería a un amigo dieciochesco, aristócrata e irónico. A Montesquieu lo veía
de vez en cuando entre las listas de autoridades de la ciencia política, entre
los precursores de no recuerdo qué temas, como una autoridad importantísima.
Confieso que ignoraba la amenidad de su prosa. Este libro debe de ser
considerado entre las novelas, pues el autor se disfraza de Usbek, un noble
persa que viaja a París por nueve años, para describir la Francia del siglo
XVIII. Por suerte, lo hizo en tiempos en que no existía la corrección política,
ya que, por alguna razón, hoy es casi imposible criticar una cultura ajena.
Podemos ridiculizar la nuestra con toda la amplitud que queramos pero las demás
no. No está bien visto burlarse de los pueblos africanos, los musulmanes o los
orientales. Lo que quiere decir que hemos olvidado una de las grandes lecciones
del siglo XVIII y es que el hombre es ridículo se pare donde se pare y se
disfrace de lo que se disfrace. En estas Cartas
Usbek se asombra de la vida de las mujeres francesas, de los sacerdotes y sus
ideas religiosas y de los políticos, pero no se da cuenta de los prejuicios con
que llega a conocer París. Para él es motivo de sorpresa que las mujeres parisinas
no tengan eunucos que las vigilen. Algo interesante habrá encontrado, ya que su
estancia se prolonga por nueve años. Hoy, un libro así seguramente sería tan
repudiado como lo fue hace trescientos años. Ese libro escrito por un francés
de hoy más o menos sería así: un noble iraquí viaja a Francia y manda sus
impresiones irónicas a su país. Naturalmente, los franceses lo repudiarían por
dejar en ridículo a Francia ante el Medio Oriente. Una Francia que, por otra
parte, puede ser tan conservadora como lo fueron sus antepasados del XVIII. Por
otra parte, hablar hoy del Medio Oriente requiere un tacto especial porque a
causa de nuestra Historia contemporánea, no está esa parte del mundo para
servir de blanco de las ironías occidentales, sobre todo por el porcentaje de
muertos con que contribuyen al errático destino de nuestro planeta. Así que
mejor tomar otros rumbos en estos comentarios. Leí hace poco que en la literatura
de aquel siglo de la Ilustración, la personalidad es algo inmutable, algo que
no se explora como estamos acostumbrados hoy: está más dominada por las leyes
de la física que de la psicología. De ahí que las cartas sean una serie de apreciaciones
generales y nada de psicologías personales. Lo cual es muy útil para retratar
sociedades enteras, pues Montesquieu lo hace con una gran penetración. Finalmente,
Alfonso Reyes piensa que los libros más profundos de la literatura son los de
viajes, pues se necesita viajar para conocer las costumbres y los hombres. Así
que este libro estaría al lado de Don Quijote, de la Ilíada y la Odisea, por
esa persistencia en conocer los hombres de otros lugares.
Montesquieu.
Cartas persas / Lettres persanes
(1721), 2ª ed., trad. de María Rocío Muñoz. México, Conaculta, 2015. (Col. Cien
del Mundo)
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