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lunes, 2 de julio de 2018

Museo Yucateco



La revista Museo Yucateco se publicó a lo largo de 1841 y 1842 (aquí sólo me refiero al primer año), impulsada por Justo Sierra O’Reilly. Yucatán entonces se había proclamado República en protesta por las leyes centralistas promulgadas por Antonio López de Santa Anna, por lo que esta publicación era un intento por plantear una identidad histórica y social para este joven y transitorio país. Narraciones con el mundo novohispano como tema, crónicas de las ruinas mayas (en ese entonces, abandonadas y muchas de ellas dentro de haciendas particulares) y un interés en divulgar documentos históricos concernientes a la península. Hay una elogiosa semblanza de Lorenzo de Zavala, el intelectual y político que había muerto en 1836, y que había sido presidente de la República de Texas, separada de México por la misma razón: como protesta contra el centralismo de Santa Anna. Al leer estas páginas, leemos inevitablemente otro mundo: los editores del Museo Yucateco se dirigían a dos tipos de lectores, a los señores de entonces, cultos, interesados en su Historia, y a sus esposas e hijas. Casi tenían esas mujeres su propia sección: en ella se les exhortaba a no ser coquetas, a dedicarse a su hogar, a depositar su vida bajo la protección de su esposo. Pero eso no debe de sorprender, los editores del Museo sólo son un síntoma de aquellos tiempos. Más bien, nos imaginamos una publicación que llegaba a los hogares y que se preocupaba por la lectura femenina, sector que podía pasearse por las demás páginas. Tantas décadas después, varios aspectos literarios llaman la atención. Por ejemplo, el extenso examen de la obra de Víctor Hugo, autor que apenas tenía 39 años, es un texto pionero. Quién sabe por qué medios llegaban entonces las noticias internacionales, quizá por revistas europeas que viajaban pasando por Cuba. Quizá lo más notable, desde el punto de vista del cuidado del estilo sean: el cuento de Washington Irving, publicado en el número de diciembre, y la narrativa de Justo Sierra. Este último, yerno del gobernador Santiago Méndez, quien logró la estabilidad de la península pues gobernó durante cuatro años (1840-1844): sólo hay que ver que entre 1829 y 1840, Yucatán tuvo veinte gobernadores. Sierra tenía una prosa amena, eficaz para darle vida a escenas situadas en los siglos pasados, espíritu de novela de folletín, pues es seguro que entonces no podía ser de otro modo. De algún modo, la publicación tuvo acceso a los papeles de un juicio llevado a cabo en 1810, por el cual sabemos que Juan Gustavo Nordingh de Witt, el presunto espía enviado con fines sediciosos por José Bonaparte. Este agente fue tomado prisionero, juzgado y fusilado el 11 de noviembre de 1810, es decir, pocos días después del levantamiento de Miguel Hidalgo. Esta historia, podría ser tema de una novela. En fin, esta revista salió en 1841 y llegó a mi escritorio 177 años más tarde. La abrí y se sentía, curiosamente, un agradable olor a nuevo.

Museo Yucateco. Tomo primero, enero-diciembre de 1841, presentación de Arturo Taracena Arriola. Mérida, Gobierno del Estado de Yucatán. Secretaría de la Cultura y las Artes. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2014.

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