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domingo, 25 de febrero de 2018

Lemuria [cuentos extraños y malditos], de Karl Hans Strobl


Esa literatura de horror que tanto nos gusta, toma en este libro un camino inesperado. Estamos acostumbrados a los autores que tienden a sublimar sus miedos, y convertirlos en llamadas del más allá, en amenazas de otros planetas o en resurrecciones de los muertos. Pero K.H. Strobl (1877-1946), escritor en lengua alemana nacido en la ciudad checa de Jihlava, depositó sus miedos a lo extraño en una combinación de espectros y extranjeros. Sé que muchos de los personajes de este tipo de literatura (vampiros, zombies, momias) representan el horror de los países colonizados. Pero por suerte, la ideología de sus autores por lo común no pasa a mayores, por lo que casi no nos causa terror. Strobl se afilió al Partido Nazi, deseoso de que la República Checa se anexara a Alemania. Sus cuentos son muy cercanos a nuestro modernismo y bien hubieran podido ser ilustrados por Julio Ruelas. De hecho, las ilustraciones de la revista literaria que dirigió, El Jardín de las Orquídeas. Páginas fantásticas (Der Orchideengarten. Phantastische Blätter, 1919-1921) tienen algo de los tiempos del Decadentismo, y se antojan exquisitas: caracoles babeantes, jardines con humanos minúsculos, espectros dieciochescos, mandrágoras… ¡Qué miedo! ¿A qué le temían tanto esos lectores alemanes? Bueno, se trata de la primera revista dedicada a la literatura fantástica, así que se publicaron cuentos de Poe, Maupassant, Dickens, etc., pero Strobl tenía una fantasía muy centrada en aquello que no era precisamente alemán: los africanos, los pueblos indígenas de América, los gitanos. Todos ellos son mostrados como seres irracionales, que esconden intenciones homicidas, caníbales o demoniacas. Me llama la atención este fragmento, al inicio de un cuento que transcurre en los bosques de Rumania (“Take Marinescu”), se describe del siguiente modo a los gitanos: “Creo que los gitanos de esos bosques tienen que salir del claustro materno con esos gestos pedigüeños; todos los reflejos, todos los impulsos de la voluntad desembocan en ellos, duermen con ellos, y si los enterraran vivos por un casual y despertaran en la tumba, lo primero que harían sería extender la mano mendigando.” Es casi idéntico al inicio de La gitanilla, una de las Novelas ejemplares de Cervantes:Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo; y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte.” Naturalmente, no es mi intención comparar el terror que causa en Strobl el mismo pueblo que divierte a Cervantes, pues los separan además, tres siglos. Pero llama la atención las terribles consecuencias de una idea cultivada durante siglos.

Karl Hans Strobl. Lemuria [cuentos extraños y malditos], tr. José Rafael Hernández Arias, il. Richard Teschner. Madrid, Valdemar, 2016.

domingo, 18 de febrero de 2018

Los suspirantes 2018, de Jorge Zepeda Patterson

Ha cambiado mucho el panorama político desde que se concibió este libro con semblanzas de los posibles contendientes a la Presidencia de la República. De hecho, desde que lo leí hasta este momento, ha seguido cambiando rápidamente. Margarita Zavala y Miguel Ángel Osorio Chong han pasado de ocupar las iluminadas marquesinas de las Grandes Expectativas a un modesto lugar en el cesto de los políticos no reciclables. Osorio, bajo la sombra de Ayotzinapa, el gran crimen de este sexenio; y Margarita Zavala, con un discurso muerto si intenta independizarse y muerto si pretende ampararse en el periodo criminal de su esposo. De José Antonio Meade se esperaba menos de lo que se espera hoy, pues su capítulo ocupa el último lugar entre los “suspirantes”. En este instante, los cabalistas del PRI buscan las palabras que, pronunciadas sobre la arcilla de su campaña, le otorguen la vida. Mayor vida tienen las encuestadoras, a pesar del descrédito en que las hundió el diario Milenio hace unos años. Me parece que el eclipsamiento de Eruviel Ávila impidió que los lectores se fijaran en el texto que le dedica Humberto Padgett, un capítulo que podría ser parte de una novela aterradora si no fuera porque pertenece cotidiana nota de sociales: orgías con adolescentes en que presuntamente participaba también el obispo Onésimo Cepeda. Algún día se harán esfuerzos para recordar algunos de estos nombres, serán parte de la trivia, pero hoy son actores políticos rodeados de cortesanos que los convencen de la posibilidad de llegar. Llegar: verbo que, en este contexto, ni requiere complemento. Las noticias vienen y nos dicen que el ex Rector de la UNAM se encuentra molesto, pues tomó demasiado en serio el horizonte que le dibujaron en las reuniones. Debo decir que, en lo posible, estos textos presentan las virtudes de sus personajes: las contrastan con sus defectos. Así que me imagino que se aproximan a la realidad. Como se intenta plasmar su ideario, el ejercicio es apasionante para el lector. Pero sea cual sea la decisión de los electores, votaremos contra los indígenas, pues el movimiento nacional que han llevado a cabo estas comunidades ha apoyado una luchadora social cuya campaña ha enfrentado todas las adversidades que le ha impuesto el Instituto Nacional Electoral. La Ley General en Materia de Delitos Electorales es, por su parte, lo suficientemente ambigua como para que los partidos políticos (especialmente uno) persista en su costumbre de regalar tarjetas, ya que ni siquiera el diez por ciento de estos delitos alcanza una sentencia. Ante estos libros de bibliografía pasajera me asalta una duda: ¿guardarlos o tirarlos? No sé si dentro de algunos años, alguna visita quiera saber quién fue Aurelio Nuño y qué pensaba acerca de la educación.

Jorge Zepeda Patterson (coord). Los suspirantes 2018. México, Planeta, 2017. (Col. Temas de Hoy)

viernes, 16 de febrero de 2018

Ni de Eva ni de Adán, de Amélie Nothomb


 
Es una autobiografía novelada de una escritora que no sabe bien si es una japonesa de familia belga o una belga nacida en Japón. Después de años de ausencia del país natal, regresa y comienza a dar clases de francés a japoneses, por lo que conoce a Rinri, el joven que le da forma a este libro. Breve, de frases cortas, anécdotas sencillas, quizá busca crear a partir de un estilo pulcro un efecto literario intenso y poético al final. Es lo que dicen de la estética japonesa: revelación, sencillez de recursos, etc. Sin embargo, mientras el resto de los lectores debían de estar en plena carcajada, según la cuarta de forros (“ácida y desternillante”), yo me encontraba en medio de la desesperación. En fin, dejarse llevar por el curso de las palabras, las cuales no forman remolinos de intensidad o rápidos en que se precipite la narrativa. Mucho costumbrismo en búsqueda de profundidad, a la cual no se llega. Pero es que tal vez no es la intención. Yo mismo no sé morder en este tipo de textos, no encuentro aquello que debo de digerir. Quedo fuera del pacto que se necesita establecer para disfrutar esta historia: exactamente como le ocurre a la narradora, pues ella se siente, en el fondo, ajena al mundo en que se encuentra, no da con las palabras precisas con que se debe de definir el mundo sentimental que la rodea. No entiende por qué es maravilloso comer pulpo casi vivo, cortado ante los propios ojos. Esta situación bastante común de encuentro con otras culturas (o con costumbres cercanas incluso) toma una dimensión casi ontológica. Esa dificultad para entender al otro, las barreras de la condición humana. ¡Qué difícil disfrutar de una fiesta en estas circunstancias, cuando no se sabe cómo comportarse según la situación! Es el marco perfecto para una versión naïf de la tragedia. Por suerte, no hay demasiada fuerza en la narración como para apretar las escenas en este sentido. Y tampoco en muchos otros sentidos. Creo que este libro concentra una poética que he notado en muchas partes, aunque aquí con mayor resolución: sorprenderse ante las pequeñas cosas, agrandar luego esa sorpresa sin encontrar en su objeto nada notable. Sí, tal vez es una manera algo elegante de enunciar una poética vacía, sólo efectiva para emocionar un lector que tiene las mismas carencias estéticas que el autor. Luego salí del libro, busqué referencias de la autora, supe que tiene sombreros extravagantes, que come chocolates y toma champaña, que escribe en el metro, a mano, y que escribe dos novelas al año pero sólo elige una para su publicación (quiero pensar que la mejor). En fin, un pobre contenido ha encontrado un vistoso recubrimiento.

Amélie Nothomb. Ni de Eva ni de Adán / Ni d’Ève ni d’Adam (2007), tr. de Sergi Pàmies, 6ª ed. en “Compactos”. Barcelona, Anagrama, 2017. (Col. Compactos, 525)