Por que Marco Antonio Sánchez Flores, estudiante
de la Prepa 8, sea devuelto a sus familiares
La Historia es mala maestra, pues tiene ejemplos para todo y todas las conclusiones se pueden sacar de su estudio. Pero eso no justifica que seamos malos alumnos. Aun cuando nos ha tocado vivir en los tiempos en que la academia ha vuelto este género de la narrativa una categoría del informe burocrático. A veces añoro los tiempos de estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras, cuando las conferencias de los profesores comenzaban: “El presente texto tiene como finalidad…”, porque entonces el espíritu comenzaba un provechoso viaje por todos los asuntos posibles, intentando escapar de las salas de actos. En nuestro eterno cuaderno de aprendizajes preliminares quedaban, no obstante, algunas cuantas enseñanzas esbozadas. Puede ser que la Historia sea lo contrario a la vida, aquella disciplina que presenta los hechos disecados y examinados como algo consumado y definitivo. Pero no es así, pues si así fuera no cambiarían de un texto a otro, no habría nuevas narraciones. Y el hecho es que hemos tenido visiones confrontadas desde siempre. La Historia que poseían los pueblos mexicanos, la cual luchó contra la visión liberal de la nación moderna. Ése es un ejemplo mencionado en este libro. Pero hoy existe la tendencia a relativizar ciertas luchas históricas, centrándolas en ciertos personajes y desvirtuando su biografía personal. Y eso se decanta, trasmina y cambia eso que se llama “la memoria histórica”, la que aflora en la sobremesa, en las conversaciones casuales, mientras se busca un tema más o menos afín con alguien más. Siempre algo cambia, algo distinto se opina de la patria, de los héroes, del Porfiriato. Sin sentirlo, o a veces sintiéndolo excesivamente, todo ese panorama inmóvil se mueve, sin embargo. Lo fatal ya no lo es tanto. Ayer apenas, leía en un ensayo de Montaigne sobre la gloria, cómo es que todo pasa, cómo es que de los millones de soldados caídos en la antigüedad, apenas nos quedan una decena de nombres, y que si todo hay que hacerlo se debe de hacer sin pensar en la trascendencia. Está bien; pero por alguna razón, existe una continua insatisfacción con esa idea, por la cual la gente busca un puente con ese mundo desaparecido, del cual quedan pocos nombres. La Historia es actual; no sólo eso, vende, reúne, se la invita generalmente a los programas de televisión, sale como primer crédito en las series, da tranquilidad al inicio de las películas cuando se avisa: “basada en hechos reales”. Consumimos ese espejismo. En este libro leo que eso tampoco es nuevo: de las obras históricas de Voltaire se vendieron 1 600 000 ejemplares entre 1814 y 1824. Finalmente, escribir Historia es interrogar al mundo, agregar algo nuevo a una respuesta siempre preliminar. Y este libro es una larga y entretenida conversación sobre una pasión, de ahí que siempre sea un gran momento encontrarse con Enrique Florescano, sea en su versión real o en la escrita.
Enrique
Florescano. La función social de la
Historia (2012), 1ª reimp. México, FCE, 2013. (Col. Breviarios del FCE,
576)