Ni Karl Marx ni Friedrich Engels escribieron sistemáticamente acerca de la literatura, aun cuando sus obras se encuentran llenas de referencias a autores que van desde la antigüedad griega hasta sus contemporáneos. Para disgusto de los enemigos del materialismo histórico, Marx y Engels admiraban a artistas que tenían opiniones contrarias a su pensamiento. Y, por el contrario, no siempre admiraron a los escritores que profesaban ideas cercanas al marxismo. A grandes rasgos: prefirieron a Zola por sobre Balzac. El deleite con que Marx recorría la Comedia humana habla de un hecho que destacó en un pasaje de los Grundrisse: el mundo griego ha muerto con su religión, pero su literatura perdura. ¿Cuál es la razón? Responder a esta pregunta lleva a caminos que no necesariamente exploraron Marx y Engels. Incluso, hay aspectos del pensamiento marxista que no son literarios, como su idea de que la mercancía crea el consumo. Aplicado a la literatura, podemos pensar que el éxito de una obra literaria produce un mercado que pide obras semejantes, lo que puede explicar la existencia de los géneros literarios: la exigencia de consumo sobre la creación. Considero que la preferencia de Marx por el Realismo no es de tipo ideológico, sino que era el género de su tiempo, el que trata de explicar el destino del hombre por medios distintos del Hado. El Hado sería aquí la sociedad, el determinismo económico, las leyes del capitalismo. Naturalmente, su enemigo inicial fue Schelling, “el filósofo oficial de la reacción romántica” (Lukács), el frente anti-hegeliano que era necesario combatir. Para Hegel, el Romanticismo no logra conceder a la idea una forma material precisa: es cualitativo, a diferencia del arte clásico que se regía por un ideal cuantitativo. Y Marx tenía un rechazo por la estética romántica, ese fetichismo del objeto producido por una sociedad degradada a la veneración de las mercancías. Si seguimos disfrutando de Homero sin creer en los dioses griegos, puede postularse la existencia de un valor estético, de una producción humana realizada de acuerdo con las leyes de la belleza. Estas ideas le permitieron a Mijaíl Lifschitz, años después, oponerse a la “sociología vulgar” desarrollada por algunos teóricos soviéticos que postulaban que, al caer el capitalismo, se dejaría de leer a Shakespeare para consumir los productos artísticos de la nueva sociedad sin clases. Pero la valoración del arte a partir de la ideología sería algo opuesto al pensamiento marxista. Por lo contrario, el desarrollo de las potencialidades artísticas. Leer los textos de Marx y Engels destinados a estos temas es arduo, hay que sumergirse en un contexto demasiado ajeno y complejo para darle seguimiento a las ideas de ambos autores; pero como lector, uno extrae: la implacable crítica a las “teorías románticas-reaccionarias”, la conceptualización del capitalismo como un medio de producción hostil a la cultura y al arte, y el análisis que permite evidenciar las contradicciones ideológicas contenidas en la obra artística.
Karl Marx y Friedrich Engels. Escritos sobre literatura, selección e introducción, MiguelVedda, tr. y notas, Fernanda Aren, Silvina Rotemberg y Miguel Vedda. Buenos Aires, Colihue, 2003.
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