A este libro le quedan horas de vida, pues el sentido manifiesto de su escritura es hacer un pronóstico acerca de las posibilidades de Andrés Manuel López Obrador de llegar a la presidencia. Así que su utilidad tiene una fecha límite, lo que significa que después del día de elección dejaremos este libro en el estante, en el mejor de los casos, pues lo más seguro es que nos deshagamos de él. Sin embargo, ¡un momento!, hay algo que no quisiera pasar por alto, pues generalmente, en los libros coyunturales tendemos a mirar hacia donde nos dice el autor que miremos, hacia el fenómeno. Pero en este caso, me gustaría revisar el instrumental con que lo hace. Unas incisiones aparentemente limpias sobre la realidad, un método impecable que mide el presente y lo somete a la experiencia histórica. De hecho, el autor volvió a insistir en las ideas centrales de su libro en su columna de El Universal (25/06/2018): el crecimiento de la popularidad del candidato de Morena se debe al hartazgo acumulado por el PRI, la discutible división del electorado en dos bandos (morenistas y sus adversarios), la ventaja de AMLO ha sido no sólo su prolongada campaña sino sus constantes salidas de tono, etc., etc. Muy bien, nada que objetar. Incluso, su predicción más sugerente llama la atención: que el voto útil depende de quién vaya en segundo lugar en la recta final. Los panistas tenderían a votar por el PRI para frenar a López Obrador, en tanto que los priistas preferirían votar por el candidato de Morena. Desafortunadamente, parece un poco inoperante en estos momentos, pues el segundo lugar es tan difuso que las encuestas no se ponen de acuerdo. Muchos han dicho: votaré por el que vaya en segundo lugar para impedir la tragedia del triunfo de López Obrador. Ojalá tengan buena puntería, pues es difícil que atinen con ese posible segundo lugar, lo cual es grave, ya que es un sector que votará en esta ocasión con una convicción negativa. Y además, el objetivo se mueve bastante. En fin, eso en realidad no me importa. Es otra cosa: ese ideario asumido que rodea las consideraciones del autor, una red de pensamiento que hunde sus pies en la ideología, en el lugar en que las ideas dejan de verse a sí mismas para tomar la apariencia de verdades sagradas. ¡Un ideario político, qué emoción! Momento, detén ese entusiasmo, no es para tanto. Es más bien decepcionante, pues el académico del Colegio de México y de la Universidad Iberoamericana intenta construir con ideas una construcción más bien endeble. Nos da un contexto para comprender a AMLO y a su movimiento. Nos dice que hay dos tradiciones filosóficas: el realismo y el idealismo. Es un poco raro, ya que estamos acostumbrados a que los filósofos nos digan que quienes en realidad se enfrentan es el materialismo con el idealismo. Pero está bien, aceptemos esta división por un momento. El realismo tendría como supuesto que el hombre tiene una naturaleza egoísta (Maquiavelo, Hobbes, Madison, Weber), mientras que los idealistas (Platón, Rousseau, Marx, Bakunin) reconocen la existencia del egoísmo humano, aunque cierto tipo de organización social y política logrará que los hombres se transformen en personas altruistas, solidarias y felices. Es el caso del “hombre nuevo” de san Pablo: aquel que se “reviste del amor”. Naturalmente, no tiene nada que ver con el término de “hombre nuevo” del marxismo, pues esta filosofía piensa que el hombre es el resultado de las relaciones sociales en que vive, y que el cambio de relaciones sociales implicaría un “hombre nuevo”. Esta extraña asociación de nombres que realiza el autor de este libro es resultado de que, en el fondo, tiene una sola idea del hombre: un esencialismo que considera que el ser humano puede tener una naturaleza buena (o una mala). Está bien que lo piense, pero no que le atribuya un pensamiento tan extraño, por ejemplo, a Marx. En tanto que Hobbes y Rousseau son dos caras de la misma moneda del esencialismo, el materialismo histórico considera que el hombre no tiene esa esencia, sino que su individualidad se construye como resultado de las relaciones sociales en que se produce. En este libro observo que el autor pretende que dialoguemos con una sola tradición filosófica, pues a los que llama realismo e idealismo no son más que dos formas del esencialismo. Quien saque conclusiones a partir de este libro, hará de Marx un Frankenstein que camina sin sentido por la historia del pensamiento. En fin, no tengo por qué seguir tampoco yo ese camino, pues el autor niega que exista otra idea de hombre. ¿A dónde conduce con este razonamiento? Nos pone a elegir entre dos programas políticos, todo depende de la idea de hombre que elijamos. Por un lado estarían los realistas, que buscan dentro de las limitaciones de esa esencia del hombre las soluciones más pertinentes, las más sensatas, las que se pueden alcanzar respetando siempre ese hombre inmutable, es decir, se trata de la justificación del conformismo. Por otra parte, se encontraría una larga fila de filósofos a los que alumbra la insensatez, pues sólo imaginan programas imposibles de aplicar y cuya búsqueda sólo provocaría males mayores que los que busca solucionar. Con el pretexto de crear mejores hombres, los sistemas políticos matan a los peores, a los débiles. De modo que ésta es la verdadera relación que hace de Cristo, san Pablo, Rousseau, etc., precursores de Stalin y sus purgas. Así que en el corazón de esa palabrería fraterna anida el huevo de la serpiente. Sólo el conformismo con la condición egoísta del hombre nos puede salvar, por lo que se ve, ya que ese pensamiento sí conoce “la auténtica naturaleza humana”. Puesto que la Historia es un recetario que nos dice qué pasará fatalmente, podemos ver que los intentos de mejorar las condiciones de vida han fracasado. Eso se debe a que no existe la libertad en el ser humano, pues como ya se dijo, tiene una esencia, y la Historia vuelve a repetirse. La misma serpiente mordiéndose la misma cola, eternamente. Y aquellos que pelean por mejorar al hombre quieren decir: “Lo haré a costa tuya, aunque mueras”. Sólo que no nos lo dicen, pero son desenmascarados en este pequeño volumen. Los “amorosos” no lo son en absoluto. Y los otros, bueno, nos conocen y nos perdonan, han creado el Neoliberalismo para nosotros (aunque nos confunden un poco: son tan maravillosas sus consecuencias para la humanidad que casi parece un modelo idealista). Es cierto que los ricos cada vez lo son más, y lo mismo ocurre con los pobres. Pero al final de ese camino viene la verdadera Edad de Oro, la cual no está en el pasado, sino en el futuro. Y este candidato persevera en presentarnos la imagen del pasado. ¿Qué no basta con que este libro lo haya desenmascarado?
José Antonio Crespo. 2018: ¿AMLO Presidente? México, Grulla, 2017.