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sábado, 16 de abril de 2022

Teatro completo, tomo II, de Miguel N. Lira




 

Es difícil acercarse a Miguel N. Lira (1905-1961). No porque sea inhallable, sino porque se aparece por todas partes, siempre apresurado. Hoy, por ejemplo, tiene cita con Frida Kahlo, ella misma le ha pedido que lo vaya a ver: es el príncipe de Manchuria y el Chong Lee de sus cartas. Si le daba estos apodos, se debía no a que tuviera aspecto oriental, sino a que era un amante de la poesía china. Fue el amigo que la iba visitar mientras ella se encontraba en cama, poco después de su definitorio accidente. “Chogn Lee” fue miembro del grupo Los Cachuchas, aquellos preparatorianos que compartieron con Frida su juventud artística y política. Años 1925, 1929…, época en que ella acostumbraba retratarlo. “Te he extrañado mucho porque ya no hay quien me cuente cuentos ni quien me haga reír tanto como tú.” ¿Cómo encontrarlo? Desde temprano, Lira está trabajando en su imprenta, para editar poemarios únicos: de Carlos Pellicer, de Renato Leduc… Es el editor de Luna silvestre (1933), el primer libro de Octavio Paz. Él mismo fue poeta, el primero en hacer de la Revolución Mexicana materia poética. La suya fue una revolución íntima: logro artístico que se desprende de sus lecturas de López Velarde y García Lorca. Sus poemas se encuentran llenos de personajes inolvidables: Máximo Tépal y Catarino Maravillas, revolucionarios extraviados y matones líricos. Su labor como editor de revistas literarias es tan extraordinaria como olvidada. Nada más ojear el volumen de su Epistolario asombra por los nombres de sus corresponsales: Francisco González León, Pablo Neruda, Juan Marinello, Pedro Salinas, Tomás Navarro Tomás… Las cartas llegaban a Tlaxcala, en donde editaba Huytlale, con sus postales históricas de la ciudad, su tipografía única y sus plaquettes en que aparecieron libros de Alfonso Reyes, Pablo Neruda y Renato Leduc, entre muchos otros. Antes había publicado Fábula (1934), cuando aún no se decidía a regresar a su tierra. ¿Qué más falta para redondear su retrato literario? La novela, el teatro, el guiñol… Una de sus novelas, La escondida (1947), se hizo película nueve años después de publicada, con dirección de Roberto Gavaldón, y guión de José Revueltas y Gunther Gerzo. Además de María Félix y Pedro Armendáriz, por recomendación de Revueltas, aparece en la cinta Cuco Sánchez, cantando su arreglo de La cama de piedra. Muchas figuritas mexicanas en su obra, atardeceres de escenografía, zócalos de maqueta. Como escribió teatro, hice fila para la taquilla, pero me dijeron: “Sólo hay ejemplares del tomo II de su dramaturgia, así que te perderás la mitad de sus obras y el prólogo de Héctor Azar”. Ni modo, pasemos a ver. En una de sus obras, el Diablo, elegante y convencional, se aparece en plena clase media de los años 40, para escandalizarse y volver al infierno. Bueno, tiene el encanto de que el director artístico es Xavier Villaurrutia y que una de las actrices es Pita Amor. Las demás obras –para ser correctos como don Miguel– seguramente son buenas, siempre y cuando no se las represente: demasiada literatura. Los momentos líricos que en García Lorca sonaban maravillosamente, aquí son escenas desafortunadas, falsas. Allá, en un rincón de la página 315 se encuentra la muñeca Pastillita. No creí que me la encontraría. Es la muñeca que creara Angelina Beloff para la obra de don Miguel. La encontré un poco empolvada, hace mucho no se mueve de aquí. La primera “Pastillita” fue Martha Ofelia Galindo, en los años 40. Desde entonces quizá se ha representado muchas veces la historia de esta muñeca raptada por el Zorro Picudo para ser convertida en una fruta. Naturalmente, al final es rescatada por los demás juguetes y puede volver a su cuarto. Gran alboroto y alegría en la sala de junto, en donde aplaudían los niños de hace ochenta años. 

 

Miguel N. Lira. Teatro completo. Tomo II. Tlaxcala, Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, 2003.

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