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sábado, 17 de diciembre de 2016

Greguerías, de Ramón Gómez de la Serna



¿Qué es la greguería?, ¿de dónde viene su nombre?, ¿cuál es el método para elaborar una de ellas? Lo supe mientras leí este libro, pero lo olvidé una vez que salí de sus páginas, un poco agotado y convencido de que era un mar tan inmenso que varias de ellas habían aparecido un par de veces en el volumen. Comencé a cazar greguerías por todos lados, mientras leía las noticias, mientras caminaba por la calle o mientras oía un discurso importante. Así que este tipo de arte es un hábito mental enloquecedor. No las colocaría dentro de la poesía ni dentro de la filosofía, no es un ensayo en miniatura. O quizá, las greguerías son todo esto, pero en dosis mínimas. Son las hermanas del aforismo. Pero a diferencia de este género cultivado por grandes moralistas y pensadores, las greguerías no transmiten ninguna sabiduría. Combinan lo sublime con lo insustancial. ¿Y tienen alguna utilidad? Sirven para roer el pensamiento serio. Ahora bien, dije que no eran una filosofía, y cualquiera que las lea podrá ver que no es así. En el fondo, tienen una visión del mundo con varias vertientes. Por las greguerías podemos ver que todos los seres de la creación conviven de manera constante, los números son animales, los signos tipográficos tienen mucho de humanidad, pero al mismo tiempo las personas comparten muchos aspectos con lo inanimado y con lo mecánico. Son cómicas porque imponen lo mecánico en lo humano. Y así se puede uno pasar la tarde, degustando greguerías como cerezas, hasta que nos atragantamos con un hueso. De pronto, este terreno en que coexisten los seres del mundo comparten el breve espacio de una greguería con la muerte. “Nuestros gusanos no serán mariposas”. Me gustan por impostoras, están a punto de decir algo trascendente, pero no lo logran. Es cierto, se puede seguir el tema de cada una de estas frases, se las puede continuar y desarrollar un pequeño tratado de filosofía moral. Pero se distinguirían de esa disciplina porque éstas no llevan a ningún lado, no desembocan en una ley general. Por eso siguen siendo tan modernas, porque le roen los calcetines a la eternidad, la cual se presenta ante nosotros de manera ridícula. Por eso en su humor, son desencantadas. “Nada retorna, pero todo se parece”. Entonces, para qué queremos volver si seremos sustituidos. Qué absurda la idea de renacer en el mundo, volver para encontrar no sólo que todo sigue igual, sino que nosotros mismos estaremos repetidos. Qué cansancio el de este mundo en el que nada nuevo hay bajo el sol. O casi nada. Y lo nuevo no lo es tanto, sólo es parecido. O quizá, lo mejor es leer este libro como un tratado de filosofía, un compendio de graves sentencias filosóficas. Sí, eso es mucho mejor. Darles la dimensión de verdades trascendentes. “Todos los chorizos se ahorcan”. Y si lo hacemos así, pasaremos con tristeza ante las tragedias suicidas de los chorizos, de las moscas que mueren ahogadas en la leche, y del murciélago, ese mandadero que no encuentra al que tiene que dar el recado.

Ramón Gómez de la Serna. Greguerias, ed. de Rodolfo Cardona, 17ª ed. Madrid, Cátedra, 2014. (Col. Letras Hispánicas, 108)

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