Cuando nos encontramos tirada en la calle la moneda de la “libertad”, la levantamos inmediatamente. ¡Cómo no levantarla! Para inmediatamente ver que el otro lado de la moneda es el “conocimiento de la necesidad”. Sin conocimiento no hay libertad: camino que conduce a la felicidad, ya que esta última es “la satisfacción de la necesidad”. Es tan sencillo este camino que naturalmente no lo recorreremos. Fernando Savater (1947) postula una libertad positiva: aquella que elegimos dentro del marco de lo permitido. Hay que pensar muy bien qué pasos dar si pretendemos traspasar esos límites. Sin embargo, no se trata de un positivista que promueva la resignación ante las leyes de la realidad, pues escribe: “vivimos en dos mundos: el de la necesidad natural y el de la libertad política”. Aunque me temo que no es un libro que vaya mucho más allá, para intentar hacer de la libertad una fuerza liberadora en verdad, con lo que se convierte en un texto de filosofía inofensiva. Nos informa que no todos los hombres son igualmente libres en una sociedad (“la división genealógica entre nacidos para mandar y nacidos para obedecer”), pero su razonamiento se detiene abruptamente cuando llega a este delicado tema. A partir de este momento, el libro se dedica a recomendar algunas maneras de ejercer la libertad, pero de tal forma que hace del individuo una abstracción limitada a elegir sólo entre categorías dadas. Y eso porque es necesario respetar las instituciones ya creadas por el hombre (leyes, costumbres, técnicas), pues de otro modo estaríamos destinados a crearlo todo cada día. Tal como el autor enuncia sus razonamientos, parecen lógicos, independientes del mundo político. Y tal vez así sea, pero creo que eso ameritaría una explicación. Al menos en el caso de algunos de los pensadores que van guiando sus ideas. Si afirma que Arnold Gehlen (1904-1976) es quien mejor ha demostrado la importancia de las instituciones en el desarrollo de nuestra libertad, ¿no convendría explicar cómo es que este pensador es al mismo tiempo un viejo miembro del Partido Nazi y un inspirador del pensamiento neoconservador? Según el autor alemán, a instituciones más fuertes corresponde un individuo más libre. Las instituciones fuertes detienen la tendencia a la degeneración social y garantizan, por otra parte, la libertad. Así se explica –y se justifica– que grandes genios sean al mismo tiempo artistas extraordinarios y socialmente conservadores. Naturalmente, no se considera necesario explicar quién es Gehlen, ni tampoco si es deseable tomar su pensamiento en conjunto o no. Con respecto a la moneda que nos encontramos tirada al principio, no sabemos si es para gastarla o no. El libro ofrece un catálogo bastante convencional, pues intenta quedar bien con todos los lectores. Quizá eso sea común entre ciertos autores de libros de ética. Pero, en fin, recomienda elegir el placer, pero el placer que encuentra vida dentro de la vida, y no vida más allá de la vida. De hecho, en las enseñanzas de los moralistas generalmente el placer es cobrado con demasiados intereses, y se pagan una vez que la muerte nos ha arrebatado nuestra irresponsablemente gastada moneda. El libro se detiene –como decía– en el punto en que la libertad está por convertirse en teoría social, con lo que se la retrata como un personaje que intenta caerle bien a todos los lectores. Lo que pasa es que la libertad, en el momento en que intenta imponerse en el mundo, afea los tratados filosóficos dedicados a la bella tarea especulativa.
Fernando Savater. El valor de elegir. Barcelona, Ariel, 2003.