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sábado, 29 de abril de 2023

Sueños, de Theodor W. Adorno

  



 

Sé muy poco de Theodor W. Adorno (1903-1969). Además, lo  conozco sólo dormido, ya que entré al mundo de sus obras a través de su diario de sueños. Para otros asuntos, tendría que despertarlo, pero en realidad no sé bien de qué hablar con él. Además, lo que yo pudiera decirle seguro que no le gustaría. “Señor Adorno: el interés que suscitan los diarios de sueños se termina dos páginas más allá de la portada. Que yo recuerde, sólo el diario de sueños de Ionesco me ha parecido interesante. No sé si alguno más… Tendría que pensar. Los diarios de sueños son somníferos. Nos dormimos apenas comenzamos su lectura. Así, todos, lectores y escritores compartimos el país de los sueños.” La narrativa onírica es un subgénero difícil. Se cae en la tentación de narrar los sueños por más que su interés no es transferible. Y la sensación que causan, la provocan en la vigilia, cuando tomamos conciencia de ellos. Mientras nos envuelve el sueño, creo recordar que no sentíamos expectación. Pero muchas veces al emerger todavía somnolientos de la noche, pensamos: “Ojalá no me hubiera despertado”. Y volvemos a cerrar los ojos rogando que por piedad volver a caer en el mismo sueño. En los sueños nos interesan temas que al despertar no podemos recordar. Pero mientras soñábamos, ¡qué placidez nos trasmitían los asuntos tan sutiles! En fin, mientras Adorno vivía en California y escribía Dialéctica de la Ilustración al lado de Max Horkheimer, durmió una noche… Soñó entonces que leía un artículo sobre la obra de Shakespeare, acerca de cómo la obra clave de su teatro era La comedia de las equivocaciones. ¿Qué no es esa obra en que un matrimonio tiene gemelos y, entonces, el padre compra otros gemelos para que sea, cada uno de ellos, sirviente de uno de sus hijos? Qué difícil es escribir de dos gemelos, amos de otro par de gemelos. Lo curioso es que el autor del artículo es Herwarth Walden, un artista alemán que se dedicó a impulsar el expresionismo, el dadaísmo y el futurismo. Como me encuentro dentro del sueño de Adorno, me ocurre lo que acontece en los sueños: que no podemos fijar bien la vista en los textos que queremos leer. No sabría bien por qué, pero como si yo fuera una mente tomada por el delirio, me puse a perseguir la imagen de Shakespeare y del expresionismo. No lo conozco lo suficiente, pero las imágenes que recuerdo de La tempestad posiblemente sí puedan considerarse escenas expresionistas, deformaciones de la realidad que son una proyección de las emociones del artista. La maleza que se agita y las olas que excita la tempestad, son representaciones del artista. Así lo creía Harold Bloom: que Shakespeare era inventor del expresionismo. Bueno, este crítico en realidad le atribuía a Shakespeare la invención de casi todo. En fin, se trata de un soñador demasiado intelectual, casi todos sus sueños tienen notas al pie… Es muy difícil saber qué encontró Adorno en su propio diario onírico. Su conclusión parece pequeña, pero en realidad es que su demostración requiere una vida para comprobarla (o para desecharla), y es que: todos los sueños que un individuo sueña hacen un sistema de pensamiento onírico. Todos parecen una sección de lo mismo, de un mundo más grande, de una coherencia de imágenes y de ideas. ¿Tendremos siempre el mismo sueño, pero con distintas máscaras? En gran parte de las páginas de este diario vi a Adorno hablando de Filosofía, de arte o, bien, acudiendo a conferencias, conciertos y exposiciones. Cuando se encontraba con algún muerto, se alegraba y lo saludaba con efusión.

 

Theodor W. Adorno. Sueños / Traumprotokolle, ed. Christoph Gödde y Henri Lonitz, epílogo de Jan Philipp Reemtsma, tr. Alfredo BrotonsMadrid, Akal, 2008.

 

domingo, 23 de abril de 2023

Las tribulaciones del estudiante Törless, de Robert Musil

 

 

Las tribulaciones a que se refiere el título de esta novela son las que padece el joven alumno de un internado ubicado en algún lugar de la imperial y real monarquía astro-húngara. Se llama Törless, pero no sabemos su nombre de pila. Dado que las tribulaciones son padecimientos interiores de carácter moral, a lo largo del libro se le presenta exteriormente como un muchacho impasible, educado para separar la razón de las emociones, como se acostumbra en este tipo de instituciones. No me di cuenta, mientras avanzaba en la lectura, que la historia se narra indistintamente en primera y en tercera personas, lo que le permite al autor mostrar con exactitud lo que ocurre en la realidad y al mismo tiempo lo que pasa en el interior del protagonista. El hecho central de la novela tiene que ver con Basini, uno de los compañeros de clases, que es sorprendido mientras roba dinero. Aterrado, se arrodilla ante Törless y suplica clemencia, no era más que un préstamo… Así que, sin que nadie se lo pidiera, se ofrece como un esclavo ante él y otros dos compañeros que también están enterados del robo. Recordamos, de esos años del colegio, la mirada codiciosa de nuestros compañeros que eran de pronto propietarios de un secreto y la capacidad de crueldad que nacía con un poder repentino sobre otro. Törless se sorprende con lo que siente, es una especie de efervescencia. El poder absoluto sobre el otro es como si alguien hubiera arrojado un alka-seltzer en el lago tranquilo del espíritu. Para Törless, esa entrega despertó algo nuevo, una sensación se incubaba en él, aquella que avisa que se sentirá una pasión incontrolable por otra persona. En las noches del internado, a un lado suyo se encuentra el cuerpo inerme de Basini, el cual no ofrecerá ninguna resistencia para dejarse poseer. Es un cuerpo joven, todavía indeferenciado para ser masculino o femenino, es sólo un objeto misterioso que hace sufrir con su belleza. En el caso de otro de los compañeros, Beineberg, él se fascina con la existencia de Basini, es una espléndida oportunidad para el conocimiento. Tener un alma bajo el dominio de uno puede servir para los avances de la ciencia. Se le puede llevar al límite. Entre las dudas académicas que el joven Törless tiene se encuentra la existencia de los números irracionales, es decir aquellos que no pueden resultar de la división entre dos enteros. Números que representan un infinito dentro del infinito de los números reales. Hay una laguna en nuestra comprensión del mundo, pero más allá de esa laguna el mundo vuelve a surgir. Es necesario aceptarlo. De la misma manera, el espíritu puede tener esas lagunas detrás de las cuales volvemos a nacer. Puede ser el sueño, el desmayo… o el terror. Beineberg hace que Basini se desnude, que camine en medio de la noche, sobre una viga superior, mientras lo apunta con una pistola. La teoría dice que el cuerpo olvida al espíritu mientras camina aterrado. Por alguna razón, el alma vuelve en sí. Por otra parte, el artista, al escarbar en la oscuridad del espíritu, vislumbra una forma nueva de maldad. Como escribe J.M. Coetzee sobre Robert Musil (1880-1942): “es el artista que visita las orillas más distantes de la experiencia y vuelve con un informe”.

 

Robert Musil. Las tribulaciones del estudiante Törless / Die Verwirrungen des Zöglings Törleß (1906), tr. Roberto Bixio y Feliu Formosa. Barcelona, Seix Barral, 1969.

 

sábado, 15 de abril de 2023

Clandestino. En busca de Manu Chao, de Peter Culshaw

      



 

¿Tan rápido quedaron lejos esas fiestas en que bailábamos a Manu Chao? Pero si apenas hace poco sonaba todo el día en la casa su música que nos acompañaba hasta las madrugadas. Caminábamos por la noche rumbo a una colonia desconocida, con cervezas en la mochila, y luego hablábamos de filosofía y de altermundismo. Hoy ya está un poco empolvada esa palabra. Antes, se encontraba entre los ideales que limpiábamos en las mañanas antes de regresar a la Facultad de Filosofía y Letras. Vuelvo a poner los discos de Manu, ¿y qué escucho? Canciones que parecen un radio sintonizado a la mitad de la noche, recuerdan un sendero a lo desconocido por entre las ciudades, parece que allá a lo lejos hay una batucada colectiva. Sí, ya sé que piensan, que ese tonito para hablar y para cantar es el de la izquierda fresa, que son los revolucionarios de Coyoacán. En eso no ha cambiado nada la derecha, haciendo siempre examen de admisión para aceptar quién puede pertenecer a las diferentes ideologías. Para la derecha, ayer como hoy, sólo hay dos opciones: riqueza para unos cuantos o pobreza para todos. Contra ese determinismo reflexionábamos, mientras que Manu organizaba giras por los países del viejo Tercer Mundo. Quizá andaba por Argentina, dando un concierto en beneficio de La Colifata, el programa de radio a cargo de los pacientes de un psiquiátrico. A lo largo de cuatro horas, los pacientes leen poemas, cantan una canción… para ello se anotan en un pizarrón y esperan su turno. Una tarde también Manu Chao esperó su turno para cantar, en el programa de La colifata, una canción gallega de cantina, “Carreteiro”. Esta música es como una maraña de lenguas y de pueblos. Se debe, quizás, a que el propio Manu está formado de esa maraña. Canta lo mismo una canción que le oyó a Bola de Nieve que la música punk de sus tiempos en París. La música llegó a su vida porque en una ocasión, su padre, el periodista Ramón Chao, fue a entrevistar a Roland Barthes. Al finalizar la entrevista, los dos se pusieron a tocar el piano, y el entrevistado le recomendó al periodista que se comprara un piano “para liberar la presión del intelecto”. Pocos días después, un piano llegó a casa de los Chao. Pero existía antes un vínculo de Manu con Latinoamérica y con la música: en la familia existía la leyenda de que Dolores, la abuela paterna, era la musa de la famosa danza habanera “Tú”, de Eduardo Sánchez de Fuentes. Es un personaje que parece que siempre se va, un poco inasible en su presencia y en su voz. Desaparece por largos periodos, pero de algún modo, se sabe de dónde viene: de 1988, tiempos del movimiento okupa en Francia, año en que Mano negradio a conocer su primer éxito, “Mala vida”, y su viaje culmina con el disco Clandestino, el más vendido en la historia del rock francés. El trabajo del biógrafo de Manu Chao consiste en perseguirlo por el mundo, por África, Estados Unidos, México… De la página 334 a la 352 se habla de su paso por México: escucha las canciones de Valentín Elizalde, conoce movimientos sociales, se entera de la represión del gobierno del gobernador Peña Nieto contra los pobladores de Atenco (recuerdo todavía el velorio de Alexis Benhumea), y califica esta atrocidad de “crimen de estado”. El libro habla de la actitud amenazante del gobierno de Felipe Calderón. Hasta hace poco nos enteramos de que efectivamente el nombre de Manu Chao estaba en una lista negra. Queremos limpiar el terreno de la Historia, y por lo menos los dos nombres mencionados arriba pertenecen a la basura histórica. Y dado que la música de Manu Chao tiene como materia el caminar, siempre hay la opción de volver a México. Al fin de cuentas, se despidió en el Zócalo con la canción de Fernando Z. Maldonado, “Volver”.

 

Peter Culshaw. Clandestino. En busca de Manu Chao / Clandestino. In Search of Manu Chao (2013), tr. Jules Vineyards. s.l., Libros del Kultrum, 2021.

 

sábado, 8 de abril de 2023

El discurso amoroso, de Roland Barthes

  



 

Toca ahora el tema del amor. Ni modo, tenía que presentarse tarde o temprano. Llama a la puerta, pero cada vez menos. Puede entrar, es bienvenido siempre y cuando aparezca en forma de libro y le acontezca a otro. Aunque el amor siempre tiene que ser enunciado en primera persona y siempre tiene que ser relatado a otro. Es difícil saber si el placer que da el amor radica en vivirlo o en contarlo. Pero se nos ha dicho que el amor no tiene una narrativa, sino que se vale de elementos diversos para manifestarse. De hecho, no es buen narrador, ya que nos hace dar vueltas en círculos, recaer en la persona amada, suplicar, olvidar, recordar, escribir largas cartas. Todo esto, sin orden preciso y de manera repetitiva. Jamás se aparece y nos dice: “Vas a vivir tu historia de amor y por lo tanto transitarás por esta y aquella situación”. Pretende ser sorpresivo siendo previsible, ya que los críticos estructuralistas han acotado sus limitados recursos dramáticos. Incluso el profesor Roland Barthes (1915-1980) se aburre un poco sobre todo en el momento de preparar su informe académico. Para hablar de amor hay que quitar ciertos capítulos, ya que el texto se volvería redundante. De hecho, hay que cambiar de asunto para el siguiente ciclo escolar pues hemos dicho suficiente desde el punto de vista temático. Además, el enamorado no quisiera aprender nada: siempre quiere volver a la primera vez, a la sensación de que la vida no se ha agotado y se puede volver a beber de esa sustancia que nos hace olvidar, siendo inolvidable en tanto no se vuelva a vivir. Desafortunadamente, no hay un secreto difícil de explicar. Todos sabemos lo que un enamorado busca: la reciprocidad. Es decir que podrá recorrer cualquier camino, vivir cualquier tormento, con tal de mantener la esperanza de escuchar las sílabas: yo también. Momento en que el alma comenzará a disolverse en el otro: pues pareciera que el ser humano saciara su sed sólo con palabras (Lacan). Por lo menos, por unos momentos. No siendo un experto como el profesor Barthes, no me atrevo mucho a salirme de su método y explorar por mi cuenta este asunto. Al extraviarme estaría deponiendo la posibilidad de saber. Eso se debe a que la verdad habla por medio del amor. De este modo, podemos ver cómo el Amor desciende sobre cualquier persona y la posee. A partir de ese momento, para ese enamorado, todo aquello que no habla de amor es un discurso ajeno, sin pulpa. No sirve de nada escuchar las necedades de los comentarios políticos, filosóficos o científicos. Vemos, entonces, al enamorado en las reuniones sociales, aburrido, mirando la ventana, el celular, la puerta de salida… Y nosotros nos escondemos. ¡No vaya a mirarnos e intente contarnos su historia! Podemos, sí, hablar de amor, sostener una conversación en torno a este tema. Pero es necesario, para ello, no estar enamorado bajo ninguna circunstancia. El amor no quiere dialogar, quiere vaciar su historia en un interlocutor que hable lo menos posible. Ésa es una de las causas de que el Amor no brille en sociedad: no sigue normas, no sabe escuchar, tiende a la confesión. Está bien, hablemos de amor. No nos queda de otra. Es el tema más narcisista de cuantos hay. Me llena de desesperación ver cuántas veces se repite esta palabra en mi texto, para enojo de la preceptiva que nos dice que prefiramos sinónimos, deícticos, pronombres… El amor no los admite. Quiere remarcar que él habla, que hablamos de él, hipnóticamente. Al fin, el Amor abre la boca y comienza a hablar: “Provengo de un trauma. Es como una herida de donde broto. Seguramente lo has vivido. Recuerda dónde y cuándo lo experimentaste por vez primera. Regresas de vez en cuando a esa historia tuya, porque si no lo haces piensas que no tiene sentido nada de lo que haces. Aunque sea una historia ya lejana, la evocas. Te la cuentas y quizá la vuelves a repetir. Es importante que repitas tu propia historia porque se trata de un momento importante: el momento en que tu espíritu fue raptado. No quieres volver a la existencia y olvidar ese rapto que viviste. Al menos lo viviste. Hiciste cosas que de otro modo no habrías hecho. Escribiste textos que de otro modo jamás habrías escrito. En ellos aparecen los fragmentos que de algún modo justifican tu vocación. Piensas que eso ocurrió hace muchos años, sin embargo debo decirte que yo no tengo idea del tiempo. Todo ocurre ahora. Contestas que llego tarde, que ya no es tiempo. A eso respondo que, con el fin de disgustarte, tampoco tengo noción de edad. Así que las molestias que puedo causarte pueden darse en cualquier instante” ¡Qué impertinente! Por eso no es bienvenido; no dan ganas de escucharlo hablar porque es mortalmente aburrido. Aunque… si debo ser sincero… no sabría decirles quién acaba de hablar, dado que estoy solo, en mi estudio. Un perro ladra en la calle, alguien canta en una fiesta cercana. Además (es otra conclusión del profesor Barthes): el amor es mudo. Quiere decir que las anteriores palabras no las dijo el Amor, sino un discurso que además no tiene claro a quién se dirige. El discurso del amor no se dirige al amado. De hecho, existe un extraño pudor que impide que los aspectos centrales de este discurso sean escuchados por el amado. Tampoco es un soliloquio dirigido a mí, dado que son cosas que quisiera ignorar. Pienso en la persona que amo, sabiendo que no ha de saber aquello que le escribo. No ha de conocer todo aquello que su evocación produce. Si conocemos numerosos discursos de los enamorados, se debe a que, por alguna u otra razón, no han llegado a quien estaban destinados. Llegan a nosotros, lo cual no era el plan original. Llegan a veces con siglos de retraso. Pero eso no importa, porque cada vez que se consume de nuevo el producto amoroso (canción, película, libro) se enuncia nuevamente y algo nuevo dice pues es imposible que se agoten los sentidos que proponen. Pensaba que el discurso amoroso era una forma de comunicación, pero entre quiénes, dado que no se dirige al amado ni el amante lo quiere oír. Habla en vez del amante, porque “el amor está mudo: sólo la poesía puede hablar en su nombre” (Novalis). No habla de mí, habla en vez de mí, y eso está bien porque de ese modo me encuentro fuera de él, lo cual le permite traspasarme con sus palabras. De otro modo, no lo podría escuchar. Nos habla a nosotros porque no somos su objeto. Pero, de forma primordial, el amor es un intento de regresar a ese objeto que produjo este sentimiento, dado que lo consideramos la fuente del bien. Siendo el amado el origen del bien, ¿por qué con tanta facilidad es susceptible de encarnar el mal? Pareciera entonces sólo una manera de enfocar al otro. Si eso fuera –enfocar un astro lejano–, ¿cómo se consultan los mapas celestes que describen al Otro? En la antigüedad era conocido sólo por los pastores de Teócrito y algunos otros habitantes de la marginalidad, mientras que, en la Edad Media, con el amor cortés, pasó a la esfera central del poder (Engels). Hoy es mercancía de conocimiento masivo, aunque en el etiquetado no se anuncie que el amor es uno de los ingredientes ya que somos una sociedad que no quiere hablar del tema. Tenemos ese pudor. La utopía romántica es parte de los hábitos de nuestro consumo sólo que no la declaramos trimestralmente. Queremos conocer el secreto del Amor, pero amamos sólo por imitación, porque nos heredaron los gestos y los rituales. Hemos oído hablar de él, lo hemos visto en la televisión. El autor del libro asegura que llega por inducción. Quiere decir que el amor es la conclusión general que se deriva de varias experiencias previas. Fundamentalmente, de haber oído de su existencia. Nos han hablado de él desde hace una maraña de siglos, por entre las diversas ramas del arte. Lo curioso es que cuando lo vemos lo reconocemos, aun cuando nada se le parece.

 

Roland Barthes. El discurso amoroso / Le discours amoreux. Seminario en la École pratique d’hautes études 1974-1976. Seguido de Fragmentos de un discurso amoroso (textos inéditos), pról. Éric Marty, prefacio de Claude Coste. México, Paidós, 2022.

viernes, 7 de abril de 2023

Discursos y brindis, de Ignacio Manuel Altamirano



Cuando los discursos son buenos, congregan multitudes, son recordados largo tiempo y piden a gritos ser publicados. Los que han despertado la furia de los conservadores de todos los tiempos, son especialmente atesorados por mí. Sin embargo, comprendo que no ejerzan una gran fuerza de atracción como para ser considerados un género literario. Y eso que tienen el prestigioso aval de la oratoria grecolatina y los tratados ciceronianos. Aun cuando Alfonso Reyes, García Márquez o varios de los Premios Nobel hayan destacado por algunas de estas piezas, ciertamente el género ha perdido mucho de su aprecio. Es una lástima, porque cuando encierran una pasión o una causa política justa hacen que perviva a través de los años. Llama, por eso, la atención que Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) haya tenido el interés de mandar a la imprenta algunos de sus discursos, primero sueltos y por último todos reunidos. Se dedicó a pulir el lenguaje y los defectos retóricos para presentarlos ante el futuro, pues según Agustín Yáñez, cambió a lo largo de las décadas desde la juventud impulsiva hasta la madurez equilibrada. Algo así dice, y parece que tristemente la vida sigue esa curva desilusionante. Prefiero imaginarme el discurso en el que pidió la cabeza de Manuel Payno por haber participado en el golpe de estado contra Comonfort, en 1858. Payno, que se encontraba presente –escribe José Emilio Pacheco–, dijo: “Habla así porque es un pobre indito muerto de hambre”. Sin duda, esa reacción fue porque Payno sintió el pinchazo de la oratoria de Altamirano. Nada odiaba más que la pirotecnia verbal que se extinguía sin herir. De ahí que su estilo al hablar, al escribir hablando, sea como un erizo que se desliza por entre el foro. Vieja leyenda de la oratoria mexicana que aconsejaba a sus alumnos el poder de la improvisación ante las sorpresas que pueda tener el abogado acusador. Por eso, entre los papelitos que quedaron de sus cátedras, se encuentran algunos que pegaba a la puerta de su salón con el temario del día y que indican que habrá en clase un tema a debatir entre dos alumnos. Su ideario era: todo historiador debe de ser jurisconsulto, y todo jurisconsulto debe ser historiador. Esto, porque de ese modo no se es nunca indiferente ante la Historia. En un texto encontrado por Carlos Illades (“Discurso pronunciado en el segundo aniversario de la Sociedad de Socorros Mutuos de Impresores”, 1875), el Maestro explica que desde tiempos de la dominación española hubo organización de las clases obreras y populares. Incluso, en tiempos de la primera hipócrita república independiente las clases dominantes (el clero, el ejército y los ricos) protegían la formación de sociedades de trabajadores porque era la aristocracia la que creaba sus reglamentos. Y porque esas reuniones las presidía “el clero oculto tras un santo cualquiera que se alzaba como patrón, como centro, como bandera”. Ah, porque existe algo fascinante en Altamirano que notó por primera vez Moisés Ochoa Campos: que el Maestro, contemporáneo casi exacto de Marx, construyó un discurso histórico con plena conciencia de la lucha de clases. Línea de investigación que ignoro si se ha continuado entre los estudiosos de Altamirano. Seguro que a él le hubiera gustado saber que la persona que hizo esta consideración, Ochoa Campos, fue también el primer alumno que se graduó, en México, en la carrera de Ciencias Políticas.

 

Ignacio Manuel Altamirano. Discursos y brindis (1986), ed. y notas, Catalina Sierra Casasús y Jesús Sotelo Inclán; estudio introductorio Edgar Elías Azar, 2ª ed. México, Conaculta, 2011. (Obras completas, 1)

 

sábado, 1 de abril de 2023

La emancipación de la mujer, de Lenin

  



 

Este texto está escrito para recordar que el Día Internacional de la Mujer, que se conmemora todos los 8 de marzo, originalmente se llamó Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Eso quiere decir que tenía, en sus orígenes, un contenido de clase que cotidianamente se quiere ignorar. Así que los movimientos feministas agregan a sus respectivas agendas la reivindicación de que sus luchas no sirvan para lucro ajeno. También sirve este texto para recordar a Clara Zetkin (1857-1933), militante por la causa de las mujeres que propuso la instauración de esta fecha, la cual se conmemora desde 1911. Más precisamente, sirve para decir que, en su centro, se trata de una demanda original de movimientos de trabajadoras comunistas, ya que Clara Zetkin, como fundadora de la Liga Espartaquista, fue cercana al grupo de Rosa Luxemburgo. Durante sus estancias en la URSS, esta pensadora tuvo oportunidad de entrevistarse con Lenin, hacia 1920, para hablar del tema de la mujer. Dicha entrevista, junto con otros textos del dirigente ruso, solían reeditarse y discutirse en otros tiempos. Dado que ya no es tan común hacerlo, se ha olvidado que el régimen soviético fue el primero en postular la igualdad política entre los hombres y las mujeres. Por ejemplo, al referirse a los tribunales, Lenin escribió: “el Partido Comunista no establece diferencias para las mujeres, igualando a ambos sexos en todos los derechos tanto al elegir los jueces como en el cumplimiento de las obligaciones propias de estos últimos” (1930). Consecuente con su forma de trabajo son los textos leninistas sobre la mujer: abría cotidianamente la prensa para conocer “el estado de la cuestión” y saber en qué parte de un proceso se encontraba una problemática. Una de ellas era la prostitución; en 1913 se celebró en Londres un congreso internacional contra la prostitución. La conceptualización burguesa de este fenómeno lo abordaba por dos frentes: la religión y la policía (censura moral y represión social, respectivamente), lo que explica que los participantes al Congreso consideraran innecesario revisar las condiciones laborales de las mujeres y que se lanzaran a abuchear al único delegado que planteó conocer las causas sociales de la prostitución. Puesto que son numerosos los temas que abordó Lenin con respecto a la mujer (los textos van de 1896 a 1922), me referiré a sólo uno, que podría parecer cercano a las políticas que incorporan progresivamente la cuota representativa de mujeres en el terreno laboral. Lenin parecería estar en contra, puesto que considera que los derechos de las mujeres deben de existir con plena igualdad respecto de los hombres. Sin embargo… la presencia de las mujeres en los movimientos políticos era muy reducido, a veces casi inexistente. Eso se debe a una opresión existente en la sociedad en contra de la mujer: “testimoniamos que… comprendemos la situación privilegiada del hombre y odiamos –sí, odiamos– y queremos eliminar todo lo que oprime y atormenta a la obrera, a la mujer del obrero, a la campesina, a la mujer del hombre sencillo e incluso, en muchos aspectos, a la mujer de clase acomodada”. Significa esto último que Lenin considera que las conquistas de las mujeres deben de coordinarse con el cambio social, que debe de existir en el movimiento de las reivindicaciones de las mujeres una conciencia de clase. La necesidad de que la mujer sea liberada de la esclavitud doméstica y que tenga la posibilidad de vivir en sociedad de acuerdo con sus capacidades e inclinaciones es una idea temprana de la URSS. Una idea que Lenin sabía difícil ya que los hombres de la casa mantenían de manera encubierta su “derecho a la dominación”. Clara Zetkin recordaba, en su libreta de notas, que Lenin se despidió por última vez de ella con estas palabras: “Usted debe continuar buscando el camino para llegar a las masas femeninas, condenadas por el capitalismo a una tremenda miseria.” Releer este aspecto del pensamiento leninista sirve al menos para discutir con él de manera directa y no con la caricatura que los liberales construyeron hace tiempo y que desempolvan de vez en cuando desean debatir.

 

Lenin. La emancipación de la mujer. Moscú, Progreso, 1978.