El poeta
Jorge Esquinca tuvo varias espléndidas ideas (me imagino que son suyas). La
primera, elegir de entre los poemas de José Emilio Pacheco aquellos en los que
se refiere a los animales y clasificarlos de acuerdo al medio en que viven:
tierra, aire, agua y fuego, pues la salamandra y el ave fénix pertenecen a este
medio. Otra más, compaginarlos con las ilustraciones de Francisco Toledo, en que
los animales se muestran como nuestros hermanos liberados. Está tan bien
pensado este libro que pareciera que es uno nuevo de Pacheco, con una idea
preconcebida de lo que sería un poemario hecho intencionadamente. No son, sin
embargo, poemas de una sola etapa, aunque gran parte de ellos pertenecen al
libro No me preguntes cómo pasa el tiempo,
de 1969. Es inevitable recordar que José Emilio fue el amanuense del libro Bestiario, de Juan José Arreola, y que
caminó con el escritor jalisciense por los caminos del zoológico de
Chapultepec, en diciembre de 1958, libreta en mano, y anotó en ella lo que iba
brotando de la boca del autor de Confabulario.
Pero ese libro de poesía en prosa, emparentado con los franceses decimonónicos,
no se parece al bestiario que sale de los poemarios de Pacheco. Arreola
pronunció ante los animales presos discursos encomiásticos sobre la antigüedad
ilustre de ellos y sus reminiscencias medievales. Y de los versos de Pacheco
salen alimañas, es decir: animales en confusión, erizos, cangrejos, moscas,
arañas, pulgas, caracoles, babosas. Míralos bien, se nos parecen. También ellos
crean arquitectura destinada a ser destruida mañana y también ellos volverán a
comenzar de nuevo. También ellos guardan los recuerdos de su pasado
infinitamente repetido, y también ellos han olvidado todo a fuerza de dar
vueltas en círculo a la existencia. O mira, esa extraña arquitectura sin autor,
un caracol. Levántalo a ver si nos puede decir algo de nuestra existencia. ¿No
tiene autor? Míralo: se arrastra, parodia del artista, es la babosa creadora.
No es propiamente un creador. Ha secretado su obra. Más o menos como nosotros
que secretamos el pensamiento pero sus obras adquieren formas menos simétricas.
Yo no recordaba nada de su pedagogía. En el fondo del mar, un erizo: flor armada de indefensión… isla asediada de lanzas por todas partes.
Enseñan. Bueno, enseñaban. Porque muchos de ellos se han ido porque la ciudad los
ha ahuyentado. Como esta fauna rodea la mirada del poeta, hay dos categorías: los
que se alejan de nosotros porque prevén nuestra ruina (como las aves) y los que
aprovechan nuestras ruinas para instalarse en ellas (como la araña). No podría decir
cual de las dos me causa más simpatía.
José
Emilio Pacheco y Francisco Toledo. Álbum
de zoología, selección de Jorge Esquinca, 2ª ed. corregida, 3ª reimp.
México, El Colegio Nacional-Ediciones ERA, 2007.
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