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lunes, 19 de diciembre de 2016

Ensueños y armonías y otros poemas, de Pedro Castera


De las 540 páginas de este libro, las notas abarcan alrededor de 150. Lo que quiere decir que sólo la Torá ha de haber sido tan comentada como Pedro Castera (1846-1906). El autor se habría sorprendido y seguramente estaría muy agradecido por tal deferencia… o no. Tal vez en todos estos años, ya se habría arrepentido de haber publicado sus poemas íntimos. Se habría quizá avergonzado de ver la paciencia con que la editora (que hizo un magnífico trabajo) cotejó los versos, fue a revisar las influencias, corrigió las erratas y comprobó las lecturas de autores alemanes. Quizá habría entrado en un estado de ansiedad al notar que, en efecto, sus críticos tenían toda la razón en pensar que no tenía que haber dado a la imprenta esos versos impresentables. ¿Ansiedad? ¡Más que ansiedad! Quizá una recaída en el psiquiátrico a causa de los nervios (el autor pasó una larga temporada en el psiquiátrico). Al ver el cuidado que los diseñadores de la UNAM pusieron en formar cada una de las páginas con miles de notas al pie, estoy seguro de que Castera hundiría la cabeza entre sus manos para no acordarse de los apuros que tuvieron que pasar Juan de Dios Peza, Manuel Gutiérrez Nájera y José Martí, elaborando silogismos para justificar los poemas de su amigo y editor (ya que el autor de Ensueños y armonías era director del periódico La República). Y luego, todo eso colocado en un volumen tan elegante, como los que forman la colección Al siglo XIX ida y regreso… Quizá no tendría valor de ir a la presentación del libro a escuchar elogios inmerecidos, o bien señalamientos de superioridad póstuma, como muchas veces les pasa a nuestros autores decimonónicos. Nadie que lea estos poemas querrá continuar con su prosa. Y eso que tiene unos cuentos notables sobre minas y mineros. No, ni Pedro Castera podría pasar la mirada por estas páginas sin que sus mejillas enrojecieran. La tempestad rugiendo bajo el cráneo, / la duda desgarrando el corazón… Y aún falta la otra mitad de la estrofa, la cual empieza casi repitiendo lo de la tempestad y lo del cráneo: de la tormenta el soplo en el cerebro, / y el alma… agonizando de pasión. Se diría entonces: ¿Cómo pude pasar tantos años poniendo armando estos versos que a mí me parecía que contenían una verdad?  Ahora bien, si se espiga bien el libro, se encuentra un poema, un solo poema que puede dialogar con nosotros (una disculpa por este juicio: naturalmente cualquier lector puede intercambiar impresiones con los poemas que desee). Me refiero al texto “A los materialistas” (1878), una divertida defensa del idealismo en que pretende reducir al absurdo los que piensan que hablan de la materialidad del alma, aquellos que dicen que “es fósforo el talento”. Yo extraería este poema de aquí para agregarlo a las historias literarias. Por otra parte, esta colección de la UNAM tiene un grave problema con las notas al pie, una maleza que a veces esconde el texto. Yo dividiría las notas en dos: las que tienen que ver con el contenido, y las pondría al pie de página; y las que consignan las variantes de las distintas ediciones. Ésas las pondría al final del volumen, en un apéndice, y así los lectores las podrían arrancar y aligerar la lectura.

Pedro Castera. Ensueños y armonías y otros poemas, ed., notas y estudio preliminar de Dulce María Adame González. México, UNAM, 2015. (Col. Al siglo XIX ida y regreso)

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